“Moisés, tal vez el hombre más grande que haya existido, ¡porque Jesucristo es Dios!” (4/9)

 


A D V E R T E N C I A

Este texto es excerta de una trascripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a corresponsales y esclarecedores de la TFP. Traducción y adaptación por este sitio. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

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“Santo del Día”, 21 de octubre de 1971

 

“Moisés, tal vez el hombre más grande que haya existido, ¡porque Jesucristo es Dios!” * Cuarenta años en el río chino, los cuarenta años de lucha de Moisés, preparando a los judíos para entrar en la tierra prometida * Un viaje con una brillante orquestación de heroísmos, cóleras, apostasías, arrepentimientos e inconmensurables perdones * Jefe de Estado, juez de las doce tribus, patriarca, legislador y general, sin perder un ápice de su profunda humildad * La fuerza de Moisés procedía de su Fe en Dios, que su humildad hacía brillar. Este conquistador era gentil y este líder era más humilde que el más humilde de sus compañeros de viaje

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[Lectura y comentarios del artículo “Moisés”, de André Frossard, publicado en la revista francesa “Historia” n.º 289, diciembre de 1970].

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Moisés, tal vez el hombre más grande que jamás haya existido, porque Jesucristo es Dios.

 La entrada ya es francesa. Tiene esa síntesis que caracteriza el espíritu francés. Creo que esto es sencillamente magnífico.

Su vida pública, que comenzó a los ochenta años, se desarrolló bajo un cielo tormentoso, solo iluminado de vez en cuando por el interludio pastoral de una dulzura sin mañana.

 En otras palabras: es una vida de tragedias, con algunos episodios muy dulces. Pero pronto desembocan en otra tragedia. ¡Su vida es terrible!

Pero también Uds. verán cómo fue glorificado. Cómo cayeron mil a su izquierda y diez mil a su derecha. El final de Moisés es una verdadera belleza.

Hizo de Israel un pueblo, una religión en marcha, alineada en torno a su ley, como un ejército en torno a su bandera.

 No sé si Uds. se dan cuenta de lo bien expresada que está la obra de Moisés. Es decir, aquellos judíos que vivían en Egipto eran un montón de esclavos, sin derechos, sin constitución, sin nada. Eran un segmento racial. Él transformó ese magma étnico en un pueblo, y convirtió a ese pueblo en una religión en marcha. Porque, realmente, su religión tomó otra consistencia, otra amplitud, otro tamaño durante aquellos cuarenta años de vagabundeo por el desierto, que parecen cuarenta años inútiles, pero que fueron cuarenta años en los que se prepararon para ocupar la tierra prometida.

El “Río Chino” (*) seguía y seguía y seguía… No había manera de que pudieran entrar en la tierra prometida. Pero, con una síntesis totalmente francesa, este autor explica lo que pasó.

Es decir, durante los cuarenta años de espera, se convirtieron en un pueblo y luego en una religión en marcha, “dispuestos en torno a su ley, como un ejército en torno a su estandarte. Cuando entraron en la tierra de Israel, ya estaban completamente estructurados para ser el gran pueblo que fueron después.

* Cuarenta años en el río Chino, que fueron los cuarenta años de lucha de Moisés, prepararon a los judíos para entrar en la tierra prometida.

 Así se ve esos cuarenta años del Río Chino, que fueron los cuarenta años de lucha de Moisés, como la maduración de algo, cuando nadie imaginaba que algo estuviera madurando.

Vean Uds. lo mucho que hay de fecundo en el Río Chino. Y que el Río Chino es una condición para llegar a la tierra prometida. Y que, por lo tanto, también para nosotros, nuestro Río Chino es muy formativo. Un día lo verán mejor que hoy.

La prodigiosa elocuencia de este tartamudo llena el Antiguo Testamento con sus sonoridades de bronce, cuyo rugido wagneriano hace rodar eternamente sus poderosas olas bajo los pacificados cielos del Evangelio.

¡Es fenomenal! Creo que no necesita comentario. El pacificado cielo del Evangelio y la poderosa onda de la voz de este tartamudo —porque Moisés era, en efecto, tartamudo—, ¡de este tartamudo de gran elocuencia!

Nació bajo el signo de la primera persecución antisemita registrada en la historia, en una fecha que aún hesitamos en fijar entre los siglos XV y XIII antes de la era cristiana. Roma no era más que una tenue ondulación de colinas desiertas a orillas del Tíber. Y la Acrópolis, una terraza desnuda, una especie de escabel avanzado del mar, para una representación del genio que aún no había comenzado.

La civilización seguía dos ríos: el Nilo y el Éufrates. Y empezaba a dar algunos frutos prometedores en una isla mediterránea, Creta, plataforma inicial de las artes, las leyes y las técnicas del mundo occidental.

Vean como en una sola palabra lo bien definido que está el papel de Creta. Y sigue adelante.

blank Egipto ofrecía entonces el modelo terminado de estas sociedades antiguas, en las que, para la frágil felicidad de una élite, se combinaban armoniosamente una elevada inteligencia religiosa orientada hacia la magia, el refinamiento más extremo de los sentidos y la dureza más refulgente de las costumbres políticas. Las magníficas estatuas de las tumbas del Nilo expresan perfectamente esta mezcla de espiritualidad superior, rigor y sensualidad.

 Perfectamente descrito. Porque [las estatuas] tienen algo de espiritualidad, ocultista, pero la tienen. Por otro lado, ¡qué rigor y qué sensualidad tienen! Cualquiera de esas figuras está perfectamente descrita en ese tríptico.

Tiesas, con lblankos brazos pegados a los lados, avanzan el pie, como los granaderos ingleses en los desfiles, y, bajo la estilizada melena en forma de cola, el rostro yergue en la noche sus rasgos geométricos de astro iluminado por la extraña sonrisa de la muerte.

 No tengo derecho a hacer comentarios.

