Una virtud olvidada: la santa severidad. San Corbiniano (8/9)

“Santo del Día” – 8 de septiembre de 1969


A D V E R T E N C I A

El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.

«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».

Las palabras  “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.

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San Corbiniano, de un panel de la cripta de la catedral de Freising.

 

Hoy es el día de la Natividad de la Virgen María y de Nuestra Señora de Covadonga. Esta fiesta se instituyó para conmemorar la gran victoria de los españoles contra los moros, en Covadonga, en 711. Gracias a la milagrosa intercesión de la Santísima Virgen, comenzó la Reconquista española. Es decir, la fiesta de Nuestra Señora de Covadonga y la fiesta de la Natividad tienen un origen más antiguo.

(Ese mismo día, en 1964, se firmó la Declaración de Morro Alto).

Además, hoy, en el calendario universal, la Iglesia celebra a San Corbiniano, obispo. San Corbiniano falleció el 8 de septiembre de 730 en el monasterio de Weihenstephan, en Baviera. El antiguo monasterio se encontraba en la colina de Weihenstephan, en Freising, una ciudad al norte de Múnich.

Notas biográficas sacadas del libro “Vidas dos Santos”, Vol. XVI, del Padre René-François Rohrbacher (*)

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San Corbiniano llegando a Roma, de donde salió Obispo – Cripta de la catedral de Freising

“El papa lo despidió, lleno de admiración por su humildad, y convocó un concilio, en el que se decidió por unanimidad que Corbiniano debía regresar a su sede. El papa mandó llamar al santo hombre, quien, incapaz de resistir a los argumentos de los asistentes y a la autoridad de Gregorio II, se retiró muy triste de Roma y regresó a Baviera. Fue detenido por los guardias que el duque Grimoaldo había apostado en la frontera con órdenes de no dejarlo pasar sin que prometiera visitar al duque. Sin embargo, al llegar ante el palacio, el santo hombre mandó decir a Grimoaldo que solo lo vería si dejaba a Piltrude, viuda de su hermano Teobaldo, con quien se había casado. Y como el príncipe no obedeció, perseveró en su negativa, acosándolo sin cesar con sus recriminaciones para llevarlo a la penitencia. Al cabo de cuarenta días, Grimoaldo  y Piltrude prometieron separarse, y el santo obispo los mandó llamar a su presencia. Se postraron y, besándole los pies, confesaron que habían pecado gravemente. San Corbiniano puso las manos sobre sus cabezas, trazó en ellas la señal de la cruz y les impuso como penitencia limosnas, ayunos y oraciones. A continuación, entró en el palacio y se sentó con ellos a la mesa”.

(…)

“Un día, mientras cenaba en compañía del príncipe, bendijo los alimentos servidos en la mesa. El príncipe, distraído, le tiró un trozo a su perro favorito. Inmediatamente, el santo derribó la mesa de un puntapié, diciendo que quien le tiraba a un perro una bendición semejante no era digno de ella y que, a partir de ese día, no volvería a comer en su compañía”.

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San Corbiniano con Grimoaldo – Cripta de la catedral de Freising

“El duque pensaba de otra manera. Ordenó cerrar las puertas de la ciudad, temeroso de que el hombre de Dios, en su ira, se retirara de ella. Y, acompañado de los mayordomos de la corte, se arrojó a los pies de Corbiniano y, a costa de ruegos y protestas, consiguió que le concediera el beso de la paz.

“En otra ocasión, cuando se dirigía al oficio de la noche en la iglesia de Santa María, el santo obispo se encontró en el camino con una campesina que se retiraba cargada de ricos presentes. Ya había sido señalada como dada a la práctica de hechizos. La interrogó sobre el motivo de ese viaje. Ella respondió que, como el hijo del príncipe estaba siendo atormentado por el demonio, ella lo había curado con sus encantamientos y, por eso, había recibido los regalos que llevaba. Horrorizado, el obispo se bajó del caballo, golpeó a la mujer con sus propias manos, le quitó todo lo que llevaba y lo distribuyó entre los pobres a la entrada de la ciudad”.

