Juan Gonzalo Larrain Campbell

 

 

Plinio Corrêa de Oliveira:

 

Previsiones y Denuncias

en defensa de la Iglesia y de la civilización cristiana

Apéndice[1]

 

El profetismo en

el Nuevo Testamento

  

A lo largo de este estudio se ha utilizado con frecuencia y de diversas formas el término profetismo para mostrar que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira poseía en alto grado el don de prever acontecimientos futuros, o para explicitar situaciones pasadas o presentes con una penetración que sobrepasa al mero auxilio natural de la inteligencia humana.

Cuando se trata de profetismo, las personas tienden a menudo a pensar que este sólo existió en el Antiguo Testamento o que terminó con la venida de Nuestro Señor Jesucristo y con la muerte del último de los Apóstoles, y que en consecuencia no continuaría después, durante el Nuevo Testamento. Esta idea, sin embargo, no corresponde a la realidad.

Por eso consideramos necesario mostrar —para responder a objeciones que de ahí puedan surgir— que, de acuerdo con la doctrina católica tradicional, el profetismo no acabó con la muerte del último Apóstol, sino que continúa en el Nuevo Testamento.

En efecto, si el profetismo oficial que tenía por finalidad establecer la Fe, se cerró con la venida de Nuestro Señor, el profetismo no oficial, que no tiene este objetivo específico, no terminó ni terminará[2].

Es de este profetismo que trataremos resumidamente en este apéndice.

* * *

La doctrina católica enseña que entre las características generales de la misión profética están:

- la previsión del futuro;

- el discernimiento de los estados de espíritu de la opinión pública en general y de cada persona en particular, con vistas a diagnosticar y denunciar los verdaderos males, sean ellos colectivos o individuales;

- indicar las soluciones adecuadas para conducir a los pueblos y a las almas por las vías de Dios;

- el discernimiento del pasado, como se explicará[3].

Citamos a continuación algunos textos ejemplificativos de santos, doctores y teólogos eminentes, que defienden la doctrina católica tradicional a respecto del asunto y que comprueban lo que afirmamos[4].

 

1 – El profetismo oficial y el profetismo en el Nuevo Testamento

Santo Tomás de Aquino muestra la diferencia entre el profetismo oficial del Antiguo Testamento y el profetismo en el Nuevo Testamento, al afirmar:

“Los antiguos profetas eran enviados para establecer la Fe y restaurar las costumbres (…). Hoy la Fe ya está fundada, porque las promesas fueron cumplidas por Cristo. Pero la profecía que tiene por fin restaurar las costumbres no termina ni terminará[5].

 

El pueblo se disipa cuando cesa la profecía

El eminente teólogo cardenal Charles Journet en su obra “L´Eglise du Verbe Incarné” afirma que:

“Santo Tomás explica, por lo demás, que las profecías que nos revelaron el depósito de la Fe divina se diversifican a medida que se tornan más explícitas con el progreso del tiempo; pero las profecías que tienen por fin dirigir la conducta de los hombres se deberán diversificar según las circunstancias, porque el pueblo se disipa cuando cesa la profecía; ‘Por esto, en cada época los hombres fueron instruidos divinamente a respecto de lo que convenía hacer, según lo que exigía la salvación de los elegidos’ (II – II, 174, 6)[6].

 

2 – El profetismo en el Nuevo Testamento — algunos ejemplos

En la misma obra el Cardenal Journet cita a Santo Tomás:

“‘En ninguna época faltaron hombres dotados de profecía, no ciertamente para traer cualquier nueva doctrina de la Fe, ad novam doctrinam fidei depromendam, sino para dirigir los actos humanos, ad humanorum actuum directionem’ (II – II, 174, 6, ad 3).

“Los profetas que se separan de esta línea son falsos profetas”[7].

