La mayoría de los que arribaron a las playas norteamericanas tenía un origen burgués o popular. Pocos nobles titulados emigraron al Nuevo Mundo, pero “un considerable número de los colonizadores del siglo XVII provenía de familias del estamento hidalgo inglés, (…) como para servir de fermento a una aristocracia en desarrollo”: “de esa masa, humilde en su mayoría, fue surgiendo gradualmente una aristocracia”. “En todas las colonias los Consejos estaban casi completamente constituidos miembros de esas pequeñas aristocracias”, señala el historiador James T. Adams

 

Plinio Corrêa de Oliveira

Nobleza

y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana - Vol. II

Revolución y Contra-Revolución

en las tres Américas

Editorial Fernando III, el Santo

Lagasca, 127 - 1º dcha.

28006 — Madrid

Tel. y Fax: 562 67 45

 

 

Primera edición, abril de 1995

© Todos los derechos reservados.

 

 

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NOTAS

● El Apéndice V de la presente obra ha sido realizado, bajo la dirección del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, por una comisión inter-TFPs de Estudios Iberoamericanos.

● El Apéndice VI fue elaborado, también bajo la dirección del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, en 1993, por una comisión de Estudios de la TFP norteamericana.

Algunas partes de los documentos citados han sido destacadas en negrita por el autor.

La abreviatura PNR seguida del número de año y página corresponde a la edición de las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana publicadas por la Tipografía Políglota Vaticana en Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santitá Pió XII cuyo texto íntegro se transcribe en Documentos I del primer volumen.

El presente trabajo ha sido obtenido por escanner a partir de la primera edición, abril de 1995. Se agradece la indicación de errores de revisión. 


Los Estados Unidos de América:

En un Estado democrático, florecen con sorprendente

vigor tradiciones y anhelos aristocráticos

 

CAPITULO III 

La estructura jurídico-social en las colonias norteamericanas — Bajo el gobierno de los lords

 

1. La estructura social inglesa en el periodo colonial

Al comienzo del siglo XVI, Inglaterra sufrió profundos cambios religiosos, políticos, sociales y económicos. Después de la Guerra Civil llamada de las dos Rosas, muchas casas nobles se extinguieron y el sistema feudal se resquebrajó.

Los soberanos anglicanos recompensaron a sus seguidores en el cisma contra Roma con títulos de nobleza, tierras y riquezas frecuentemente expoliadas a la Iglesia. Nació así una oligarquía titulada, sin vínculo histórico con sus tierras ni con sus arrendatarios, que desplazó a la nobleza medieval sin conquistar el respeto de que ésta disfrutaba.

Sin embargo la Inglaterra de los siglos XVI y XVII continuó siendo predominante agrícola. La nueva clase alta, más relacionada con la tierra que con el comercio, llevaba una vida más rural que urbana. Ella controlaba la administración pública, el Parlamento y la política colonial.

Esta numerosa categoría social se convirtió en la clase gobernante del país. Los aristócratas rurales, conocidos como squires, o gentlemen, tenían jurisdicción sobre extensiones de tierra llamadas manors, en las que había una o dos pequeñas ciudades o aldeas. Los manors eran el cimiento de la vida rural inglesa, pues en ellos se definían las relaciones entre las clases sociales.

Una parte del manor, llamada demesne, era propiedad directa y exclusiva del señor. El resto pertenecía a los freeholders —propietarios que pagaban un canon al noble— que formaban la categoría de los yeomen, es decir, de los pequeños propietarios rurales o artesanos con posición más alta que los trabajadores manuales. Varios de ellos consiguieron elevarse, adquirir más tierras y a algunos les fue reconocido un blasón.

Existían, además, los copyholders, con derechos y obligaciones estipulados por un contrato con el señor y no por la costumbre.

En 1660, las diferentes tasas fueron sustituidas por el quitrent —tributo fijo que el súbdito pagaba a su señor para eximirse de los servicios debidos—, y por un juramento de sumisión al rey.