* “Y subió al trono de Egipto un rey que no había conocido a José”

 Ininterrumpidamente, los judíos habían sido atraídos a Egipto por la esperanza de seguridad que les proporcionaba el poder de José, el hijo de Jacob y Raquel, quien, gracias a la previsión de su genio, se había convertido en primer ministro del reino.

Se les dieron buenas tierras en el país de Gessen, entre el delta del Nilo y los lagos de Amers (por donde ahora pasa el canal de Suez), una provincia tranquila a una distancia razonable del poder central.

En algunas generaciones, el país se inundó de estos protegidos de José, multiplicados por la felicidad, hasta el día, dice la Escritura, en que subió al trono de Egipto “un rey que no había conocido a José” (…)

 Estas expresiones de la Escritura son de un hermoso estilo poético. Es el Espíritu Santo hablando. Un rey que no había conocido a José. Es decir, si hubiera conocido a José, tal era José que la persecución de los judíos hubiera sido imposible.

Pero la gran desgracia era que este rey no había conocido a José. Y por eso el pueblo se desesperó. ¿Es posible elogiar más a un José, que en la sola frase “no conoció a José”? Aquí no es el talento, ¡es el genio! Ya no es el genio, ¡es la inspiración! Sube a nuevas alturas.

(…) y empezó a echar una mirada descontenta sobre esta población exótica, cuya masa creciente desafiaba poco a poco el censo.

Entonces comenzaron las desdichas para Israel. Las lanzas egipcias volvieron de pronto sus puntas contra aquellos a quienes hasta entonces habían protegido. El sol de Gessen, cuyo crepúsculo se había extendido sobre un paisaje idílico, se alza sobre un campo de concentración, el trabajo sigue al trabajo, bajo el silbido de los garrotes; un pueblo, antaño feliz, mira atónito a sus muñecas encadenadas, y el sollozo del exilio se forma y se eleva en miles de torsos demacrados por los trabajos forzados.

 Entonces empiezan a darse cuenta de que están exiliados. Es con el maltrato cuando se dan cuenta de que están exiliados. Pero ¿eso podría decirse de un modo más bello? “el sollozo del exilio se forma y se eleva” …

Desde los trabajos forzados hasta las masacres más o menos disimuladas, el proceso de persecución racial no varía mucho con el tiempo. Al principio, se teme el rápido crecimiento de una población minoritaria, de la que se finge esperar las peores traiciones. Luego se les despoja sucesivamente de todos sus derechos para reducirlos a un cautiverio preventivo.

Esto es lo que hizo el rey que “nunca había conocido a José”, temiendo, según él, que, en caso de guerra, los judíos se aliaran con los enemigos de Egipto.

 * La grandeza de un reino era igual a su peso en monumentos capaces de resistir el conjuro permanente de la arena y el viento”.

 Después de privar a los ciudadanos de su libertad, generalmente se percibe que pueden proporcionar una mano de obra de las más ventajosas.

El trabajo forzado sigue de cerca a la degradación civil: los judíos fueron obligados, a golpe de látigos, a cocer ladrillos, trabajo interminable en un país en lucha constante contra las invasiones del desierto y en el que la grandeza de un reino era igual a su peso en monumentos capaces de resistir el conjuro permanente de la arena y el viento.

 ¡Es un escritor consumado! “El conjuro permanente de la arena y el viento”.

Israel se sumergió en el trabajo y no puede decirse que engordara, entre el calor de los hornos y el calor del sol.

 No se trata solamente de Moisés, sino del espíritu francés. ¡Con qué síntesis luminosa este hombre dio su interpretación de la persecución nazi de los judíos! Porque eso es exactamente el método nazi. Así es como se desarrolló. Y él, “eterno passant”, da esto con más riqueza, con más jugo, con más interés, de forma más atractiva que cualquier articulista de cualquier periódico.

Dios dio estas cosas a quien quiso. Se acabó. Y nos toca a nosotros —hijos de la admiración que somos— admirar también lo que no es nuestro. No solo admirar lo que es nuestro, sino lo que no es nuestro.

Pero los hombres tienen al menos una diferencia con los animales salvajes: el cautiverio no les quita el valor de reproducirse. El Israel encarcelado siempre proliferaba. El Faraón inició entonces la segunda fase de su obra: la masacre encubierta.

Llamadas a palacio, se pidió a las comadronas que mataran a todos los recién nacidos varones. Ellas rehuyeron la misión con una hábil excusa: las mujeres judías —dijeron— son más fuertes que las egipcias, y no tendremos tiempo suficiente para llegar antes de que hayan dado a luz.

 * “Israel, exhausto en su miseria, recibió la orden oficial: todos los niños recién nacidos deben ser arrojados al río. Moisés es uno de ellos”

 El crimen no pudo cometerse en secreto, así que el Faraón decidió decretarlo obligatorio. Israel, exhausto en su cantera de miseria, recibió la orden oficial: todos los varones recién nacidos debían ser arrojados al río. Moisés es uno de ellos.

 Se introduce la historia de Moisés. ¿Hay más arte que esto?

Su madre lo había escondido durante tres meses. Como ya no podía esconderlo, cogió una pequeña caja de juncos, que recubrió de betún y alquitrán, como si fuera un barco. Allí reclinó al niño sobre un lecho de hojas y, seguida de su hija, fue a depositar el frágil recipiente en la orilla del río, entre los juncos.

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El destino de Israel flotaba en el agua, protegido de la corriente por un débil abanico de cañizos. A poca distancia, la hermana del niño miraba. Y la propia madre, un poco más lejos, temerosa de denunciar a su hijo con su presencia, pero incapaz de resignarse a perderlo de vista, esperaba un milagro.

Entonces apareció la hija del Faraón, que había venido a bañarse, seguida de sus sirvientes. Al acercarse al río, vio la caja entre los juncos. La sacó, levantó la ligera cubierta de juncos y descubrió, sobre un lecho de hojas, a un bebé que lloraba.

Mientras las agitadas sirvientas se entregaban a un parloteo inútil, la joven hermana, al ver a la princesa conmovida, se animó a hablar. Con admirable empeño, se ofreció a buscar una ama de leche, que pronto fue encontrada: su madre, todavía muy pálida, y que fue inmediatamente contratada.

