Plinio Corrêa de Oliveira

D. Antonio de Castro Mayer

D. Geraldo de Proença Sigaud

Luis Mendonça de Freitas

 

Socialismo y

Propiedad Rural

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Sección I

 LA OFENSIVA DEL SOCIALISMO CONTRA LA PROPIEDAD RURAL


TÍTULO II

LA “REFORMA AGRARIA” OBJETIVO GENUINAMENTE

SOCIALISTA Y ANTICRISTIANO

 

CAPÍTULO I: El socialismo, falseando el cuadro de la realidad brasileña,

preconiza la “Reforma Agraria

 

 ¿Cuál es la ideología que va transformando las mentalidades con respecto al agricultor?

¿Cómo explicar un proceso de transformación tan profundo en la opinión pública nacional?

¿Cuál es el nombre, cuál el contenido de esa ideología que va insinuándose paulatinamente en los espíritus, mientras se van esfumando, bajo la acción del olvido, las antiguas convicciones?

Conviene, sobre manera, responder a estas preguntas, para comprender el sentido profundo de esa transformación y los fines últimos a que ella conduce.

Ideología minoritaria que se infiltra

Trátase de una ideología que se implantó gradualmente en algunos pequeños círculos “avanzados”. Favorecida por una profunda predisposición de nuestro ambiente, se viene infiltrando paralelamente en los más variados medios políticos, sociales, técnicos y hasta religiosos. Esa infiltración se opera a través de un curioso proceso que más adelante describiremos [1].

Es la ideología socialista

Es el socialismo en marcha, en sus múltiples variantes: el socialismo ateo y radical, el socialismo laico y “moderado”, y el socialismo llamado “católico”. En efecto, la mentalidad socialista e igualitaria ha intentado varias veces disfrazarse de católica, con no pequeña confusión de los espíritus [2].

Por el socialismo se explica la "Reforma Agraria Socialista"

Para tener certeza de que es la propagación del socialismo que impele los espíritus a la “Reforma Agraria Socialista”, es necesario hacer una rápida exposición de la doctrina socialista, de su concepción del universo, de la moral, de la sociedad, de la economía y del Estado. De esta manera se aclarará que la “Reforma Agraria Socialista” se ajusta al socialismo con la exactitud con que, en un raciocinio bien hecho, la conclusión se ajusta a las premisas.

Esta exposición será objeto del próximo capítulo.

 

CAPÍTULO II: La doctrina socialista es incompatible con la propiedad y la familia

 

La doctrina socialista

El socialismo, considerado como doctrina que abarca todos los campos mencionados en el capítulo anterior, puede resumirse sucintamente en algunos puntos principales:

a) Materialismo

b) Endiosamiento del placer, horror al dolor

En el universo sólo existe la materia. Dios, el alma, la vida futura, son quimeras.

En consecuencia, es estrictamente justo que todos los hombres procuren, con el auxilio de la Ciencia, la felicidad completa en esta vida. Mientras no se consiga este objetivo, es necesario proporcionar a cada cual el mayor número posible de placeres, y evitar en lo posible, todo esfuerzo o sufrimiento.

c) Igualitarismo radical

Todas las desigualdades, sean de fortuna, de prestigio, de cultura o cualquier otra, son injustas en sí mismas. Por consiguiente, es injusta la desigualdad entre las propiedades grandes, medias y pequeñas y, sobre todo, es injusto el régimen del salariado en que un patrono, alegando el derecho de propiedad, explota al trabajador rural, exigiendo para sí parte del producto del trabajo, que debería ser enteramente de éste.

d) Abolición de la familia y de la propiedad. Totalitarismo

En el estado actual de la evolución humana, ya es posible abolir la propiedad, la jerarquía social, la familia (esta última es una fuente evidente de desigualdades), y reconocer que el Estado es el único titular de todos los derechos. Al Estado, dirigido por obreros y campesinos, competirá mantener la igualdad plena entre los hombres.

Esta será la forma más desarrollada de la vida social en nuestros días.

e) La supervivencia del régimen de la propiedad privada es causa de ruina económica

f) Abolición final del Estado. La anarquía, meta suprema

Consecuencias:

Todo evoluciona constantemente en el universo. La propiedad privada es una forma económica y social superada y que va arrastrando a la crisis, y por fin al colapso, a los países que se aferran a ella. Además de ser injusta en sí misma la propiedad es, pues, enemiga del interés público.

En el futuro, agregan ciertos socialistas, la evolución del universo y del hombre será tal, que ni siquiera subsistirá el Estado. Será la anarquía [3], que esos utopistas conciben como posible sin desorden ni confusión.