El Cardenal Journet da algunas características del profetismo en el Nuevo Testamento. Y las ilustra con varios ejemplos de santos que tuvieron luces proféticas:

“La Iglesia no conoce solamente el depósito revelado. Ella es también esclarecida sobre el estado del mundo y sobre el movimiento de los espíritus. Los más lúcidos de sus hijos participarán de ésta su milagrosa penetración. Ellos sabrán discernir, a la luz divina, los sentimientos profundos de su época, ellos sabrán diagnosticar los verdaderos males y prescribir los verdaderos remedios. En cuanto la masa parecerá alcanzada por la ceguera, mientras hasta los mejores dudarán o tantearán, ellos, con un instinto sobrenatural e infalible, irán directo al blanco. El retroceso de los siglos manifestará el acierto de su visión.

“San Atanasio o San Cirilo, San Agustín o San Benito, Gregorio VII, Francisco de Asís, Domingo, veían en una especie de resplandor profético la marcha de los tiempos y la orientación que era necesario dar a las almas. El autor de la Ciudad de Dios, el contemplativo que fundó, hace 800 años la regla siempre viva de los cartujos, Santo Tomás, que elucidó, tres siglos antes de la Reforma, las verdades que iban a ser más contestadas en el inicio de los tiempos nuevos, Juana d´Arc, Teresa de Ávila, he aquí los verdaderos profetas de la Iglesia. Eran al mismo tiempo santos, y es verdad que la profecía es distinta e inclusive separable de la santidad. Pero cuando es auténtica, ella se encaja siempre en el surco de la revelación apostólica; y como el poder del maestro sustenta y guía el esfuerzo de los discípulos, las profecías auténticas son sustentadas y guiadas por la revelación de Cristo y de los apóstoles”[8].

 

Otros autores

El gran exegeta Cornelio A Lápide en el mismo sentido así se expresa:

“En el Nuevo Testamento fueron profetas Cristo y los Apóstoles y los que los siguieron. San Justino, Mártir (Diálogo Contra Tryphonem), es testimonio de que inclusive hasta los tiempos de él existieron profetas en la Iglesia de Dios en una sucesión casi continua. Lo mismo dice San Agustín acerca de su siglo (De Civ. Dei, lib. V, cap.XXVI), donde entre otras cosas, habla de los oráculos de San Juan Anacoreta ...

“Tomás Bózius prueba la misma cosa en lo que dice respecto a otros siglos (lib. De Notis Ecclesiae, signo XIX). Es patente que en nuestro siglo brillaron con el espíritu de profecía San Carlos Borromeo, San Francisco de Paula, el beato Luis Beltrán, San Ignacio, San Francisco Javier, Gaspar Belga, Luis Gonzaga, Teresa, y muchos otros, como se ve en sus vidas escritas por varones dignos de Fe”[9].

El Papa Benedicto XIV[10] (1740-1758), eminente teólogo, escribió la famosa obra Opus de Servorum Dei beatificatione, et beatorum canonizatione. En ella cita numerosos casos en que se verifica la presencia del espíritu profético en el Nuevo Testamento, no sólo en los tiempos apostólicos, sino también posteriormente.

En ese sentido afirma: “Sobre eso dice Justino Mártir in ‘Diálogo con Tryphonem’, pag. 308: ‘También entre nosotros han existido hasta aquí dones proféticos. Por eso vosotros también debéis entender que las cosas que otrora existieron entre vuestro pueblo [habla de los judíos] fueron transferidas para nosotros’”. “Y en la misma obra, en la pág. 305, Justino Mártir dice todavía: ‘que entre nosotros se ven hombres y mujeres que poseen el don de la profecía’”.

El mismo Papa, comentando una profecía de San Gregorio, a quien califica de verdadero profeta, deja claro que el santo no sólo preveía el futuro, como también orientaba al pueblo de acuerdo con los designios de Dios:

“Se conocen muchos firmes vaticinios de santos conferidos por el Espíritu Santo. En efecto, San Gregorio (Lib. 10 epist. 36, indict. 3) después de deplorar lo que acontecía en Italia y el mal que sus amigos y defensores le infringían, a saber, los ministros del emperador y sobre todo Juliano Scribone, dice (Col.1066, t.2.): ‘sin embargo no os contristéis del todo con éstos, porque los que vivieren después de nosotros verán tiempos aún más deplorables, de modo que en comparación con su tiempo considerarán felices nuestros días’. Se constató que San Gregorio fue un verdadero profeta. En efecto, si la Iglesia fue vejada del modo más atroz bajo los emperadores heréticos, después se siguió el peor de todos los males, porque tuvo inicio la secta mahometana y su expansión en casi todo el mundo cristiano”[11].