Al contrario de lo que ocurría en otros países, en Inglaterra el comercio y la industria se consideraban profesiones honrosas, a las cuales podían dedicarse los nobles sin desdoro de su imagen ni de su posición. Fue así como en el siglos XVII, muchos hombres enriquecidos en el comercio y en la industria se incorporaron a la aristocracia: compraban tierras y se trasladaban al campo, pasando a vivir como gentleman y ocupando los vacíos dejados por la antigua nobleza feudal.

Del cuerpo social fueron surgiendo nuevas familias de élite que tendían a ennoblecerse: “En la Inglaterra de finales del siglo XVII, la ambición de todo comerciante próspero era convertirse en un gentleman. Retirarse a un lugar lejano de los mostradores y de las oficinas, pasar a habitar en una amplia mansión situada en medio de vastas tierras; este era el sueño de la clase media en ascenso” [1].

Este movimiento caracterizó la vida social inglesa durante la colonización de Estados Unidos. Pero fue decayendo hacia finales del siglo XIX. En ese entonces, “el proprio lord —escribe el historiador Charles Andrews— estaba perdiendo sus atavíos señoriales para convertirse en un mero productor rural (…) se le llamaba aún ‘lord of manor’, dueño de los freehold y copyhold, y receptor de las rentas de sus arrendatarios”. También observa Andrews que “la antigua manor, unidad colectiva enlazada por la costumbre y por antiguos hábitos, se estaba desintegrado; el viejo señorío se estaba convirtiendo en una empresa capitalista (…) y los patrones sociales pasaron a estar más influenciados por el dinero que por la antigüedad” [2].

2. Nace una aristocracia colonial en el Nuevo Mundo

La mayoría de los que arribaron a las playas norteamericanas tenía un origen burgués o popular: comerciantes, tejedores, artesanos, funcionarios públicos y obreros. Pocos nobles titulados emigraron al Nuevo Mundo, pero el número de segundones, de gentleman y de squires no fue pequeño, especialmente en Virginia, Maryland y las Carolinas. Como señala el historiador Louis Wright “un considerable número de los colonizadores del siglo XVII provenía de familias del estamento hidalgo inglés, (…) como para servir de fermento a una aristocracia en desarrollo” [3].

A convertirse en ricos propietarios rurales, esos inmigrantes tomaron al gentleman inglés como modelo. T. Harry William, Richard Current y Frank Freidel muestran que “los primeros colonizadores asumieron el ideal inglés del gentleman”, es decir, “una persona con privilegios especiales, pero también con obligaciones especiales, incluidas la de servir a la comunidad y ayudar a los menos afortunados (…). Ni en Inglaterra ni en las colonias creían los ingleses en la igualdad social” [4].

Como afirma el conocido historiador Thomas Jefferson Wertenbaker: “de esa masa, humilde en su mayoría, fue surgiendo gradualmente una aristocracia” [5]. Las familias en ascensión se vincularon por matrimonios y ocuparon naturalmente los puestos de gobierno locales. “En todas las colonias los Consejos estaban casi completamente constituidos miembros de esas pequeñas aristocracias”, señala el historiador James T. Adams [6].

“Es lugar común entre los historiadores de la América colonial —constata el historiador social Edward Pessen— que a pesar de las disparidades de vida e instituciones populares existentes entre las tres grandes regiones geográficas (Nueva Inglaterra, las colonias centrales y el Sur), la sociedad estaba influenciada vitalmente en cada una de esas áreas por las clases sociales y por las diferencias entre ellas. Un estrato superior surgía siempre (...) Las distinciones de clase se manifestaban explícitamente en materias tan dispares como el modo apropiado de vestir, las formulas de tratamiento, o el lugar que se ocupaba en la iglesia” [7].

Por su parte, Louis Wright afirma que un número reducido de “las familias que residían hacía varias generaciones en Virginia, Maryland, Nueva Inglaterra, Nueva York , Nueva Jersey, Pennsylvania y las Carolinas (…) adquirieron grandes fortunas y se establecieron corno una altiva y refinada aristocracia” [8].