Es magnífico, ¿verdad? ¡Miren la ligereza de la narración!

Enseguida, la hija del Faraón trató al niño como si fuera su hijo y le puso el nombre de Moisés, “porque yo lo saqué del agua”, dijo. El nombre de Moisés se compone en realidad de “Moy”, que significa agua, y la terminación “esès”, salvado.

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Los críticos modernos, que se sentirían menos modernos si no contradijeran siempre a los antiguos, prefieren que el nombre sea de origen egipcio: “mosu”, que significa niño. Pero la tradición es tenaz. La Biblia es precisa, y habría que tener un exceso de conocimientos etimológicos para ignorar que lo primero que hacen las niñas es bautizar a sus muñecas antes de elegir un nombre para sus hijos. Y ninguna mujer se ha conformado nunca con llamar a su hijo solamente por su sexo.

 Es muy cierto. El argumento psicológico está muy bien planteado.

Así que el nombre de Moisés persiste, evocando el rescate del fundador del judaísmo. De hecho, como el propio fundador del judaísmo creía, sin haber leído a los autores modernos, …

 ¡Nada como un papirotazo francés! ¡Pam! El oponente ha caído.

… y seguimos llamando “moisés” a estas cunas, en las que nuestros hijos navegan solamente sobre nubes de sueños.

De los siguientes ochenta años, la historia solo ha conservado dos acontecimientos: un asesinato y una boda.

 * ¿Cómo es posible tornar ameno un tema tan serio? Lo ameno y serio es más ameno que lo ameno y no serio

Llamo la atención de Uds. para sobre cómo es posible tornar ameno un tema tan serio. Y cómo lo ameno y serio es más ameno que lo ameno y no serio. Por lo tanto, ¡cuánta amenidad hay en lo serio! Porque si lo ameno serio es más ameno que lo ameno no serio, entonces lo serio es ameno. De eso no hay escapatoria.

Educado por los mejores maestros, el hijo adoptivo de la princesa se convirtió en una figura importante, hasta el día en que el espíritu de justicia, que la convivencia con los grandes del mundo no había podido apartar de su predestinado corazón, le hizo perder de un plumazo todos los honores y privilegios de la protección real.

Viendo un día que un egipcio maltrataba a uno de aquellos hebreos, sus hermanos, de que siempre le habían ocultado sus sufrimientos, Moisés esperó a quedarse a solas con aquel que torturaba. Lo mató y lo enterró en la arena.

No había nadie alrededor y creyó que estaba a salvo. Pero al día siguiente iba a medir el alcance de su error. Dos hebreos se enzarzaron en una discusión delante de él. Tratando de separarlos, el más agresivo de los dos le gritó:

“¿Quién te ha nombrado juez? ¿Pretendes por acaso asesinarme como hiciste con el egipcio?”.

Temiendo que el Faraón no tardara en buscarlo para condenarlo a muerte, Moisés huyó al país de Madián, al otro lado de los lagos, en algún lugar al norte de la casi isla del Sinaí.

 Ya se ve lo precavido que era Moisés. Hoy diríamos temeroso. Pero era inteligente. Le bastó ver que su crimen había sido proclamado por alguien para decir: “El Faraón me tiene”. Así que huyó para lejos. Quería ponerse en gran seguridad. No se avergüencen de los que aman la seguridad. Moisés, un héroe, supo amar la seguridad.

Nada más llegar, tomó con avidez una tercera oportunidad para meterse en líos, lanzándose con los puños cerrados contra unos rudos pastores que trataban de impedir que unas jóvenes sacaran agua para sus ovejas. Estas muchachas eran hijas de Jethro, un sacerdote de Madián que más tarde se convirtió al judaísmo. Y entre ellas eligió Moisés a su esposa, Séphora, cuyo nombre significa “pájaro”.

Así comenzó la vida del gigante de Éxodo, como un romance de la Tabla Redonda. El joven héroe defensor de la ley abandona el palacio real, recorre el mundo lanza en mano, venga a los oprimidos, apoya a los débiles, castiga a los malvados y se casa con la pastora.

La gigantesca figura del custodio de la Ley, sublime interlocutor de Dios, ocultará a nuestros ojos esta caballeresca entrada en escena. Es más, en lugar de ser la pastora la que se convierte en princesa, es el príncipe el que se hace pastor.

Durante largos años, Moisés llevará una existencia oscura en las tierras de Madián, una existencia feliz que recuerda la vida oculta de Jesús en el taller de Nazaret, por la humildad de su condición y el velo de intimidad que la cubre.

 La vida de aquellos profetas que precedieron a Nuestro Señor prefiguraba al Mesías. No solo predicaron, sino que su vida prefiguraba [al Mesías].

* Las curiosas concordancias entre la vida de Moisés y la de Nuestro Señor Jesucristo.

Existen curiosos paralelismos puramente formales entre la vida del primer profeta de Israel y la del Mesías. El nacimiento de ambos va acompañado o seguido de una masacre de inocentes, decretada por el poder establecido. Y la precariedad del cobijo: el pesebre en el que el Señor tomó contacto con este mundo inhóspito recuerda a una cuna de mimbre, expuesta a la piedad de los transeúntes, bajo el reinado de un Faraón presa de la misma fiebre constructora que dominaría a Herodes el Grande trece siglos después.

En la vida de Jesús y en la de Moisés, un largo período de silencio precede a las tormentas de la vida pública, iluminada muchas veces por prodigios inesperados. Jesús multiplica los panes. Y los copos de maná caen ante Moisés. Moisés cruza el Mar Rojo con los pies secos, y Jesús camina sobre las aguas.

Ambos aparecen en medio de un pueblo sometido, al que muestran el camino de la liberación; ambos dan una ley al pueblo judío, ambos se transfiguran en la cima de una montaña.

 ¡Es magnífico!