Comentarios del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira

Uds. ven, en los ejemplos de esta ficha, la confirmación del principio que tuvimos ocasión de comentar en el “Santo del Día” del sábado por la noche; es decir, toda virtud concebida unilateralmente, por el hecho de ser unilateral, no es virtud. Y que si imagináramos un santo que fuera solo muy suave, muy bondadoso, muy amable, etc., en todas las circunstancias de su vida, invariablemente, no estaríamos ante un santo. Estaríamos ante una imitación de santo. Del mismo modo, si imagináramos un santo que actuara durante toda su vida de forma explosiva, como lo hizo San Corbiniano en esos episodios, estaríamos ante un santo muy singular.

Porque no se puede imaginar a un obispo, ni siquiera en la era constantiniana, que, para remediar todas las situaciones, tire las mesas al suelo, golpee a las mujeres, etc., etc. Pero hay situaciones en las que el deber consiste en actuar así; como hay ocasiones en las que el deber consiste en actuar de otra manera.

¿Qué explica que insistamos en este ejemplo de San Corbiniano? Es que tenemos muchos ejemplos de virtudes en sentido contrario. Pero las virtudes corbinianas son extraordinariamente raras, excepto cuando se trata de [atacarnos]. Y nos gustaría ver un poco… nos gustaría ver una ‘corbinización’ intensa con relación al error, y un poco de afabilidad por este lado. De modo que ya tenemos ahí una muy buena razón para destacar esta ficha.

blankPero hay una razón más profunda, evidentemente, y que se dice sin sonrisa en los labios, y es que necesitamos tener una visión global de la doctrina católica; y que, por lo tanto, debemos esforzarnos por conocer la verdad olvidada.

La verdad olvidada de nuestra época es que los santos deben ser así en determinadas ocasiones de su vida; en muchas ocasiones de su vida, cuando se trata de santos de nuestra época. Una época de dureza, de obstinación en el pecado, y el peor de los pecados, que es el pecado de la herejía; y la peor de las herejías, que es la herejía de la Revolución, el laicismo, etc., una obstinación tan extraordinaria que, realmente, no se sabe qué decir. Está claro que, para vencer la obstinación en muchas y muchas circunstancias, el remedio es la dureza.

El primer ejemplo del proceder de San Corbiniano con el príncipe, se explica por el hecho de que, probablemente, estaba casado con esa viuda, que tenía algún parentesco con él, algún grado de parentesco, y no tenía autorización de la Santa Sede. Viuda de su hermano y, por lo tanto, necesita una dispensa. Él no se había ocupado de esa dispensa. Por regla general, siendo él príncipe, alto potentado, solo la Santa Sede la podría conceder. Y él, eventualmente, no había pedido la dispensa, y vivía maritalmente con ella, o incluso se casó con ella, pero de manera ilícita, sin la licencia de la Santa Sede. Naturalmente, se encontraba, por tanto, en una situación que el obispo no podía tolerar. Ustedes han visto con qué severidad censuró la actitud del príncipe y qué humildad le exigió, como la petición de perdón, la humillación, etc.

¿Quién sería hoy en día un personaje equivalente al príncipe, para que un santo lo humillara así? ¿Y cómo podemos imaginar hoy en día un enfrentamiento entre la fortaleza de la autoridad espiritual y los poderes temporales? La Revolución ha arrebatado el poder y la riqueza de las manos de los príncipes, o al menos de la mayoría de ellos. Enfrentarse a ellos ya no es una gran prueba de valentía.