Es superfluo demostrar cuánto diverge esta doctrina de nuestra tradición católica. Nos limitamos, en el Capítulo III de este Título, a exponer declaraciones de varios Papas sobre el socialismo.

a) el propietario rural es injusto poseedor y fautor de la ruina económica del País

b) "Reforma Agraria Socialista"

Cumple acentuar aquí que, aplicada a los problemas del campo, tal doctrina no puede dejar de tener como consecuencia la idea de que el propietario es un ocupante injusto de tierras que deberían ser distribuidas entre todos. La existencia de propiedades desiguales es contraria a la evolución de la humanidad en su estado presente, y provoca terribles crisis. Es, y no podría dejar de ser, una causa muy importante de la crisis actual.

 El Estado debe, por lo tanto, distribuir las tierras. Una indemnización enteramente proporcionada al valor de las mismas será imposible. Si está a su alcance, será tal vez buena política que el poder público dé a los propietarios actuales una pequeña compensación. Pero, en rigor, ni a esto estaría obligado, puesto que el derecho de propiedad es un mito nocivo para los Estados y para las sociedades, que la evolución va barriendo. Deberá ser, pues, esta indemnización, lo más pequeña que estratégicamente sea posible.

c) Lucha de clases

Según esta concepción igualitaria, cada vez que se forma una élite es, ipso facto, defraudadora de la mayoría. Mayoría y élite minoritaria son fuerzas necesariamente en lucha. Es el mito pagano de la lucha de clases, tantas veces condenado por los Papas y cuyo resultado final es el aniquilamiento de las élites por la masa, el triunfo de la cantidad sobre la calidad y la ruina de todos en la esclavitud del Estado-patrono.

El sistema socialista es, según se ha visto, lo opuesto de la idea tradicional y cristiana de una conjugación natural de intereses entre la propiedad, el trabajo y el Estado. En la concepción nueva, el propietario pasa, automáticamente, de benemérito a parásito. Volveremos más adelante a un estudio comparativo entre el socialismo y la doctrina católica.

Una objecion: del reparto de las propiedades resurgirá espontáneamente la desigualdad

Pero, dirá un igualitario ingenuo, debido a la misma naturaleza de las cosas, la tendencia socialista no acarreará, sino por poco tiempo, la supresión de la desigualdad de las tierras. En efecto, divididas así las tierras, esa desigualdad, tan inicua y nociva, reaparecerá prontamente. Unos trabajarán más, por ejemplo, y comprarán las tierras de otros menos sanos o esforzados. Añádase que el hijo único heredará más que aquel que tenga diez hermanos. ¿Cómo mantener entonces esa igualdad soñada?

Al análisis de esta cuestión raras veces baja el hombre de la calle, tan atareado y oprimido en nuestros días. Y la habilidad de los demagogos lo evita cuidadosamente, pues obligaría a respuestas prematuras para nuestro ambiente “atrasado”…

Respuesta: la igualdad total conduce al dirigismo totalitario, o sea, al comunismo

Pero la consecuencia de la repartición obligatoria de las tierras es clara. O se da al Estado un poder totalitario para reprimir la prosperidad de los más capaces y de los más esforzados, o el régimen estrictamente igualitario no permanecerá. Además, o se suprime, no sólo la herencia, sino también la familia, o los padres se verán continuamente tentados de acumular bienes clandestinos para favorecer a sus hijos. El grande, el único, el verdadero propietario y señor será el Estado. Los agricultores serán meros ocupantes cuyas parcelas él redistribuirá, de cuando en cuando, para mantener la igualdad.

En holocausto a la utopía igualitaria será, pues, necesario inmolar las instituciones más naturales y sagradas... y esto con enorme perjuicio para el propio trabajador. Buena razón tenía Pío XI al observar que “la supresión de la propiedad privada habría de redundar no en utilidad, sino en daño extremo de la clase obrera” [4].

 

El derecho de propiedad nace de la naturaleza del hombre

En la raíz de la oposición entre la tesis socialista, contraria a la propiedad privada, y la tesis católica, favorable a esta última, hay una diferencia de concepción respecto de la naturaleza humana.

Para el socialismo, el hombre no es sino una pieza en ese inmenso engranaje que es el Estado.

La doctrina católica lo ve con otros ojos.

Todo ser vivo es dotado por Dios de un conjunto de necesidades, de órganos, y de aptitudes que están colocados entre sí en una íntima y natural correlación. Esto es, los órganos y las aptitudes de cada ser se destinan directamente a atender sus propias necesidades.

El hombre se distingue de los otros seres visibles por tener un alma espiritual dotada de inteligencia y de voluntad. Por el principio de correlación que acabamos de enunciar, la inteligencia sirve al hombre para conocer sus necesidades y saber cómo satisfacerlas. Y la voluntad le sirve para querer y hacer lo necesario para sí. Está, pues, en la naturaleza humana conocer y escoger lo que le conviene.