Pero las verdaderas semejanzas místicas escapan a la debilidad de nuestra mirada y el paralelismo histórico se limita a las imágenes. El sacrificio pedido a la madre de Moisés, la Madre de Cristo lo sentirá con todo su horror sobre la roca del Calvario.

 ¿Uds. entienden lo hermoso y grande que es eso? Es decir, Nuestra Señora tuvo que hacer por Nuestro Señor lo que hizo la madre de Moisés: lo expuso al peligro. Lo entregó a las corrientes del Nilo, es decir, lo entregó a la muerte.

Jesús abandona libremente la casa de su padre adoptivo cuando ha llegado su hora. Moisés es enviado, no sin cierta resistencia por su parte, como se verá.

Los milagros de Cristo manifiestan su divinidad, los milagros de Moisés atestiguan la omnipotencia de Otro. La Ley del Sinaí, destinada únicamente al pueblo judío, lo distingue de las demás naciones y le da el sello de una elevación colectiva; la Ley del Evangelio se dirige a todos los hombres a través del pueblo judío y da a todo hombre que viene a este mundo el poder extraordinario de participar en la existencia de Dios.

Para el cristiano, la tierra prometida es una prefiguración del reino de los cielos, y la gran jornada sangrienta de los Hebreos a Canaán, con su resplandeciente orquestación de heroísmos, cóleras, apostasías fenomenales, arrepentimientos y perdones inconmensurables, anuncia este lento acercamiento a la alegría a través del sufrimiento del amor que se llamará vida cristiana.

 * Una jornada con su resplandeciente orquestación de heroísmos, cóleras, apostasías fenomenales, arrepentimientos y perdones inconmensurables.

 ¿Conocen ustedes también otra jornada que tenga una “resplandeciente orquestación de heroísmos, cóleras, apostasías fenomenales, arrepentimientos y perdones inconmensurables”? ¿No describe esto también otra cosa? ¿No es el curso de nuestro Río Chino muy parecido a esto?

Moisés puso los cimientos de la Biblia, una base formidable sobre la que descansa para siempre la continuidad de los textos sagrados. Jesús no escribió nada, pero cuando el último profeta colocó su última vidriera en la noche de la espera, Él hizo entrar Su luz en el edificio.

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Cristo con el gladio en la boca (Sainte Chapelle, París)

 ¿Han comprendido la imagen? Es preciosa, ¿verdad? Después de que San Juan Bautista haya colocado su última vidriera, el Sol de Justicia sale y entra por todas las vidrieras, ¡y se ve que es Jesús! “lorsque le dernier prophète eut posé son dernier vitrail dans la nuit de l’attente, il a fait entrer sa lumière dans l’édifice’’.

Fue en el sur del país de Madián, en el macizo del Sinaí, donde Dios se reveló por primera vez al pastor Moisés, a través del crepitar de una zarza que ardía, pero cuyas ramas no eran consumidas por las llamas. Cuando Moisés se acercó a ver este prodigio, oyó una voz que le llamaba desde en medio de la zarza, como una madre que llama a su hijo: ¡Moisés! ¡Moisés!…

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 Moisés y la zarza ardiente, de Jacob van Maerlant, Rijmbijbel, siglo XIV.

¡Qué hermosa interpretación de esa voz! A primera vista nos da la impresión de una voz que debería asustarnos, pero él la interpreta como una madre que llama a su hijo: ¡Moisés!, ¡Moisés! …

La voz que había llamado a Moisés le ordenó que liberara a los Hebreos del Faraón. El tiempo de su esclavitud había terminado y sonó para ellos el momento de emprender, bajo la dirección del profeta, el gran viaje a la tierra prometida, a ese país de Canaán, “donde manaba leche y miel”.

Pero el misionero se resiste a su vocación. Su humildad presenta al Eterno toda una serie de argumentos, el más conmovedor de los cuales sale como un estribillo: tartamudea; ¿quién escucharía a un líder aquejado de semejante enfermedad?

— No soy hombre de palabras fáciles; manda a otro, te lo ruego. Mi lengua siempre me ha avergonzado, y no solo ahora por la emoción que siento ante ti; …

 ¡Qué belleza! O sea, tri-tartamudeó delante de Dios.

… Señor,  no ves a un tartamudo como un profeta, ¿verdad?

* El tartamudo será profeta y tal profeta, dice el Deuteronomio, que nunca habrá otro como él en Israel: el único que Dios ha elegido cara a cara.

¡Sí, lo será! El tartamudo será profeta y, como nos dice el Deuteronomio, jamás surgirá nadie en Israel igual a este hombre herido…

 ¡Qué elogio! ¡Qué cosa tan fabulosa!

… «a quien Dios en su amor había elegido cara a cara».

 Es otra hermosa noción: la del único profeta a quien Dios eligió cara a cara. Dios se le apareció, le habló y le eligió. Es ¡algo hermoso!

Flanqueado por su hermano Aarón, armado con poderes sobrenaturales simbolizados por un bastón, Moisés fue a pedir al Faraón la libertad de Israel. El Faraón respondió añadiendo más maldad: el Estado ya no suministraría la paja necesaria para fabricar ladrillos, pero los judíos, amenazados con una mayor brutalidad, tendrían que entregar la misma cantidad cada día.

Diez veces pronuncia Moisés una exhortación ante el trono: “¡Dejad, dejad ir a mi pueblo!”, seguida cada vez de un prodigio, imitado, además, cada vez con éxito por los eminentes hechiceros de la corona, diestros en prácticas mágicas y finos conocedores de encantamientos.

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Uds. ven lo hermoso de eso. Va con Aarón, para que Aarón hable por él, porque Aarón es la palabra y Moisés es la presencia. Y entonces uno se da cuenta de cómo la presencia es más que la palabra. Porque Dios reservó la presencia para su profeta y dio al otro la tarea de hablar.

Va con un palo. Hay que imaginar el palacio del Faraón, Moisés entrando, lleno de valor —aunque era un criminal ante la ley de Egipto—, lleno de valor, y anunciando al Faraón cuál era la voluntad de Dios. Y esta lucha entre los ángeles que hacían milagros por orden de Dios y los demonios que imitaban los prodigios de Moisés. En otras palabras, por cada milagro que realizaba un ángel, un demonio realizaba el mismo milagro a través de los sacerdotes egipcios.