Arthur Schlesinger, Jr. muestra que en la época de la Independencia la aristocracia colonial ya “había echado raíces profundas en todas partes” y que “sus miembros no habían utilizado esta posición exclusivamente para engrandecerse y aparecer ante los ojos del mundo, sino que, como clase, se consideraban los custodios del bien común (...) En todas las colonias, los hombres de calidad ocupaban los puestos de responsabilidad en cada uno de los campos de la actividad oficial: en el ejecutivo, en el legislativo, a nivel local y regional, en las fuerzas armadas, en el poder judicial (...) Asumieron también, en no menor medida, el liderazgo cultural” [9].

3. La estructura jurídica de las colonias norteamericanas favoreció el desarrollo de las élites

Marshall Harris, especialista en la historia de la posesión de la tierra en los Estados Unidos, destacó que “ninguna de las trece colonias iniciales fue poblada por la Corona. En consecuencia, todos sus Gobiernos eran al principio corporativos u otorgados en propiedad. Las tres colonias de los puritanos eran de naturaleza corporativa, mientras que los primeros Gobiernos de las otras diez colonias pertenecían estrictamente a particulares, con excepción, tal vez , de los de Nueva York y Virginia” [10].

Harris también subrayó que “la estructura social de la Edad Media, real o imaginada, proporcionó el punto de partida común” [11]. Este punto sirve de referencia para comprender el sistema socioeconómico de la Norteamérica colonial. Pues, como afirma el historiador Everett Dick, “si bien que el sistema feudal se encontraba en su ocaso en el Viejo Mundo, sirvió como base para los primeros sistemas de propiedad rural en América. El rey hacía concesiones de tierras y, (…) el concepto feudal prevalecía” [12].

La llegada a un baile ofrecido en la casa del General Howe, comandante de las fuerzas de Su Majestad británica en Norteamérica. Oleo de J. L. G. Ferris en el Independence Hall de Philadelphia.

En el mismo sentido, el historiador Louis Hartz añade que “es bien sabido que algunos aspectos del feudalismo decadente de la última época, como el derecho de primogenitura, de mayorazgo y los quitrents estuvieron presentes en América hasta el siglo XVIII” [13].

En las colonias fueros establecidos tres tipos básicos de gobierno: el real, el corporativo y el de un donatario.

Colonias reales. En éstas el rey a través de un gobernador se reservaba plenos poderes de conceder tierras a particulares, crear proprietorships, regular toda la administración de la vida colonial y percibir los impuestos. Podía nombrar también un consejo u órgano consultivo del gobernador. La institución del gobernador y su consejo se prolongó hasta los Estados Unidos de hoy, por ejemplo, en el Estado de New Hampshire.

Colonias corporativas. Al principio, en las colonias corporativas de Nueva Inglaterra, Massachusetts, Rhode lsland y Connecticut el sistema de propiedad era muy diferente. Esto se debía en parte a las convicciones religiosas de sus primeros colonizadores. Estos constituyeron asociaciones políticas y comerciales, dotadas por la Corona de una carta patente que les concedía extensos poderes de gobierno, de elección del propio gobernador y amplios derechos sobre el suelo.

Debían ser administradas de acuerdo con la patente real. Los hombres libres recibían una parcela de tierra y estaban exentos de obligaciones feudales. También elegían periódicamente representantes para una asamblea que tenía derechos genéricos sobre las tierras y controlaba su distribución.

Colonias concedidas en propiedad a particulares. En este caso, el rey otorgaba el derecho de organizar la colonización y conceder tierras a donatarios llamados lords proprietors.

Los lords proprietors eran señores supremos de sus respectivos territorios con un poder de gobierno restringido sólo por sus obligaciones con el Rey y por la observancia de las leyes inglesas, tal como los nobles encargados de proteger las fronteras de la Inglaterra feudal.

Entre los primeros lords proprietors se encontraban nobles británicos que se habían destacado luchando por la restauración de la dinastía de los Estuardo. Ejemplos notables fueron: Lord Baltimore, que recibió donada la colonia de Maryland en 1632; William Penn, a quien fueron concedidas las de Pennsylvania y Delaware, en 1681 y 1682; la familia Fairfax en la colonia de Virginia; y el grupo de ocho propietarios que obtuvo las Carolinas en 1633.