Ahora bien, estas facultades no serían útiles al hombre si no pudiera establecer un nexo entre sí y aquello que necesita. ¿Qué adelantaría, por ejemplo, el habitante del litoral con saber que en el mar existen peces, cómo se pescan, tener una voluntad firme de enfrentar las olas y efectuar la pesca, si no pudiera formar un nexo con el pez pescado, de forma que pueda traerlo a la tierra y disponer de él, para su alimento, con exclusión de cualquier otra persona? Ese nexo se llama, en el caso, apropiación. El pescador se torna propietario del pez. Este derecho de propiedad resulta para él —y, por tanto para cualquier persona— de su naturaleza de ser inteligente y libre. Y Dios creó los seres útiles a los hombres, para que éstos se sirvieran de ellos, habitualmente por apropiación.

Si es lícito al hombre adueñarse de ese modo de los bienes que existen sin dueño en la naturaleza, y consumirlos, por la misma razón puede apropiárselos, no ya para consumirlos, sino para hacer de ellos instrumentos de trabajo. Así, aquél que se adueña de un pez, no para comerlo, sino para usarlo como cebo. Esta verdad es todavía más fácil de comprender cuando alguien toma un objeto inapropiado y sin utilidad, el sílex, por ejemplo, y afilándolo, le confiere una utilidad que antes no tenía. Pues bien, esta nueva utilidad del sílex es producto del trabajo, y todo hombre, por ser naturalmente dueño de sí, es dueño de su trabajo y del fruto de éste.

Pero el hombre ve que sus necesidades se renuevan. Su naturaleza, capaz de comprender y temer el peligro de un suministro inestable, pero deseosa por sí misma de estabilidad, le mueve a disponer los medios para garantizarse contra las incertidumbres del futuro. Y así, es lícito que, además de ser dueño de bienes y de medios de producción, acumule, por el ahorro, el producto de su trabajo, previniendo así el futuro. Y, llegando el caso, se vuelva también dueño de la fuente de producción. La apropiación de reservas muebles y de bienes inmuebles, se justifica así enteramente.

Notemos, antes de pasar adelante, que el fundamento del derecho de propiedad, en sus varios aspectos, está, pues, en la naturaleza racional y libre del hombre.

 

“Reforma Agraria Socialista” y familia

Nos hemos referido, de paso, a la colisión en perspectiva entre la “Reforma Agraria Socialista” y la familia. El asunto merece ser un poco mejor analizado.

Nada de común, en apariencia, existe entre estos dos temas: “Reforma Agraria Socialista” y familia. Si consideramos la abundancia de material publicado hasta aquí en pro o en contra de la “Reforma Agraria Socialista” (por lo menos en la medida que hemos podido conocerla) nada encontraremos que indique un nexo entre uno y otro.

a) Afinidades entre la familia y la propiedad

Sin embargo, el problema de las relaciones entre la “Reforma Agrarias Socialista” y la institución de la familia se impone. De hecho, desde los albores de la Historia existen la familia y la propiedad privada. Y no se trata, entre una y otra institución, de una coexistencia fría y fortuita, sino de una simbiosis íntima que viene durando ininterrumpidamente hasta nuestros días. Esta simbiosis indica ya, a primera vista, una afinidad profunda, ligando la propiedad privada y la familia. Esta afinidad ¿no será el resultado de un nexo natural indisoluble entre ambas? Si es así, ¿qué consecuencias no acarreará para la familia, el golpe que la “Reforma Agraria Socialista” se propone descerrajar contra la institución de la propiedad privada?

Para un alma genuinamente cristiana e impregnada de los sentimientos de amor y veneración que la institución de la familia merece, tal pregunta no puede dejar de interesar.

b) También la familia se funda en la naturaleza del hombre

c) La propiedad y la familia nacen de la misma raíz

Junto con el derecho de apropiarse, la naturaleza humana engendra también el derecho de constituir familia.

No es difícil de mostrar la correlación entre la propiedad y la familia. Efectivamente, los gastos de la manutención del hogar y la digna educación de los hijos, incumben, naturalmente a su jefe. Así es como se constituye en favor de aquélla, y sobre el trabajo de  éste, un derecho natural más próximo y más grave que los eventuales derechos de la sociedad. Tal derecho tiene por objeto no sólo lo que el hombre gana, sino también lo que acumula. Toda vez que un hogar acarrea para el cabeza de familia cargas mayores que las del soltero y que estas cargas se refieren a una sociedad naturalmente estable, cual es la familia, los argumentos que justifican el derecho de propiedad toman tal fuerza, considerados en función de la misma, que, en cuanto trabajar, acumular y prosperar puede, no raramente, ser para un individuo aislado más un derecho que un deber, para el jefe de familia es, en general, más un deber que un derecho. Recíprocamente, cuando el hombre está en situación de ganar lo necesario para la digna sustentación de más de una persona, tiende, salvo en casos de vocación especial, a constituir un hogar. Su condición de propietario con recursos mayores a sus necesidades le lleva a ser jefe de familia. Propiedad y familia son, pues, instituciones conexas, más aún, connaturales.