Pero sí es una prueba de valentía enfrentarse a aquellos que hoy en día tienen mucho poder o muchos medios para sobornar, comprar, etc. Entre ellos se encuentran, en primer lugar, evidentemente, los ricos. Pero no solo los ricos. La prensa, la radio, la televisión, los instrumentos que crean la opinión pública, los demagogos, los líderes de las corrientes revolucionarias. Un obispo debe saber enfrentarse a todos ellos. Y, sobre todo, naturalmente, a aquellos que están al frente de la Revolución gnóstica e igualitaria. Qué bonito es, por ejemplo, ver a un obispo actuar de esta manera, enfrentándose al comunismo, enfrentándose a la demagogia, enfrentándose al desorden y a la Revolución.

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Cardenal Josef Mindszenty, arzobispo-príncipe de Esztergom y primado-regente de Hungría, siervo de Dios, 1892-1975. El cardenal Mindszenty fue encarcelado por el partido pronazi Flecha Cruzada. Después de la guerra, se opuso al comunismo y a su persecución en Hungría. Como resultado, el cardenal Mindszenty fue torturado y condenado a cadena perpetua en un juicio espectáculo celebrado en 1 de febrero de 1949 que generó la condena mundial (en la foto). Tras ocho años en prisión, fue liberado durante la Revolución Húngara de 1956 y recibió asilo político de la embajada de Estados Unidos en Budapest, donde el cardenal Mindszenty vivió durante los siguientes quince años. Finalmente, se le permitió abandonar el país en 1971. Murió en el exilio en 1975 en Viena, Austria. Fue rehabilitado en 1989.

Tenemos ejemplos de ello hoy en día. Y hay un ejemplo que conviene recordar porque, al menos por lo que se sabe de él, no es menos hermoso que el de San Corbiniano. Es el del cardenal Mindszenty, que está preso en Hungría. Y sobre el cual ha caído tal silencio que casi se nos olvida que existe. Recordarán que las últimas noticias que tuvimos de él es que vivía prácticamente preso en la embajada estadounidense en Budapest, disponiendo solo de dos cuartos y de una comunicación con el patio interior de la embajada, donde había un pequeño pasillo de madera —un cubículo de madera al que acudía— donde podía caminar un poco para tomar aire libre y volver de nuevo. Por lo tanto, él mismo, preso en la embajada estadounidense, donde debería ser tratado como un verdadero príncipe. Pues bien, ahí tienen un ejemplo de fortaleza extraordinaria que recuerda la fortaleza de San Corbiniano.

Vean los otros dos ejemplos.

Un santo que tira la mesa al suelo porque el príncipe le ha dado de comer a un perro. Él bendijo los alimentos y el príncipe, inadvertidamente, se los dio al perro. Ustedes dirán: “¿No podía haber actuado de otra manera? Podía haber dicho: ‘Príncipe, me levanto’. O simplemente guardar silencio, por respeto al príncipe”. Una persona más moderada diría: “Príncipe, para su perrito, ¿no sería demasiado un pan bendito? ¿No captaría más la simpatía del príncipe y la benevolencia del príncipe?”

Hay que recordar siempre: el arte de tratar con las almas no consiste, principalmente, en infundirles simpatía; consiste, ante todo, en ganarse su respeto.

Y el respeto, el respeto que vale la pena ganarse, no el respeto de cualquier tonto, se gana con seriedad. Y la seriedad, a menudo se demuestra con severidad. Llevando las cosas hasta sus últimas consecuencias y castigando según la gravedad, es como demostramos seriedad; y, mostrándonos serios de esta manera, nos imponemos respeto, inspiramos confianza; y, de este modo, dirigimos las almas.

Es un error de la propaganda estadounidense —y para lo que el ambiente actual prepara las almas de una manera terrible—, la idea de que la sonrisa perpetua: sonreír a todo el mundo, es lo que arrastra las almas [según ellos]. No arrastra nada. Vean a los estadounidenses; han repartido dólares y sonrisas a mansalva. Si ha habido una potencia en el mundo que ha alardeado poco de su poderío, esa ha sido la estadounidense. La gran potencia temporal anterior a la estadounidense fue Inglaterra. ¡Como Inglaterra llevaba las cosas de otra manera! Antes de Inglaterra, fue Napoleón. ¡Cómo Napoleón llevaba llorando a los países que dominaba!