* Nueve veces el aterrorizado Faraón prometió poner fin al cautiverio de Israel, y nueve veces no cumplió su palabra

Nueve veces prometió el aterrorizado Faraón poner fin al cautiverio de Israel, y nueve veces no cumplió su palabra, después de haber obtenido del profeta que se anularan los efectos de su cayado calamitoso.

Así, en primer lugar, las aguas de Egipto se convirtieron en sangre; en segundo lugar, una invasión de ranas cubrió el país y se extendió por casas y palacios, hasta el lecho de su Majestad.

En tercer lugar, tocado por el bastón del profeta, el polvo del suelo se convierte en una nube de mosquitos. Los magos llamados entonces, que habían tenido éxito en los dos casos anteriores, ahora fracasan; y le dicen al Faraón: “Es el dedo de Dios”. Pero el Faraón no les cree.

En cuarto lugar, enjambres de moscas atacan a los egipcios y perdonan a los hebreos. En quinto lugar, una plaga hace perecer solamente al rebaño egipcio.

 Este Faraón es “Na-Ne” (**) hasta el final. ¡Es un prodigio de “Na-Ne”! ¡Se puede imaginar lo que sería el orgullo de  Faraón!

En sexto lugar, la población se cubre repentinamente de úlceras (los hechiceros del gobierno, que llevaban varios días alejados del caso, lo abandonan todo y acuden también a tratarse).

En séptimo lugar, graniza a punto de destruir un caballo de bronce.

En octavo lugar, una avalancha de langostas desciende sobre el territorio y devora todo lo que el granizo no destruyó.

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En noveno lugar, tres días de impenetrables tinieblas sumen a Egipto en la noche y la inmovilidad de las tumbas. 

Para que al Faraón no le importase, ¡es que era el “Na-Ne” más prodigioso de todos los tiempos! Ahora bien, debemos tener en cuenta que los enemigos de la causa católica son siempre así. Y no se debe imaginar que, si un santo se presentara ante un Brezenev o cualquier otro, obtendría resultados muy diferentes.

Vale decir que el racionalismo ateo y su nieto adulterino, el racionalismo clerical, no tienen ninguna dificultad en atribuir una explicación natural a cada uno de estos milagros, así como a todos los demás que Moisés realizó a partir de entonces.

No hay nada más común, dicen, que una invasión de mosquitos, langostas o ranas en un país caluroso y pantanoso. Los orientales suelen estar plagados de úlceras y cubiertos de moscas, y sus animales mueren constantemente de peste, etc.

En cuanto a las famosas tinieblas, si no es un eclipse de sol, es un efecto de la arena, que el viento del desierto levanta a menudo en nubes tan espesas que oscurecen la luz del día.

¿Qué puede ser más fácil de organizar que los viajes de los saltamontes y los encuentros con las ranas?

Pues bien, los egipcios llevaban siglos practicando la astronomía (las medidas de las pirámides son el resultado de cálculos astronómicos extraordinariamente precisos) y probablemente sería tan difícil conseguir que aceptaran un eclipse de sol como un miraje como hacer creer hoy al director de un observatorio que hay un hombre en Venus. Pero el racionalismo integral no desdeña refutar la hipótesis de un milagro con hipótesis milagrosas.

 Siempre es la voltereta francesa. Sigamos.

Cuando el Mar Rojo se abra ante los Hebreos y se cierre sobre sus perseguidores, será una iniciativa del viento del levante. O del mistral…

Más vale cerrar la Biblia que leerla en semejante estado de ánimo. … 

Es una gran verdad.

* La décima plaga de Egipto, la decisiva, fue también la más dolorosa: todos los primogénitos murieron en una noche.

 … Arrancada de lo sobrenatural que la guía, la lleva y la produce de forma visible o invisible, la historia del pueblo judío pierde todo su sentido, y el libro que la cuenta no es más que un brazado de leña seca que ha caído de la zarza.

La décima plaga de Egipto, la decisiva, fue también la más pavorosa: todos los primogénitos murieron en una noche, y el Faraón, derrotado, concedió el “paso” (la Pascua, según el hebreo) al pueblo de Moisés.

Esa noche, los judíos la pasaron en pie, “con los riñones ceñidos, las sandalias en los pies, el bastón de viaje en la mano”, comiendo “con prisa y miedo” el cordero que Él había ordenado matar a cada familia, dispuestos a partir a la primera señal. Tal es el origen de la Pascua judía, celebrada cada año en recuerdo de la salida de Egipto. 

Que será la celebración de la Resurrección de Nuestro Señor, que es también el paso de la muerte a la vida, y, por tanto, la Pascua. Por eso se llama la Pascua de Resurrección.

Antes del amanecer, sus columnas se pusieron en marcha bajo la lúgubre mirada de los egipcios, que les instaban a apresurar la marcha desde sus casas enlutadas. Más allá de la ciudad de Ramsés, todas las columnas se unieron, formando un inmenso mar alrededor de Moisés y Aarón.

 ¡Qué escena tan majestuosa! Permanecieron despiertos toda la noche y al amanecer —para que los egipcios pudieran verlos partir— salieron. Y los egipcios, aplastados y humillados por un poder sobrenatural, dejaron salir a estos hombres, que para ellos eran bestias de carga. Habiendo perdido ya su rebaño, perdían una interminable mano de obra esclava. Era una terrible merma para Egipto. Todos quietos y los judíos pasando …

* Todo prestigio es insignificante cuando se trata de hacer el bien

 ¡La victoria a los ojos de Egipto, de este Moisés que había producido estos hechos! Imagínense el prestigio de Moisés a los ojos de los judíos. Verán lo insignificante que es todo prestigio cuando se trata de conseguir que la gente haga el bien … Cuando se trata de hacer el mal, es fácil. Cuando se trata de hacer el bien, el prestigio es cero.