Por otra parte, consideradas en función de la naturaleza del hombre, las relaciones que él tiene con su esposa y sus hijos, se ve fácilmente que éstas descansan en un principio afín a aquel por el cual, en virtud de su naturaleza, el hombre tiende a ser propietario. En efecto, entre esposo y esposa se establece una apropiación mutua, que se extiende a los hijos, carne de su carne y sangre de su sangre.

La relación entre propiedad y familia resalta con más claridad aún cuando comparamos la situación que una y otra crean para el hombre, y la situación de éste en el régimen socialista o comunista, en que ninguna de ellas existe.

La naturaleza del hombre le lleva a establecer nexos más directos con algunas cosas y relaciones más próximas con ciertas personas. Ser propietario, tener familia, son situaciones que le dan una justa sensación de plenitud, de personalidad. Vivir como átomo aislado, sin familia, ni bienes, entre una multitud de personas extrañas, le da una sensación de vacío, de anonimato y aislamiento, que es para él, profundamente antinatural.

Es fácil percibir así la íntima conexión existente en lo más profundo del alma, entre el derecho que el hombre tiene de poseer bienes, y el derecho que tiene de formar una familia. Entre ésta y la propiedad hay, diríamos, una comunidad de raíz y una reversibilidad. La Iglesia es tutora, por misión divina, tanto del derecho de propiedad como de la familia. En el ejercicio de esta misión, Ella protege implícitamente valores inestimables, esto es, derechos esenciales del alma humana, y respalda la dignidad que para el hombre proviene de su condición de ser espiritual y de cristiano.

d) ... d) El socialismo y la “Reforma Agraria Socialista” atacan la raíz común a ambas instituciones

e) Efectos de la implantación de la “Reforma Agraria Socialista”, sobre la institución de la familia

Por el contrario, el socialismo, inspirador de la “Reforma Agraria Socialista” niega, en la raíz, el principio de que el hombre, ser espiritual, inteligente y libre, sea dueño de sí, de sus potencias y de su trabajo. Para él, todo esto pertenece a la colectividad. Por esto mismo, niega también, lógicamente, la familia.

Obtenida eventualmente la inmensa victoria de la abolición de la propiedad rural grande y mediana, por medio de la “Reforma Agraria Socialista”, el socialismo, robustecido con esta conquista, ¿no se lanzará contra el derecho de herencia? Y, el día en que también llegue a eso, ¿quién tendrá fuerzas para impedir que ataque directamente la propia existencia de la institución de la familia?

La “Reforma Agraria Socialista” abre, por lo tanto, las puertas a la decadencia y después a la ruina de la familia, puesto que procede de una ideología que niega la propia raíz doctrinaria de esta última. De ahí un nexo entre “Reforma Agraria Socialista” y familia.

f) Salvedad importante

Evidenciándolo, no queremos decir que sea ésta la intención de todos los propugnadores de la “Reforma Agraria Socialista” o de la mayoría de ellos. Pero quien pone inadvertidamente el hacha en la raíz del árbol, no puede esperar que no caiga porque, al dar el golpe, no tenía intención de derribarlo… 

 

CAPÍTULO III : Consecuente incompatibilidad del socialismo

con la doctrina de la Iglesia

 

Los dos últimos Capítulos demostraron que el socialismo es  incompatible con la doctrina católica, bien por su concepción del universo y del hombre, bien porque alcanza a dos instituciones que son pilares de la civilización cristiana, esto es, la propiedad y la familia.

Por el simple hecho de ser hostil a la propiedad y a la familia, el socialismo sería incompatible con la doctrina católica, aun cuando no tuviera una concepción errónea del universo y del hombre. Es este un hecho que resalta, y sobre el cual, por  la importancia que tiene, volveremos en este Capítulo.

Si tal es la incompatibilidad entre el socialismo y la Religión Católica, preguntará tal vez el lector ¿cómo explicar que los Papas hayan hablado tanto contra el comunismo y nada, o casi nada, sobre el socialismo?

Existe en esto un equívoco. Los textos pontificios contra el socialismo son muy numerosos.

Antes de transcribir algunos de ellos conviene hacer una distinción entre los diversos sentidos que viene recibiendo la palabra “socialismo”.

Dicho vocablo tiene hoy aplicaciones muy variadas que van desde el rojo intenso del “socialismo marxista” hasta el rosado diluido, casi blanco, del “socialismo cristiano” o “socialismo católico”. Y no es raro encontrar, reivindicando el rótulo socialista para sus ideas, ya sea comunistas declarados, o izquierdistas mucho menos radicales, o bien, en fin, burgueses sin tendencias políticas o sociales definidas, pero de índole tranquila y de sensibilidad humanitaria y naturalista un tanto coloreada de influencia cristiana.

A toda esta gama de personas, la afirmación de que el socialismo está condenado por la Iglesia puede causar extrañeza. Dedicamos, pues, un Capítulo a elucidar las dudas que eventualmente se pueden presentar a tal respecto.

 

Textos Pontificios esclarecedores

a) Los Papas condenan el socialismo

El socialismo comenzó a tener una importancia particular desde el pontificado de Pío IX (1846-1878). Comenzamos, pues, con un texto de este Papa.

