Parte III

 

 

Capítulo 9

En la isla-prisión, los fieles católicos resisten a la capitulación de sus Pastores

 

 

 

 

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Frente al cuadro de autodemolición eclesiástica que esta crónica describe, no puede sorprender que el propio “Documento final” del ENEC reconozca que en Cuba la Iglesia ha quedado reducida a “una pequeña grey”.1 Baste considerar que Monseñor Darío Castrillón, actual Presidente del CELAM, afirmó al respecto que la práctica religiosa en Cuba cayó a un 0,08%.2

Resulta claro que este estado desolador se debe a dos factores conjugados: de un lado, la persecución religiosa del castro-comunismo —con sus diversas modalidades— a lo largo de 30 años. Pero también a la política colaboracionista del Episcopado cubano con el régimen, cuyo efecto obvio es el descrédito de los Pastores ante su propia grey, con el consiguiente alejamiento de los católicos de los templos e instituciones de la Iglesia. Es lo que se pasará a ver a continuación.

 

Revista italiana constata “compromiso revolucionario”

en buen número de delegados al ENEC...

En febrero de 1986, a propósito de la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) llegaron a la isla numerosos periodistas extranjeros especializados en asuntos religiosos. Varios de ellos, según consignan crónicas publicadas por algunos órganos de prensa, se interesaron en investigar el grado de apoyo que el ENEC despertó en parroquianos de base.

La revista “Il Regno”,3 de inequívoca orientación “progresista”, constata en primer lugar que “sin ninguna duda, entre los laicos, sacerdotes y religiosas de todas las edades, delegados de sus diócesis al ENEC, un buen número podía dar testimonio de su propio empeño no sólo social, sino también revolucionario”.

 

...y deja entrever desconfianzas de parroquianos de base en relación al ENEC

Pero además de constatar este colaboracionismo de cúpula, el enviado de “Il Regno” procuró tomar otros contactos “fuera del encuentro, en las diversas parroquias”. Ello le permitió constatar “la gran unidad y la casi unanimidad de los delegados” sobre resoluciones esenciales del ENEC, “no son compartidas enteramente por las bases”; estas últimas se muestran “más bien escépticas acerca de la posibilidad de una evolución en profundidad de la actitud de los comunistas” en relación a los católicos.

Debe notarse que esas desconfianzas parecen producirse en el seno de aquellos católicos —“jóvenes” y "adultos”, según “Il Regno”— frecuentadores de los templos: ese 0,08% de que hablaba Monseñor Castrillón. Y las reticencias contrastan con la casi total unanimidad de los delegados del ENEC en torno a las directrices ca- pitulacionistas de los Obispos, lo cual lleva, una vez más, a preguntarse sobre la tan esgrimida representatividad del encuentro eclesial.

También llama la atención la disparidad de cifras mencionadas en diversos órganos de prensa sobre el número de asistentes a la Misa de clausura del ENEC. El detalle tiene su importancia, pues la asistencia de fieles a ese Oficio religioso fue interpretada posteriormente por los Obispos como un gran espaldarazo por parte de la grey católica.4 Monseñor Pironio afirma que fueron distribuidas “más de 6.000 Comuniones”.5 “Il Sabato”6 menciona “cerca de 4.000” asistentes. “Il Regno” habla de “cerca de 3.000 fieles”.7 “Famiglia Cristiana”8 sostiene que “la Catedral estaba repleta”, pero muestra prudencia, no aventurando cifras. Ninguna de ellas publica fotos de conjunto; tan sólo escenas de grupos que no forman propiamente multitudes...