Seiscientos mil hombres, dice la Escritura —sin contar las mujeres, los niños y toda una hueste de inmigrantes sospechosos que se habían unido al grupo—, estaban a punto de partir a pie a través de los peligros del desierto, mientras que detrás de ellos, cada vez más lejano, un sordo rumor de desesperación se desvanecía poco a poco.

Este viaje, este purgatorio entre el infierno de los ladrillos y las delicias deseables de Canaán, durará cuarenta años, más o menos el tiempo necesario, señalan los comentaristas, para que se vaya una generación y surja otra.

 También es terrible, ¿no? Muy pocos de los que empezaron [el viaje] llegaron.

En lugar de tomar la ruta directa desde la costa, bloqueada por los gigantescos Filisteos, armados hasta los dientes y cuyo aterrador aspecto habría llevado a la expedición a dar rápidamente media vuelta hacia la seguridad de la prisión, se intentó un largo tramo arenoso por el lado del Mar Rojo.

Pero el infierno, que una mano poderosa había entreabierto, ya se está arrepintiendo de haber dejado escapar a su presa. El recuerdo de las nueve pruebas divinas se ha desvanecido, y aún no había terminado de llorar a las víctimas de la décima cuando los corazones, humanizados por un momento por el dolor, se enfrían de nuevo ante los cálculos políticos.

El Faraón, que empieza a reaccionar, se da una palmada en la frente y piensa que es un gran tonto y ve en el giro de camino de Moisés una excelente oportunidad para recuperar su mano de obra a buen precio.

Pronto se reúnen los carros y los caballos y se ponen en marcha para detener a los hebreos atrapados por el mar y conducirlos de vuelta a los hornos de los ladrillos, que habían quedado vacíos desde su partida. …

 * “Israel oyó de repente el ruido ensordecedor del ejército lanzado en su alcance. Y por primera vez el pueblo aterrorizado se volvió contra Moisés”.

Israel, precedido por una columna de nubes, oscura de día, luminosa de noche, que señalaba el camino, oyó de repente el ruido sordo y ensordecedor del ejército lanzado en su alcance. La nube de polvo que se alzaba en el horizonte traía la muerte, y por primera vez el pueblo aterrorizado se volvió contra Moisés:

 En otras palabras, en lugar de confiar, se queja…

¿No había suficientes cementerios en Egipto para que nos llevaras tan lejos a morir? ¿No te dijimos con razón, cuando hablabas de libertad, que la servidumbre vale más que este miserable final en el desierto?

 En otras palabras, aquí queda claro que Moisés tuvo que vencer resistencias para convencerlos de que se marcharan y que no quisieron escuchar la palabra de Moisés, enviado de Dios. Y que, por tanto, entraron en el desierto con el alma debilitada. Y en cuanto se presentó una oportunidad para la infidelidad, la practicaron.

Ahora, vean la ingratitud. ¿Por qué no van a Moisés y le dicen, como sería normal: “Tú que has demostrado que eres enviado de Dios, por favor, reza ahora con nosotros y sálvanos”? No. Recriminaciones: “Nosotros teníamos razón, no tú; vamos a entregarnos”.

Se ve una especie de aversión a Dios, hasta el punto de querer volver al cautiverio. En lugar de la solución de la confianza, tan suave, tan dulce, no. Es la solución de la desconfianza y el deseo de volver al cautiverio.

¿Acaso preferir a los egipcios antes que a Moisés no es lo mismo que preferir a Barrabás antes que a Jesús? ¡Y no solo lo hacen los judíos! Lo hacen todos los que se dejan tentar en la Fe o en una virtud que es el corolario de la virtud de la Fe, que es la virtud de la Confianza.

* Dios dijo a Moisés: “¡Levanta tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide las aguas!”.

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El mar cercano les prohibía incluso la esperanza de escapar, y la caballería desplegada desplegaba sus alas sobre los fugitivos cuando Dios dijo a Moisés:

“¡Levanta tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide las aguas!

 ¿Uds. se dan cuenta de la fe que Moisés necesitaba? ¡Porque estaba liquidado!

Había anochecido. Las escuadras egipcias dejaron descansar a sus monturas, esperando organizar el regreso de los cautivos al día siguiente. Moisés levantó su cayado, extendió la mano sobre el mar y, poco antes del amanecer, todo el pueblo había cruzado a la otra orilla, ¡entre dos muros líquidos levantados a derecha e izquierda por el racionalista viento de levante!

El ejército egipcio se lanzó en su persecución, pero los carros, demasiado pesados, se empantanaron, los animales, presos del pánico, sembraron el desorden en la caballería, y mientras los dragones desmontados pataleaban bajo los vientres de sus caballos, entre el estruendo y las maldiciones de la artillería encenagada, el mar, liberado por la mano de Moisés, se precipitó sobre el campo de maniobra y se encontró consigo mismo, allanando con sus olas al ejército sumergido.

 * Al otro lado del mar estaba el desierto. Una tierra árida, donde los sufrimientos de la sed y el hambre levantaban nuevas revueltas contra Moisés, calmadas por nuevos milagros”

 Al otro lado del Mar Rojo estaba el desierto. Una tierra árida, sembrada de vegetación marchita, donde los sufrimientos de la sed y el hambre levantaron nuevas revueltas contra Moisés, calmadas por nuevos milagros.

Ya ven Uds. cómo es el hombre. Así son todos los seres humanos. No tiene sentido que venir con broncas contra los judíos, porque así es todo ser humano. Recibe favores de Dios, y en la primera vez que se ve acorralado, viene y dice: “Mira, llegó la hora; va a ocurrir lo que yo predije”. El profeta de desgracias siempre se equivoca.

Brotó agua de la roca golpeada por el bastón del profeta, y una mañana la multitud hambrienta vio una gelatina insólita alrededor del campamento: el maná, parecido a la semilla de cilantro, blanco y con el agradable sabor de la torta de miel.