«Trastorno absoluto de todo orden humano»

… tampoco desconocéis, Venerables Hermanos, que los principales autores de esta tan abominable intriga, no se proponen otra cosa que impulsar a los pueblos, agitados ya por toda clase de vientos de perversidad, al trastorno absoluto de todo orden humano de las cosas, y a entregarlos a los criminales sistemas del nuevo Socialismo y Comunismo” [5].

León XIII, su sucesor (1878-1903), se inmortalizó por la sabiduría con que trató la cuestión social, y por el afecto paterno que manifestó a los obreros, sujetos entonces en gran parte, a una inmerecida pobreza. Llegó a decirse que el gran Papa puso las bases del llamado socialismo cristiano. Error flagrante: en los documentos de León XIII, el socialismo es objeto de condenaciones frecuentes, graves, incisivas. Veamos algunas:

«Mal horrendo»

Comunismo, Socialismo y Nihilismo, horrendos males y casi muerte de la sociedad civil [6].

«Ruina de todas las cosas»

Porque suprimido el temor de Dios y el respeto a las y leyes divinas, menospreciada la autoridad de los príncipes, consentida y legitimada la manía de las revoluciones, sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro freno que el castigo, ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de todas las cosas. Y aún precisamente esta ruina y trastorno es lo que, a conciencia maquinan y expresamente proclaman unidas las masas de comunistas y socialistas [7].

Secta destructora de la sociedad civil

…aquella secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistas, comunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y estrechamente coligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan, que tiempo ha concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil. Estos son ciertamente los que, según atestiguan las divinas páginas, ‘mancillan la carne, desprecian la dominación y blasfeman de la majestad’” (Jdt. epist. v. 8) [8].

Secta pestífera

A todos, finalmente, es manifiesto con cuán graves palabras y cuánta firmeza y constancia de ánimo nuestro glorioso predecesor Pío IX, de f. m., ha combatido, ya en diversas alocuciones tenidas, ya en encíclicas dadas a los Obispos de todo el orbe, contra los inicuos intentos de las sectas, y señaladamente contra la peste del socialismo, que ya estaba naciendo de ellas [9].

Turba demoledora

…los socialistas y otras turbas de sediciosos, que porfiadamente maquinan por conmover hasta en sus cimientos las naciones [10].

«Secta abominable»

Poned, además, sumo cuidado en que los hijos de la Iglesia católica no den su nombre a la abominable secta ni le hagan favor bajo ningún pretexto [11].

Enemigo de la sociedad y de la Religión

…tenemos necesidad de corazones audaces y de fuerzas unidas, en una época en que la mies de dolores que se desenvuelve ante nuestros ojos es demasiado vasta, y en que se van acumulando sobre nuestras cabezas formidables peligros de perturbaciones ruinosas, en razón, principalmente, del poder creciente del socialismo. Esos socialistas se insinúan hábilmente en el corazón de la sociedad. En las tinieblas de sus reuniones secretas y a la luz del día, con la palabra y con la pluma, incitan las muchedumbres a la sedición; rechazada la disciplina de la religión, descuidan los deberes, exaltando solamente los derechos, y atraen a las multitudes de necesitados, de día en día más numerosos, que, por causa de las dificultades de la vida, son más fácilmente seducidos y arrastrados al error. Se trata al mismo tiempo de la sociedad y de la Religión. Todos los buenos ciudadanos deben tomar a pecho salvaguardar una y otra con honra [12]).

Peligro para los bienes materiales, la moral y la Religión

...era de Nuestro deber, advertir públicamente a los católicos sobre el grave error que se oculta bajo las teorías del socialismo y del gran peligro que de ahí resulta, no sólo para los bienes exteriores de la vida, sino también para la integridad de las costumbres y para la Religión [13].

«Planta siniestra»

…”la Iglesia del Dios vivo”, que es “columna y fundamento de la verdad (1 Tim. 3, 15), enseña aquellas doctrinas y preceptos con que se atiende de modo conveniente al bienestar y vida tranquila de la sociedad y se arranca de raíz la planta siniestra del socialismo” [14].

«Mortal pestilencia»

Los comunistas, los socialistas y los nihilistas son una “mortal pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y la conduce al peligro extremo de ruina [15].

Negación de las leyes humanas y divinas

Los socialistas, los comunistas y los nihilistas “nada dejan intacto o íntegro de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente determinado para la seguridad y decoro de la vida [16].

El socialismo diverge diametralmente de la Religión Católica

...aunque los socialistas, abusando del mismo Evangelio para engañar más fácilmente a los incautos, acostumbran a forzarlo adaptándolo a sus intenciones, con todo hay tan grande diferencia entre sus perversos dogmas y la purísima doctrina de Cristo, que no puede ser mayor. Porque, ‘qué participación puede haber de la justicia con la iniquidad, o qué consorcio de la luz con las tinieblas?’ (2 Cor. 6, 14) [17].