 

Monseñor Meurice: miedo de ser llamados traidores

El Arzobispo de Santiago de Cuba —en cuya sede episcopal brillara el glorioso contrarrevolucionario San Antonio Maria Claret9— pareció mostrar preocupación ante las desconfianzas y criticas despertadas entre los católicos dentro y fuera de la isla a propósito del ENEC y sus resoluciones. En declaraciones de prensa, constató: "Nos consideraban una Iglesia de mártires y ahora algunos dicen que somos una Iglesia de traidores. Nos llaman colaboradores de Fidel Castro porque hablamos de reconciliación”.10

 

Valladares: católicos cubanos rechazan a sus representantes

Confirmando la existencia de ese malestar de los católicos cubanos en relación a sus Pastores, el ex-preso político cubano Armando Valladares declaró un mes después a “La Croix”:11 “En el resto de América Latina, la Iglesia predica la teología de la liberación. En Cuba, defiende, más bien, la teología de la colaboración”. Y concluyó que por ese motivo, “los católicos cubanos rechazan a sus representantes”.

Más recientemente, Valladares fue no menos categórico en relación a los Obispos cubanos: “Los católicos cubanos son una pequeña minoría, por causa del comportamiento de los Obispos”. Y agregó: “La gran mayoría del pueblo cubano era católica antes de la revolución marxista. Hoy no lo es más, porque la actitud de la Iglesia Católica, colaborando con el régimen, apartó a los fieles. Ellos veían en los Obispos a aliados de Castro. La Iglesia nunca levantó su voz para denunciar las torturas, la falta de libertad y las ejecuciones de los católicos”.12

 

Chocando en el campo litúrgico, los Obispos perdieron credibilidad

para hacer aceptar colaboración con el régimen

Los fieles han manifestado una instintiva desconfianza en relación a la “renovación” en el campo litúrgico, lo cual ciertamente contribuyó para acentuar su desconfianza en relación a la orientación del conjunto del Episcopado. En la “Instrucción pastoral” de los Obispos que siguió a la promulgación del “Documento final” del ENEC, se reconoce textualmente: “Nosotros, los sacerdotes, responsables de la pastoral, tenemos mucho de qué arrepentirnos por el modo con que se aplicó sobre todo la renovación litúrgica del Concilio. La reforma fue buena pero el modo no fue siempre acertado. No hubo una mentalización previa y respetuosa. Hubo radicali- zaciones, y cuando uno se radicaliza pierde el derecho de llegar a todos. Hubo una reducción indiscriminada de signos, y esto traumatiza y no se olvida. Hubo sectariza- ciones elitistas, y cuando uno se sectariza olvida el carisma mejor: la caridad. Hubo reformas impositivas y desencarnadas, y el pueblo no se reconoció en ellas. “Cerramos puertas” (Mt. 23,13) y “apagamos llamas que aún humeaban” (Is. 42,3).

Este crudo reconocimiento de los Pastores sirve para medir el drama vivido por los fíeles católicos cubanos ante un giro que —como se ha visto en Capítulos anteriores— no se limitó al campo litúrgico. Pocas situaciones pueden ser tan difíciles para un hijo de la Santa Iglesia que sentirse extraño en su propia casa y ser incomprendido por aquellos que tienen la misión de enseñarle, gobernarlo y santificarlo. Ni siquiera este supremo trago amargo le fue ahorrado a los infelices habitantes de la isla-prisión, produciendo un entristecido distanciamiento de la práctica religiosa.13

Ahora bien, la constatación de que el pueblo fiel “no se reconoce" en la conducta de sus Pastores, ¿significará acaso un “mea culpa” episcopal, que trae consigo el deseo de enmendar rumbos, o indicará una mera rectificación en sus estrategias de acción?

Todo indica que la segunda opción caracteriza la linea escogida. En efecto, a lo largo del “Documento final” del ENEC se encuentran numerosos reproches a los laicos que han resistido a la línea convergencial de los Obispos con el comunismo. Es lo que se verá, sumariamente, a continuación.

 

“Documento final” lamenta desconfianza de bases católicas...