En las bulas de canonización de algunos santos quedó constatado su espíritu profético. Así, por ejemplo, en la bula de canonización de San Pedro de Alcántara se lee: “Previó con lumen profético cosas remotísimas cuanto al espacio y al tiempo”.

Y en la bula de canonización de San Francisco Javier: Dios iluminó con espíritu profético su siervo, al cual constituyera como la luz de los gentiles”.

Afirmaciones en el mismo sentido se encuentran en las bulas de canonización de San Pascual Baylon, Santa Francisca Romana, Santa María Magdalena de Pazzi, Santa Rosa de Lima y Santa Margarita de Cortona.

El Pontífice transcribe además visiones proféticas de San Pio V, Santa Catalina de Boloña, San Columbano, San Gregorio VII, San Anono, obispo de Colonia, y San Arnulfo, abad, agregando que otros casos pueden ser encontrados en obras de Tomás Bózius y de Bagata[12].

 

3 – La profecía puede extenderse al discernimiento del pasado

No obstante que la profecía se refiera generalmente al futuro, ella sin embargo no se restringe a éste. También es dado al profeta discernir el pasado y los pensamientos íntimos de los corazones. El discernimiento del pasado consiste en conocer con lucidez cristalina —auxiliada por gracias especiales— las relaciones profundas entre las causas y los efectos de los acontecimientos.

Por eso, el profeta, colocado frente a determinadas tendencias y doctrinas de su época, puede remontar con facilidad a las causas primeras y más ocultas que las originaron, hayan sido ellas virtuosas o pecaminosas.

A esto se suma que, en muchas ocasiones, le es dado discernir el operar de Dios y del demonio en las instituciones, razas, pueblos, linajes, etc., a lo largo de la Historia. Así le es posible analizar, explicar y juzgar con acierto los hechos pasados por medio de los presentes, y viceversa.

El Papa Benedicto XIV, por ejemplo, deja claro que la profecía puede extenderse a las cosas del pasado más remoto: “La profecía es la pre-cognición de las cosas futuras. Sin embargo, a veces se extiende a las cosas pasadas de las cuales no había ni recuerdo, ni señales seguras, como también al conocimiento actual de las cosas distantes y ocultas, como aún a los pensamientos íntimos de los corazones. Así, el Profeta es aquel que conoce divinamente aquellas cosas que están fuera del alcance de los sentidos y del conocimiento natural, y es capaz de manifestarlas”[13].

* * *

En vista de los textos citados, afirmar que tal o cual persona pueda poseer un discernimiento profético providencial, es enteramente conforme a la ortodoxia en términos de doctrina católica. Fue en ese sentido que, en esta obra, afirmamos el carácter profético de la misión de Plinio Corrêa de Oliveira.


[1] Este apéndice es inédito.

[2] Cfr. no. 1.

[3] Cfr. no. 3.

[4] No está en el objetivo de este trabajo exponer la doctrina católica entera sobre el profetismo, sino sólo dar los elementos suficientes para la finalidad de este apéndice. 212. Comm. in Math. Cap. XI.

[5] Comm. In Math. Cap. XI.

[6] L´Eglise du Verbe Incarné, Cardenal Journet, Desclée de Brouwer, Paris, 1962, 3ª Ed., vol. 1, pp.174-175.

[7] Cfr. Cardenal Journet, op. cit. pp. 174-175.

[8] Idem pp. 174-175.

[9] Commentaria in Scripturam Sacram – In Prophetas Proemium, Ludovicum Vives, Paris, 1875, tomo 11, p.43.

[10] Próspero Lorenzo Lambertini, nacido en Boloña en 1675, y fallecido en Roma en 1758.

[11] Benedicti XIV, Opus de Servorum Dei Beatificatione et Beatorum Canonizatione, t.III., cap. 47, no.1, Prati, Tipographia Andina, 1840.

[12] Cfr. op. cit., loc. cit.

[13] Op. cit., Cap.45, no.1.


 

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