Estos textos no dejan lugar a duda, en cuanto a la oposición entre la doctrina socialista, vista en sus principios filosóficos, sociales, económicos, etc., y la doctrina de la Iglesia. Ellos constituyen la condenación de la doctrina socialista considerada en toda su extensión [18].

b) Las condenaciones pontificias no abarcan únicamente al socialismo radical:

Socialismo moderado

Pero, de León XIII a nuestros días la palabra “socialismo” se fue extendiendo paulatinamente, llegando a abarcar sistemas que tienen algo de afinidad con el socialismo que llamaríamos “pleno”, pero que son, sin embargo, distintos a él en alguna forma.

Hay, por ejemplo, escuelas socialistas que procuran confinar-se en el campo social y económico absteniéndose de cualquier presupuesto religioso o filosófico. Estas escuelas tienen presentes solamente los problemas de producción y consumo, afectando dar a sus adeptos la mayor libertad de opinión en lo demás. Sin embargo, en realidad, también este socialismo es incompatible con la doctrina católica. Pues, aparentando no tomar posición filosófica o religiosa, en el fondo es materialista, pues quiere organizar la sociedad y la economía como si en el mundo sólo hubiese materia, y solamente tuvieran importancia los problemas de la materia.

Hay aún otras escuelas, que también se titulan socialistas, pero que difieren en dos aspectos del socialismo tal como éste se presentaba en tiempo de Pío IX y León XIII:

1. — En cuanto a sus objetivos, no pretenden una socialización [19] completa de todos los campos de la existencia humana, sino sólo de algunos de ellos, a veces de muy pocos;

2. — En cuanto a los métodos, no desean transformaciones sociales bruscas y violentas, sino graduales y pacíficas.

Estas escuelas o corrientes — comparadas con el socialismo radical y absoluto, con el socialismo marxista, por ejemplo — tienen un aspecto evidentemente atenuado. Entretanto, también ellas (entre las cuales sobresale la de Henry George, que propugna la socialización de la tierra y la conservación de la iniciativa privada en los otros sectores de la economía) son inconciliables con la doctrina católica.

Las reformas propuestas por esos matices socialistas — unas más moderadas, otras menos — miran, si no a la abolición total de la iniciativa privada y de la propiedad particular, por lo menos a la limitación de una y de otra, en medida incompatible con la naturaleza del hombre [20].

Socialismo “católico”

Igual censura se puede hacer a la variante socialista de carácter distribucionista y rótulo cristiano, que considera la sociedad como el fin del hombre. De conformidad con esta escuela, toda producción que excediera de las necesidades de cada familia, en lugar de formar el patrimonio familiar, iría a la colectividad. Como se ve, para este sistema, la familia, considerada como unidad de producción, mira solamente a la subsistencia; error que impide economizar, pues el superávit de esa producción es patrimonio de la sociedad. Este sistema socializa la producción.

De una manera general, los socialistas llamados católicos o cristianos, aceptan la disociación entre los fundamentos filosóficos del socialismo y sus aspectos económicos y sociales. Rechazan aquéllos y admiten éstos, por lo menos en cierta medida. Y fiados en que la victoria de un socialismo moderado no acarree persecuciones a la Religión, anhelan la llegada de un orden de cosas socialista y cristiano. Con lo que anteriormente dijimos, los errores de este sistema ya quedaron señalados [21].

Las enseñanzas de Pío XI

Para corroborar a los católicos en la condenación de las escuelas socialistas “moderadas”, “cristianas” o “católicas”, la Encíclica “Quadragesimo Anno” fue de gran valor. En ella enuncia Pío XI, con toda claridad, el problema que surge de la pluralidad de sentidos que, después de León XIII, fue tomando la palabra “socialismo”.

 

La bifurcación del socialismo

Historiando la evolución del término “socialismo”, escribe el Papa: “No menos profunda que la del régimen económico es la transformación que desde León XIII ha sufrido el socialismo, con quien principalmente tuvo que luchar Nuestro Antecesor. Entonces podía considerarse todavía sensiblemente único, con una doctrina definida y bien sistematizada; pero luego se ha dividido principalmente en dos partes, casi siempre contrarias y llenas de odio mutuo, sin que ninguna de las dos reniegue del fundamento anticristiano, propio del socialismo [22].

 

El comunismo

“Una parte del socialismo sufrió un cambio semejante al que indicábamos antes respecto a la economía capitalista, y dio en el comunismo. Enseña y pretende, no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, y por todos los medios, aun los más violentos, dos cosas: la lucha de clases encarnizada y la desaparición completa de la propiedad privada” [23].