Los Estados Unidos, no. Es una dominación velada, detrás de bastidores, con dólares, etc. Y garantizando la independencia de esos países —al menos la independencia política— con escuadras. Y suavizando el conjunto con una sonrisa.

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La sonrisa de Jimmy Carter, presidente que llevó los Estados Unidos a un estado de profunda desmoralización

Están siendo abandonados, gradualmente, por todo el mundo. ¿Por qué? Porque no inspiran admiración; y no inspiran admiración porque no son serios. Han depositado toda su confianza en la sonrisa. La sonrisa tiene un cierto papel en la vida del hombre; no hay duda. No estoy diciendo que nunca se deba sonreír. Pero que esa sea su guía principal es un error. La sonrisa debe ser moderada, debe ir acompañada de actos de gran valor, de actos de gran energía, con coherencia y seriedad. Quien no es capaz de infundir un poco de miedo no es verdaderamente (?). Ahí está la cuestión.

Y por eso tenemos un santo de exquisita bondad, pero que sabe infundir miedo y sabe hacer callar al príncipe. Lo que es maravilloso es la actitud del príncipe. En la Edad Media, muchas cosas encantan. La virtud encanta. Me atrevería a decir que el pecado encanta, en este sentido: que la contrición de los pecadores es encantadora.

¡Mirad qué príncipe! Se portó mal. Porque, al fin y al cabo, debería haber prestado atención: había un santo en su mesa, al que veneraba como tal; bendice la comida; él está pensando en el perro… Pero, en comparación con las cosas que hacemos hoy en día, qué ingenuo; casi diría que qué gracioso.

Recibe una tremenda reprimenda. Lo primero que hace: «¡Retén al santo, que quiero pedirle perdón!». Es la primera idea; porque el santo se va. Ordena cerrar las puertas de la ciudad. Sujeta al santo. Y luego va a pedir perdón. Ha actuado mal, se arrodilla, etc., etc. Entonces, el santo se reconcilia y todo vuelve a la normalidad.

Ustedes están viendo que hay contrición en eso, que hay cordura de alma, que hay blancura de alma, que hay inocencia en una actitud así. ¿Es o no es verdad que, incluso en esa penitencia, hay una inocencia más profunda que la falta cometida, y que nos deja maravillados?

Finalmente, la paliza a la mujer. Ustedes están viendo que la mujer era una especie de bruja y hechicera. Y que ella usó algún hechizo para curar al hijo de ese hombre. ¿Cuál fue la actitud del santo con la mujer?

Yo pregunto: ¿Hay casos similares hoy en día? Arigó [N.C.: un espiritista que pretendía curar, incluso con cirugías, a dolientes], sesión espiritista, etc., etc.

Ahora, todavía hoy. Ayer o anteayer se inauguró un parque municipal aquí en São Paulo; entonces, hubo una sesión ecuménica. Habló el padre, el obispo Dom Lafayette, católico. Luego, enseguida, habló un espiritista. Después, un rabino, etc., etc. Espiritistas —directamente esto: los que frecuentan a los demonios— en una misma sesión, junto con el obispo, etc., etc.

¿Y dónde está el ejemplo de nuestro santo?

¡Cómo han cambiado las cosas! Y cómo todo se ha desvanecido después de que comenzara a desaparecer esa Iglesia constantiniana, de la que todos los aquí presentes no podemos decir que la echamos de menos porque vive en nosotros y, por lo tanto, tenemos el encanto continuo de pertenecer a ella.

Y con esto estaría hecho el santo del día.

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(*) Vidas dos Santos”, Vol. XVI, del Padre René-François Rohrbacher

 

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