En el ítem “Los católicos cubanos y el Estado socialista”, el documento del ENEC lamenta la existencia, “de modo sostenido”, de “dos barreras para el diálogo con las autoridades del país”: una sería la indiferencia oficial; y la otra, que interesa particularmente en este Capitulo, es la difusión de “cierta desconfianza en varios sectores católicos”.14

Algunos párrafos más abajo, el documento retoma el tema, llamando a una “unidad” interna de la Iglesia “que haga posible que los pastores puedan orientar a la comunidad sin temor a graves incomprensiones”.15

 

... y llama a encontrar “elementos positivos” en la sociedad marxista

Esas referencias traslucen sin duda la contrariedad de los Obispos colaboracionistas ante la resistencia del rebaño. En el ítem “El laico en nuestra realidad”, el “Documento final” vuelve a la carga, afirmando que “en el orden socio-político muchos laicos no encuentran los suficientes elementos positivos (!) que se hallan en nuestra realidad”. Nótese que el documento alude a “muchos", o sea, a un sector considerable del laicado.

A continuación, se deplora que esa frustración lleve a “algunos al distanciamiento y hasta el rechazo”16 del sistema comunista cubano. Los Obispos, que habían eludido ser jueces de lo “bueno” y lo “malo” de las estructuras sociales socialistas,17 evitando condenarlas, ahora actúan como virtuales defensores de esas mismas estructuras para llevar a los laicos a aceptarlas. Y lo hacen valiéndose de la influencia y la autoridad moral que ellos no utilizaron para condenar al comunismo. Es difícil imaginar una situación más dramática.

Por otro lado, no se puede concebir un favor mayor para el castro-comunismo, ni más gratuito. Pues a tantas concesiones y apoyos, el régimen se permite el lujo de retribuir con una displicente "indiferencia oficial", como reconoce el propio ENEC.

Visto lo anterior, es fácil comprender el real sentido de los llamados del Encuentro Eclesial a liberar “nuestro cristianismo de ataduras ideológicas”, para "asumir serenamente” (!) la "realidad” sociopolítica cubana,18 a "fomentar una espiritualidad de encarnación”,19 y a abandonar “la intransigencia”, "la polémica estéril” y el "monólogo”.20

 

Jesuíta francés constata "oposición total” de buena parte de católicos cubanos a sus Pastores

Tiene mucho significado la constatación del Padre Pierre de Charentenay SI, intelectual francés que en 1988 permaneció durante varios meses en Cuba, de que el Episcopado enfrenta "la oposición total compartida todavía por una buena parte de los católicos cubanos”21 en la propia isla-prisión. El hecho que el Padre de Charentenay se haya manifestado favorable a la línea seguida por los Obispos cubanos, toma su testimonio insospechoso.

Es del caso registrar que Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de San Cristóbal de La Habana y actual Presidente de la Conferencia Episcopal, tantas veces condescendiente con el castro-comunismo, ha sabido recurrir a todas las energías e intransigencias para reprimir a laicos que se opusieron a sus designios. Es lo que se constata al leer, en el citado artículo del je- suita francés, que el Arzobispo prohibió recientemente la distribución en las parroquias de La Habana del periódico "Pueblo de Dios”, redactado por un grupo de laicos que discuerda de la línea del Episcopado. En esa ocasión, Monseñor Ortega al parecer echó por la borda todos los llamados del "Documento final” del ENEC a abandonar la "intransigencia” y el “monólogo”...

 

"Documento final” reconoce persecución al rebaño, pero le propone como solución la "encarnación” en la sociedad socialista

Los redactores del "Documento final” del ENEC no podían dejar de prever las reacciones adversas que dicho texto suscitaría en aquellas bases católicas cubanas que no se han dejado doblegar por el fidelcastrismo. Tal vez como una forma de atenuar esas reacciones, el “Documento final” constata, en varias oportunidades, situaciones que dejan entrever el estado de postración en que se encuentra la Iglesia en Cuba; en otras, incluso, se reconoce la discriminación y persecución que sufren los laicos católicos en el ámbito social, educativo y laboral, por el mero hecho de manifestarse como tales.22

Pero quienes al menos esta vez esperasen una actitud consecuente, enérgica, de los Pastores en defensa del rebaño, se encontrarán nuevamente con esa dura realidad que ha sido una constante a lo largo del presente estudio: la disposición de colaborar a ultranza con el régimen comunista.23

Ha procurado sintetizar esta situación el escritor cubano en el exilio, Sr. Julio Estorino, en un artículo publicado en “El Nuevo Herald”,24 de Miami, al cumplirse tres años de la clausura del ENEC:

“El documento (del ENEC) expone, cuidando mucho de no ofender, ciertas discriminaciones a las que están sujetos los católicos en Cuba. Pero no las denuncia, ni siquiera se queja de las mismas. Se queja más bien, de que la disposición al diálogo de los Obispos ha tropezado con la indiferencia oficial. Y hoy, tres años después, la jerarquía de la Iglesia en Cuba, en unión de su secretario (¿o debo decir su guardián?) Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, sigue (...) cambiando su silencio ominoso por el merecido desdén de los comunistas; convertida en la decepción de la Iglesia, y el hazmerreír de Fidel Castro.

“Duele el tener que escribir en este tono. Duele el tener que expresarse así sobre aquellos que vemos como pastores, aún cuando el cayado tiemble en sus manos. Pero, precisamente por amor a la Iglesia y por amor a la Patria, es que hay que decirles ya, públicamente, lo que más de un emisario les ha dicho en privado: ¡basta de silencio, basta de huir del compromiso que tenemos con la verdad y la justicia!”

Notas:

1) N° 106, p. 52.

2) Boletín del CELAM, 15-4-86; en “Chrétiens de l’Est”, N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 75.

3) Junio de 1986.

4) La “Instrucción Pastoral” del Episcopado cubano con motivo de la promulgación del “Documento final” del ENEC dice en su introducción que “resuena aún el eco de la Misa de Clausura con aquella multitud emocionada y contenta que en vibrante explosión de entusiasmo popular aplaudía, cantaba y daba vivas a la Patria y a la Iglesia” (“ENEC”, p. 227).

5) “30 Giorni”, 3-86.

6) 7-3-86.

7) 6-86.

8) N° 13, 3-86.

9) En la época del santo, a los contrarrevolucionarios se los llamaba de “ultramontanos”.

10) “La Voz Católica”, Arquidiócesis de Miami, 14-3-86, p. 15.

11) 12-4-86.

12) “30 Giorni”, N° 6, junio de 1989, pp. 26-27.

13) “Si mi padre y mi madre me abandonaron, el Señor me acogerá”, dicen los Salmos (26, 10), destacando la necesidad de una confianza suprema en situaciones del más completo aislamiento y dolor, semejante al de un hijo abandonado por sus padres. Es propiamente la soledad amarga de los infelices católicos cubanos al ver la actitud de los Pastores en relación a sus verdugos.

14) N° 164, p. 59.

15) N° 168, p. 60.

16) N° 741, p. 166.

17) “ENEC”, N° 177, p. 61.

18) “ENEC”, “Documento final”, N° 760, p. 168.

19) N°s 1142 a 1146.

20) “ENEC”, “Instrucción pastoral”, N° 80, p. 247.

21) “La Civiltà Cattolica”, 17-12-88.

22) Véase a este respecto, la enumeración de puntos del “Documento final” que hace Monseñor Eduardo Boza Masvidal en el artículo “Historia de la Iglesia en Cuba”, “Diario Las Américas”, 11-3-89.

23) En efecto, casi invariablemente, en seguida de cada afirmación que refleja la acción persecutoria del régimen contra los católicos, el “Documento final” agrega conceptos optimistas, que en la práctica atenúan la constatación precedente. Es característico en este sentido el ítem “Fe y Sociedad en Cuba anualmente” ("ENEC", p. 123). Al tiempo que se reconoce que “el ateísmo de Estado” “ha colocado al cristiano (...) al margen del proyecto social” (N° 411), se cree ver actitudes de parte del régimen que serian “motivo de esperanza” (N° 412). Y se propone como un “derecho-deber” (N° 413) de los católicos, no precisamente que éstos puedan practicar y proclamar la verdadera Religión sin trabas de cualquier especie, sino la necesidad de “encarnación” e “inserción" en el sistema comunista (N° 414), cuyo significado y alcance nefastos para la fe han sido analizados en Capítulos anteriores.

24) Artículo “Reflexiones sobre el avestruz y la mitra”, 23-2-89.

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