 

El socialismo moderado

Después de varias consideraciones sobre el comunismo, el Pontífice prosigue hablando de la facción moderada del socialismo: “La parte que se ha quedado con el nombre de socialismo es ciertamente más moderada, pues no sólo profesa que ha de suprimirse toda violencia, sino que, aun sin rechazar la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada, las suaviza y modera de alguna manera. Diríase que, aterrado por sus principios y por las consecuencias que se siguen del comunismo, el socialismo se inclina y en cierto modo avanza hacia las verdades que la tradición cristiana ha enseñado siempre solemnemente, pues no se puede negar que sus peticiones se acercan muchas veces a las de quienes desean reformar la sociedad conforme a los principios cristianos.

“La lucha de clases, sin enemistades y odios mutuos, poco a poco se transforma en una como discusión honesta, fundada en el amor a la justicia; ciertamente, no es aquella bienaventurada paz social que todos deseamos, pero puede y debe ser el principio de donde se llegue a la mutua cooperación de las profesiones. La misma guerra a la propiedad privada se restringe cada vez más y se suaviza de tal modo que, al fin, ya no es la posesión misma de los medios de producción lo que se ataca, sino cierto predominio social que contra todo derecho se ha tomado y arrogado la propiedad. Y de hecho, semejante poder no pertenece a los que poseen, sino a la potestad pública. De este modo se puede llegar insensiblemente hasta el punto de que estos postulados del socialismo moderado no difieran de los anhelos y peticiones de quienes desean reformar la sociedad humana fundándose en los principios cristianos. En verdad que con toda razón se puede defender que se pueden legítimamente reservar a los poderes públicos ciertas categorías de bienes, aquellos que llevan consigo tal preponderancia económica que no se podría, sin poner en peligro el bien común, dejarlos en manos de los particulares.

“Estos deseos y postulados justos ya nada contienen contrario a la verdad cristiana, ni tampoco son, en verdad, reivindicaciones propias del socialismo. Por tanto, quienes solamente pretendan eso, no tienen por qué agregarse al socialismo [24].

 

Falsa conciliación

Pero no vaya alguno a creer que los partidos o grupos socialistas, que no son comunistas, se contenten todos, de hecho o de palabra, con eso sólo. Los más llegan a suavizar en alguna manera la lucha de clases o la abolición de la propiedad, no a rechazarlas.

“Ahora bien; esta mitigación, y como olvido de los falsos principios, hace surgir, o mejor, a algunos les ha hecho plantear indebidamente esta cuestión: la conveniencia de suavizar o atemperar los principios de la verdad cristiana, para salir al paso del socialismo y convenir con él en un camino intermedio. Hay quienes se ilusionan con la aparente esperanza de que así vendrán a nosotros los socialistas. ¡Vana esperanza! Los que quieran ser apóstoles entre los socialistas, deben confesar abierta y sinceramente la verdad cristiana plena e íntegra, sin connivencias de ninguna clase con el error.

“Procuren primeramente, si quieren ser verdaderos anunciadores del Evangelio, demostrar a los socialistas que sus postulados, en lo que tienen de justos, se defienden con mucha mayor fuerza desde el campo de los principios de la fe cristiana y se promueven más eficazmente por la fuerza de la caridad cristiana [25].

 

Una quimera: el bautismo del socialismo

“Pero, ¿qué decir en el caso de que el socialismo de tal manera se modere y se enmiende en lo tocante a la lucha de clases y a la propiedad privada, que no se le pueda ya reprender nada en estos puntos? ¿Acaso con ello abdicó ya de su naturaleza anticristiana? He aquí la cuestión, ante la cual se quedan perplejos muchos espíritus. Y son muchos los católicos que, sabiendo perfectamente que nunca pueden abandonarse los principios católicos ni suprimirse, parecen volver sus ojos a esta Santa Sede y pedir con instancia que resolvamos, si ese socialismo está suficientemente purgado de sus falsas doctrinas, de tal suerte que, sin sacrificar ningún principio cristiano, pueda ser admitido y en cierto modo bautizado. Para satisfacer, según Nuestra paternal solicitud, a estos deseos, decimos: El socialismo, ya se considere como doctrina, ya como hecho histórico, ya como «acción», si sigue siendo verdaderamente socialismo, aun después de sus concesiones a la verdad y a la justicia en los puntos de que hemos hecho mención, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, porque su manera de concebir la sociedad se opone diametralmente a la verdad cristiana.

Según la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza social, ha sido puesto en la tierra para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad ordenada por Dios (Cfr. Rom. 13, 1), cultive y desarrolle plenamente todas sus facultades para gloria y alabanza de su Creador; y cumpliendo fielmente los deberes de su profesión o de su vocación, sea cual fuere, logre la felicidad temporal y juntamente la eterna. El socialismo, por lo contrario, completamente ignorante y descuidado de tan sublime fin del mundo y de la sociedad, pretende que la sociedad humana no tiene otro fin que el puro bienestar material.