Esta forma de gobierno y de propiedad rural rigió en casi todo el territorio durante la fase inicial de colonización. Más adelante, la Corona transformó siete proprietorships en colonias reales pero sin modificar el sistema de posesión de tierras.

Los lords proprietors eran nobles o aristócratas. Raramente vivían en las colonias, que administraban por medio de agentes. Tenían la obligación de poblarlas y desarrollarlas y recibían a cambio sus rentas e impuestos. Podían vender lotes de tierra. Otras veces arrendaban parcelas o las concedían como recompensa de actos meritorios. Los propietarios rurales dependientes del lord proprietor podían, a su vez, vender o ceder lotes a terceros que quedaban bajo su dependencia. Los siervos debían al lord proprietor un tributo anual: el quitrent.

Al comentar los amplios poderes de gobierno otorgados a los Iords proprietors, señala Charles Andrews: “Las patentes (...) concedían al donatario prerrogativas más absolutas aún que las del donador, es decir, el propio rey de Inglaterra. (...) Los lords proprietors coloniales (...) exigieron desde un principio el pleno reconocimiento de sus derechos como dueños del suelo y, en mayor o menor medida, impusieron que les fuera prestado homenaje de obediencia y fidelidad en cada una de las colonias” [14]. James T. Adams pone de relieve que “el sistema de propiedad rural colonial tenía, por tanto, un carácter predominantemente feudal” [15].

Con excepción de las tres colonias de Nueva Inglaterra, el pleno derecho de propiedad pertenecía al rey o al lord proprietor [16]. Y Marshall Harris explica que el lord proprietor “tenía sobre su territorio una autoridad casi igual a la de la Corona sobre las colonias reales. Pero los proprietors Baltimore y Penn tenían más derechos para fundar establecimientos en sus colonias que el Rey sobre el territorio de Inglaterra. (…) [el lord proprietor] mantenía, con pocas excepciones, prerrogativas exclusivas de orden ejecutivo, designaba los oficiales de justicia, y convocaba o disolvía las asambleas cuando lo deseaba” [17].

El Rey Carlos I de Inglaterra, con traje de cacería, en un óleo de Van Dyck, Museo del Louvre

4. El feudalismo en los Estados Unidos

Los manors. En Norteamérica, el término manor tuvo un significado más flexible que en Inglaterra.

En colonias como Virginia o las Carolinas, la palabra significaba una propiedad rural de grandes dimensiones, con su solar ancestral, sus tierras regidas por una relación orgánica entre el propietario y sus subordinados, sin ninguna vinculación jurídica. Pero, como sistema jurídico de posesión de la tierra, sólo existió de forma duradera en Maryland y en ciertas áreas de Nueva York.

La propiedad de los manors era concedida por el rey, por el lord proprietor o por el Gobernador. La concesión investía al nuevo propietario con las atribuciones propias de un señor feudal. Pues tenía derecho a gobernar sus tierras, administrar justicia, cobrar impuestos, mantener un ejército propio y dirigir un cuerpo administrativo semejante a una pequeña corte. Se comprometía, en cambio, a cultivar y poblar la región, mantener el orden y conservar los caminos y puentes. Recibía el título de Lord of manor.

Al igual que el lord proprietor, el lord of manor podía conceder lotes de tierras a terceros:

a) Mediante la cesión de la posesión, en cuyo caso el más reciente beneficiario quedaba dependiendo en parte del lord of manor, al cual debía pagar el quitrent;

b) O también concesiones sin transmisión de la posesión de la tierra, en que el nuevo donatario quedaba en mayor dependencia del lord.

Ambos permanecían bajo la autoridad administrativa y judicial del lord proprietor y sólo podían enajenar sus tierras de acuerdo con él. Esto favoreció el surgimiento de numerosos pequeños propietarios y arrendatarios, cuyas relaciones con el lord se inspiraban en el feudalismo.