Este alimento, que David llamará “el pan de los ángeles”, nunca faltará durante el viaje. Se recogía cada mañana, temprano porque se derretía al sol. Y siempre era en tal cantidad que cada uno recibía la cantidad exacta que necesitaba, excepto la víspera del sábado, cuando caía una cantidad doble, para poder hornearlo para el día siguiente. Fuera de este día excepcional, no era aconsejable almacenarlas, ya que los gusanos se instalaban en las existencias en cuanto se colocaban en potes.

Restaurada, la columna partió, barrió a un ejército de agresores beduinos, en una batalla en la que se distinguió un joven capitán llamado Josué. Y así llegó, tres meses después de salir de Egipto, ante una impresionante masa de enormes bloques, rojos y azules, amontonados en desorden, tan alta como el cielo: el Sinaí.

 Es el Sinaí. ¡Qué hermosa descripción del Sinaí!

* En el Sinaí, rodeado de tormentas, Moisés recibe las tablas de la Ley, escritas por el dedo de Dios.

Desde el día en que Moisés oyó la voz que le llamaba a través de la zarza, la extraordinaria conversación no cesó. El Eterno, dice la Escritura, habló a Moisés “como un amigo habla a su amigo”. …

 ¿No es precioso?

… Le había revelado su nombre: “Yo soy el que soy”

 Además, el resto no es un nombre, ¿verdad? Soy lo que soy. Soy lo que soy, esa es la fórmula.

… (en hebreo Yahvé, de donde un error vocálico hizo de Jehová), fórmula —podría decirse respetuosamente— de tal incandescencia metafísica …

Es verdad.

… que después de tres mil años, los filósofos judíos y cristianos siguen calentándose en este sol.

En el Sinaí, rodeado de tempestades, Moisés recibió las tablas de la Ley, escritas por el dedo de Dios, y todo un conjunto de prescripciones rituales, jurídicas y morales, que regularizaban el contrato, la alianza del Eterno y el pueblo que Él se había elegido.

No podemos hablar únicamente de monoteísmo, sino de monolitismo: un solo Dios, al que un pueblo está unido por una ley de fidelidad a un solo amor; lo demás es mansedumbre.

 ¡Qué estupendo, pero qué estupendo!

El Eterno, tu Dios, no hace acepción de personas, no cede a dádivas, escucha al huérfano y a la viuda (dádivas significa los regalos que le hacen), ama al forastero y le proporciona pan y vestido. ¡Amad, pues, al extranjero, vosotros que fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto! … Cuando coseches en tu campo, si has olvidado un grano, no vuelvas a buscarlo. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, para que el Señor te bendiga en todas tus labores.

En la cosecha de tus olivos, no lo espigues todo: lo que quede será para el extranjero, la viuda y el huérfano. En la vendimia, no lo espigues todo: que quede algo para el extranjero, el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto: por eso te mando que hagas esto.

 * La predestinación no excluye la libertad: el pueblo elegido prescinde de su aptitud para lo divino, entregándose a una especie de chantaje con la idolatría.

La consagración del pueblo judío se remonta al Sinaí, convirtiéndolo en una especie de pueblo-sacerdote. Pero la predestinación no excluye la libertad, y se verá más de una vez al pueblo elegido abusar de su aptitud para lo divino para entregarse a una especie de chantaje con la idolatría. Realista como todos los místicos, no tardó en recoger los frutos de su elección.

 ¡Esto es terrible! Todo místico es un realista. Esto es muy cierto. La mística no sería nada si no hubiera un gran realismo en el místico, si no  sería una fantasía. Pero el lado horroroso de esto es la venalidad. Aquí se ve la luz primordial y el pecado capital. La mística y el soborno, la venta. ¡Un contraste horrible!

De hecho, la primera cabeza que vio Moisés, cuando bajó del Sinaí por última vez, fue la de un becerro de oro que brillaba al sol, firme sobre sus cuatro patas, representando al mismo tiempo la continuidad de los malos hábitos adquiridos en Egipto, un gran deseo popular de inmovilidad religiosa, junto con un gran apetito por carnes, alentado por la teoría viciosa que incita a los impacientes a utilizar dioses falsos para forzar la aparición del Dios verdadero: 

¿Entienden cómo Frossard lo interpreta? Es decir, los hebreos pensaban que Dios estaba callado, así que querían obligar a Dios a aparecer. Y para ello se prostituyeron con el becerro de oro. Sería más o menos como una esposa que quiere obtener dinero de su marido y le amenaza con cometer adulterio si no le da dinero.

* La cólera de Moisés fue terrible. Rompió las Tablas de la Ley al pie de la montaña, cayó como un rayo sobre el becerro de la apostasía y lo redujo a polvo, que hizo tragar a los adoradores.

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La cólera de Moisés fue terrible. Al pie de la montaña rompió las Tablas que llevaban los Mandamientos divinos, y cayó como un rayo sobre el becerro de la apostasía y lo redujo a polvo, que hizo tragar a los adoradores.

Mientras tanto, Aarón, tan infeliz como las piedras por haber ayudado al crimen de Israel por debilidad…

 Lo que quiere decir que incluso Aaron ayudó. ¡El que era el portavoz!

… pidió perdón como un niño sorprendido por un dedo mojado en la mermelada (“No lo entiendo. Tú no estabas allí. Me trajeron oro. Lo eché en este gran cuenco y salió este ternero…”).

En aquellas jornadas terribles, en las que la sangre corrió, apareció la figura clásica de Moisés, un imperioso líder de hombres, cuyo poder interior estiraría el mármol de Miguel Ángel hasta el punto de ruptura.

Los cuarenta años de éxodo que siguieron al episodio del Sinaí estarán compuestos por las mismas batallas contra el desaliento, los mismos cultos indignos perdonados por intercesión del Profeta y los mismos violentos retornos a la santidad de la Ley, el tesoro supremo encerrado en su cofre de madera y conducido, etapa tras etapa, hacia las lejanas tierras de la felicidad.

A pesar de su sorprendente familiaridad con el Cielo, Moisés experimentó un momento de duda: en las tierras resecas de Meriba, frente a tribus amenazadoras que exigían agua, Moisés, bajo las órdenes de Dios, golpeó una roca con su bastón para hacer brotar de ella un manantial.