La división ordenada del trabajo es mucho más eficaz para la producción de los bienes que los esfuerzos aislados de los particulares; de ahí deducen los socialistas la necesidad de que la actividad económica (en la cual sólo consideran el fin material) proceda socialmente. Los hombres, dicen ellos, haciendo honor a esta necesidad real, están obligados a entregarse y sujetarse totalmente a la sociedad en orden a la producción de los bienes. Más aún, es tanta la estima que tienen de la posesión del mayor número posible de bienes con qué satisfacer las comodidades de esta vida, que ante ella deben ceder y aun inmolarse los bienes más elevados del hombre, sin exceptuar la misma libertad, en aras de una eficacísima producción de bienes. Piensan que la abundancia de bienes que ha de recibir cada uno en ese sistema para emplearlo a su placer en las comodidades y necesidades de la vida, fácilmente compensa la disminución de la dignidad humana, a la cual se llega en el proceso “socializado” de la producción. Una sociedad cual la ve el socialismo, por una parte, no puede concebirse sin el empleo de una gran violencia, y por otra, entroniza una falsa licencia, puesto que en ella no existe verdadera autoridad social: ésta, en efecto, no puede basarse en las ventajas materiales sino que procede de Dios, Creador y último fin de todas las cosas (Encíclica Diuturnum)” [26].

 

Socialismo cristiano, una contradicción

Si acaso el socialismo, como todos los errores, tiene una parte de verdad (lo cual nunca han negado los Sumos Pontífices), el concepto de la sociedad que le es característico y sobre el cual descansa, es inconciliable con el verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero [27].

 

Consecuencia

La consecuencia no podría ser más clara. Aun el socialismo moderadísimo, y que incluso procure ostentar el rótulo católico es incompatible con la doctrina de la Iglesia.

Alcance de esta consecuencia

Esta consecuencia tiene un alcance realmente práctico en lo referente a la “Reforma Agraria Socialista”. Es posible, en efecto, que a lo largo de los obstáculos que ésta encuentre en su camino, algunos proyectos parezcan más “moderados”, más cautelosos, en una palabra, menos alarmantes para el “fazendeiro”, aunque atentatorios, de uno u otro modo al derecho de propiedad. No habiendo en nuestro ambiente mucha claridad de principios acerca de las múltiples modalidades del socialismo y de lo que hay de condenable también en el socialismo “moderado”, podrá suceder fácilmente que ciertas sugestiones de cuño diluídamente socialista sean aceptadas como inofensivas y hasta conciliatorias.


NOTAS

[2] Cfr. D. Antonio de Castro Mayer, “Carta Pastoral sobre problemas del apostolado moderno” — Traducción en lengua castellana, edición de Librería Católica Acción, Buenos Aires, 1959. — En el Capítulo III de este Título, trataremos más detenidamente este punto.

[3] En el sentido etimológico: “an” = sin, no; “arxé” = gobierno.

[4] Encíclica “Quadragesimo Anno”, de 15 de mayo de 1931 — A.A.S., vol. XXIII, página 191.

[5] Pío IX, Encíclica “Noscitis et Nobiscum”, de 8 de diciembre de 1849 - “Colección Completa de Encíclicas Pontificias”, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, página 121.

[6] León XIII, Encíclica “Diuturnum Illud”, de 29 de junio de 1881 — A.A.S., volumen  XIV, pág. 12 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide - 1896).

[7] León XIII, Encíclica “Humanum Genus”, de 20 de abril de 1884 — A.A.S., volumen XVI, pág. 428 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1906).

[8] León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 — A.A.S., vol. XI, pág. 369 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1893).

[9] Ídem, pág. 371.

[10] León XIII, Encíclica “Libertas Praestantíssimun”, de 20 de junio de 1888 —A.A.S., vol. XX, pág. 601 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1887, 1888).

[11] León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 — A.A.S., vol. XI, pág. 376 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1893).

[12] León XIII, Encíclica “Graves de Communi”, de 18 de enero de 1901 — A.A.S., volumen XXXIII, pág. 393 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1900, 1901).

[13] Ídem, pág. 385.

[14] León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de 28 de diciembre de 1878 — A.A.S., vol. XI, págs. 371-372 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1893).

[15] Ídem, pág. 369.

[16] Ídem, pág. 369.

[17] Ídem, pág. 372.

[19] (Nota de los autores para la edición en castellano). El término “socialización” — que, al contrario de lo que se ha propalado, no existe en el texto oficial latino de la Encíclica “Mater et Magistra”. (Cfr. A.A.S., vol. LIII, N° 8, págs. 401 a 464) — encierra varios sentidos. En algunos de ellos la “socialización” es compatible con la doctrina de la Iglesia; en otros no. En este libro, los autores siempre emplean el vocablo en el sentido de marcha hacia el socialismo.

[21] Ídem.

[22] Pío XI, Encíclica “Quadragesimo Anno”, de 15 de mayo de 1931 — A.A.S., volumen XXIII, pág. 212.

[23] Ídem, pág. 213.

[24] Ídem, págs. 213-214.

[25] Ídem, pág. 214.

[26] Ídem, págs. 215-216.

[27] Ídem, pág. 216.