Los trabajadores asalariados y los sirvientes contratados eran inmigrantes cuyo viaje había sido pagado por un propietario o por el Gobierno local, que les daban, además, alojamiento y manutención. Después de reponer el costo del viaje, compraban o recibían una parcela de tierra e instrumentos de labranza, convirtiéndose así en pequeños propietarios.

Transformación de los manors del Sur en una sociedad de plantaciones. El sistema de proprietorships y manors fue un intento de trasplantar el orden jurídico inglés a las colonias. Aunque no fue duradero, representó la simiente del nuevo orden social que habría de florecer mas tarde.

En el Sur, este modelo jurídico determinó la formación de extensas haciendas o plantaciones, cuyo elemento más dinámico eran los grandes agricultores-comerciantes.

Varios factores condujeron a esta transformación en las colonias del Sur. A finales del siglo XVII, para remediar la falta de mano de obra los hacendados importaron esclavos negros. Ello redundaba, obviamente, en beneficios económicos para el agricultor, pero contribuía a transformar a manor en un establecimiento de carácter más bien empresarial, comercial y capitalista, con perjuicio de las relaciones personales y orgánicas entre el señor y sus subordinados.

La introducción en gran escala de la mano de obra esclava permitió aumentar el área sembrada, subió el valor de la tierra y estimuló la formación de grandes monocultivos orientados hacia el mercado internacional [18]. Pero significó el golpe de gracia al sistema de los manors y tuvo efectos nocivos sobre los pequeños arrendatarios de la clase media rural. “La llegada de los esclavos —escribe Wertenbaker— no sólo acabó casi completamente con la importación de trabajadores blancos, sino que tuvo además efectos desastrosos sobre la hidalguía de Virgínia” [19].

Curtis Nettels describe esta metamorfosis en Maryland donde “los primitivos manors se vieron obligados a servirse de jornaleros y de esclavos negros” [20]. Fue así que, como escribe Jackson Turner Main, “el tipo de sociedad basado en las plantaciones de carácter comercial vino a predominar en todos los estados del Sur, con excepción de Carolina del Norte. Conforme iban siendo desbrozadas las regiones una tras otra, los agricultores compraban grandes extensiones de tierra, las cuales eran cultivadas con trabajo esclavo o arrendadas a colonos” [21].

Otro factor de transformación de la estructura social fue la disponibilidad casi ilimitada de tierras vírgenes. Para conseguirlas, bastaba pedirlas. De esta manera, los inmigrantes podían adquirir con facilidad sus propias tierras. No necesitaban sujetarse al patrocinio de los lords o de los grandes propietarios. Así lo señala Wertenbaker: “Dado el bajísimo precio de la tierra, dada la facilidad que había de ganar dinero para comprarla, dadas las tan propicias condiciones para hacer una carrera independiente, no era de esperar que hombres libres se contentasen con permanecer en la condición de trabajadores asalariados. Tampoco había razón para que se convirtieran en arrendatarios” [22].

Con el ocaso de los manors, el desarrollo del sistema de plantaciones en las colonias del Sur y la ascensión de una clase comercial en las colonias del Norte, los destinos de ambas regiones acabarían tomando rumbos diferentes. Mientras el Norte abrazaría un orden mercantilista, industrial y bancario, la sociedad del Sur seguiría la senda patriarcal y agrícola.

La divergencia se fue acentuando hasta el trágico clímax de la Guerra Civil de 1861-1865, llamada por los sudistas de Guerra entre los Estados.


NOTAS

[1] Daniel BOORSTIN, The Americans: The Colonial Experience, Random House, New York, 1958, p. 99. Copyright @ Daniel J. Boorstin. Reproducido con autorización de Random House, Inc.

[2] Charles M. ANDREWS, The Colonial Period of American History: The Settlements, Yale University Press, New Haven, vol. 2, 1934, pp. 218 y 216.

[3] Louis B. WRIGHT, The First Gentlemen of Virginia, The University of Virginia Press, Charlottesville, 1964, p. 40. Reproducido con autorización del editor.

[4] T. Harry WILLIAMS, Richard N. CURRENT y Frank FREIDEL: A History of the United States (to 1876), Alfred A. Knopf, New York, 1962, pp. 22, 73.