Sin embargo, en lugar de golpear una vez, golpeó dos veces. Durante un instante imperceptible, su Fe se tambaleó. Y este desmayo público, apenas observado, le cerró el paso a la Tierra Prometida. … 

Si Nuestra Señora hubiera nacido…

… Esta, sin embargo, pertenecería al dominio de la esperanza durante mucho tiempo. Durante treinta años esperaron bajo las palmeras del oasis de Cadès; la mano de Israel, descarnada por los tormentos del desierto, se crispó en este tufo de verde y se negó a abandonarlo.

Tal vez aprovechando este prolongado retraso, Moisés escribió los textos sagrados que la tradición le atribuye y que constituyen la mayor parte de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento o “Pentateuco”.

Los días de Cadès se ilustraron con batallas defensivas contra los beduinos, incursiones deplorables entre las poblaciones vecinas y raros reconocimientos hacia Canaán, de donde venían exploradores con muestras de productos agrícolas tan atractivos que ya empezaban a repartirse las tierras de este bendito país antes de haberlas pisado.

 * Jefe de Estado, juez de las doce tribus, patriarca, legislador y general, sin perder un ápice de su profunda humildad.

 Moisés fue jefe de Estado, juez de las doce tribus, patriarca, legislador y general, sin perder un ápice de su profunda humildad, que estaba en la raíz de todas sus virtudes, y a la que la propia Escritura rendirá homenaje tras su muerte.

Bajo su benévola autoridad, la turba reunida a las puertas de Egipto se organiza y, de las luchas morales a las batallas campales, se forma una nación, rejuvenecida por las nuevas generaciones del éxodo, que se arrancará de las fascinaciones de Cadès y colocará un día el arca sagrada en la cresta del monte Nebo, para un minuto de inolvidable contemplación; es un pueblo fuerte que llegará por fin a la extremidad de la meseta de Transjordania, a la vista de la tierra en la que Moisés no entrará.

blankLa visión de la Tierra Prometida – Signorelli – Capilla Sixtina

Tenía 120 años. Su misión estaba cumplida. Había llegado al final de su viaje terrenal: “Su vista no se había debilitado, su fuerza estaba intacta”, y, sin embargo, sabía que no llegaría muy lejos. La duda de Meriba le detuvo en el umbral de Canaán. Pero no eran los bienes de este mundo los prometidos al Profeta, y la amistad de Dios se reservaba el derecho de consolarlo de su justicia.

Entonces, mientras un atónito Israel miraba hacia la llanura de Jericó, Moisés, el siervo de Yahvé, murió en el país de Moab, según la voluntad del Eterno. Y fue enterrado en el valle; nadie ha descubierto aún su tumba.

blankMuerte de Moisés – Signorelli – Capilla Sixtina

Pasan los siglos, la tumba de Moisés está intacta. Nadie la ha descubierto. Ya pueden Uds. imaginarse lo hermosa que será la resurrección de Moisés en el Día del Juicio Final. El ambiente actual está tan impregnado de igualitarismo que la gente piensa que todas las resurrecciones son iguales. No es verdad. ¡Todas serán espléndidas para los elegidos! Serán horribles para los demás, como el despertar de un frenesí.

Pero, así como habrá resurrecciones desigualmente horribles, ¡habrá resurrecciones desigualmente hermosas! Se verá la hermosa resurrección de Moisés, con una cohorte de ángeles y todo y todo y todo, ¿verdad? Tal vez sea el único a resucitar en ese desierto. ¡Es algo maravilloso! Tal vez sea el primero en resucitar entre los hombres…

“En la llanura de Moab, los hijos de Israel lloraron a Moisés durante treinta días” antes de dirigirse al Jordán, con el luto y la alegría mezclados en sus corazones.

Sin duda, la poderosa belleza de este personaje, el extraordinario gasto de energía necesario para gobernar a un pueblo fugitivo, en medio a los terrores y sufrimientos del desierto, sugirieron a los historiadores (y a Sir Winston Churchill) … 

Da la impresión de que no es un historiador. ¡Es un literato! Es el codazo francés…

* Toda la fuerza de Moisés provenía de su fe en Dios, que su humildad hacía brillar. Este conquistador era gentil y este líder era más humilde que el más humilde de sus compañeros

 … retratos de Moisés como un caudillo y un “dictador inspirado”. Pero toda la fuerza de Moisés provenía de su fe en Dios, que su humildad hacía brillar.

Israel no lloró a un déspota iluminado ni a un general infalible a las puertas de Canaán. Este conquistador era gentil y este líder era más humilde que el más humilde de sus compañeros de viaje.

En medio del fulgor de las armas e incluso bajo la tormenta de los anatemas, su vida parpadeó con el aliento de una inmensa ternura venida de otra parte. Los hombres reconocerán este mismo acento en las palabras de otro y mismo amor despreciado, expirando en la Cruz sobre una colina de Jerusalén.

 ¡No se puede decir más de un hombre! ¡Todo dicho, todo hecho!

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NOTAS

(*) “Río Chino”: expresión utilizada por el Prof. Plinio para significar un itinerario lleno de giros, vueltas y sorpresas, como el de algún caprichoso río chino.

(**) “Na-Ne”: “Nada aprendieron, nada olvidaron” (“esqueceram”, en portugués) – La Revolución Francesa hizo que un gran número de personas, descontentas con la política de rendición de Luis XVI y la violencia de los republicanos, emigraran a otros países. Cuando los Borbones fueron restaurados en 1814, estos emigrantes regresaron a su patria con exactamente la misma mentalidad con la que se habían marchado 25 años antes. Talleyrand dijo de ellos: «ils n’ont rien appris ni rien oublié» (no habían aprendido ni olvidado nada). Esa testarudez en mantener criterios ultrapasados por los factos es aquí recordada en las actitudes de Faraón por el Prof. Plinio.

Para profundizar el tema ver: “Os ene-a-ene-é

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