[5] Thomas Jefferson WERTENBAKER, The Old South: The Founding of American Civilization, Cooper Square Publishers Inc., New York, 1963, p. 21.

[6] James T. ADAMS, Provincial Society, Macmillan Co., New York, 1927, p. 66.

[7] PESSEN, Status and Social Class in America, pp. 273-275.

[8] Louis B. WRIGHT, The American Heritage History of the Thirteen Colonies, American Heritage Publishing Co., New York, 1967, pp. 299, 311.

[9] Arthur M. SCHLESINGER, The Birth of the Nation, Alfred A. Knopf, New York, 1968, p. 145.

[10] Marshall HARRIS, Origin of the Land Tenure System in the United States, Iowa State College, Ames (Iowa), 1953; reimpresión por Greenwood Press, Westport (Conn.), 1970, pp.76-77.

[11] Robert NISBET, The Quest for Community, Oxford University Press, New York, 1953, p. 79.

[12] Everett DICK, The Lure of the Land, University of Nebraska Press, Lincoln (Neb.), 1970, pp. 2-3.

[13] Louis HARTZ, The Liberal Tradition in America, Hares/Harcourt Brace Jovanovich, San Diego, 1955, p. 3.

[14] ANDREWS, The Colonial Period of American History, p 197.

[15] ADAMS, Provincial Society, p. 12.

[16] ADAMS, Provincial Society, p. 12.

[17] HARRIS, Origin of the Land Tenure System, p. 76.

[18] Sobre la esclavitud, aspecto saliente de la sociedad colonial, es importante señalar que era la situación en que se encontraba gran parte de la humanidad cuando Nuestro Señor Jesucristo fundó la Iglesia. Con el tiempo, la suave influencia del Evangelio aflojó las crueles ligaduras de la esclavitud, como existían en el Imperio Romano. En la Edad Media, la esclavitud había desaparecido en la Europa cristiana. Por desgracia, como consecuencia de su fascinación por todas las cosas Griegas y Romanas, el Renacimiento hizo resurgir la esclavitud en Europa. Los Papas repetidamente levantaron su voz para condenarla a lo largo de los tres siglos en que estuvo en vigor en el Nuevo Mundo. Las medidas tomadas por los Papas incluyen:

- La excomunión dada por Paulo III en 1537 para quienes esclavizasen a los indios de América (Denzinger 1945).

- El Breve de 3 de diciembre de 1839, en el que Gregorio XVI estimula a todos los obispos del mundo a dedicar lo mejor de sus esfuerzos para: a) aliviar los sufrimientos de los esc1avos; b) impedir el comercio; y c) acabar con la esclavitud (cfr. Acta Gregorii Papae XVI, ed. Bernasconi, S. C. de Propaganda Fide, Typographia Polyglota Vaticana, Roma, vol.2, pp. 387-388).

- Los esfuerzos de Pío IX contra la esclavitud al beatificar en 1850 a San Pedro Claver (cfr. Pii IX Pont. Max. Acta, Part I, p. 645.ff)

- La carta dirigida por León XIII a los Obispos de Brasil el 5 de mayo de 1888, recordando los infatigables esfuerzos de la Iglesia contra la esclavitud y expresando la alegría que le causa su abolición, tornada efectiva pocos días después mediante la Ley Áurea (cfr. Acta Leonis XIII, Typis Polyglottis Vaticanae, Roma, vol. 8, pp. 169-192).

A este respecto también: Apéndice Hispanoamericano.

[19] Thomas J. WERTENBAKER, The Planters of Colonial Virginia, Russell & Russell, New York, 1959, p. 137.

[20] Curtis P. NETTELS, The Roots of American Civilization: A History of American Colonial Life, Appleton-Centry-Crofts, New York, 1963, p. 306.

[21] Jackson Turner MAIN, The Social Structure of Revolutionary America, Princeton University Press, Princeton (N.J.), 1965, pp. 44-45.

[22] WERTTENBAKER, The Planters of Colonial Virginia, p. 44.