Parte II

 

 

Capítulo 8

1989

¿Marchas y contramarchas en el acercamiento comuno-católico en Cuba?

 

 

 

 

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Enero de 1989:

Presidente de Conferencia Episcopal alemana:

Iglesia cubana vive sólo de permisos y concesiones del régimen

En enero, la conocida revista internacional “30 Giorni” transcribe importantes declaraciones de dos altos prelados alemanes sobre la situación de la Iglesia en Cuba, vertidas a su regreso de una visita a la isla efectuada entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 1988.1

El jefe de la delegación, Monseñor Karl Lehmann, Obispo de Maintz y Presidente de la Conferencia Episcopal alemana, “declaró a los periodistas que la Iglesia cubana vive de permisos y concesiones”. Después de hacer referencias a algunas flexibilidades del régimen, por él calificadas de “hechos aislados”, el Obispo agregó que “la actividad misionera y el trabajo social continúan prohibidos; y la práctica religiosa, ya limitada al ámbito de las Iglesias, continúa siendo mal vista”.

“30 Giorni” agrega que otro miembro de la delegación, Monseñor Leo Schwarz, Obispo auxiliar de Trier, dijo haber visto catedrales sustentadas por andamios, los cuales evitan su desplomamiento. Para Mons. Schwarz, ese viaje reveló una gran semejanza entre Cuba y la República Democrática Alemana’’ en el período anterior a la caída del Muro de Berlín. Según el prelado, “la Iglesia no tiene acceso al trabajo social y a la educación”, a pesar de que la libertad religiosa estaría contemplada en la Constitución. “Todo debe acontecer privadamente”, agregó.2

El contraste de las observaciones realistas de estos prelados, especialmente de Mons. Lehmann, sea con las ilusiones optimistas de tantos eclesiásticos extranjeros que en esa misma época visitaron la isla-prisión, o con las promesas huecas hechas por representantes del régimen a la Iglesia, consignadas en esta crónica, resulta clamoroso.

 

Enero-Febrero de 1989:

Delegación de Obispos y laicos viaja desde Estados Unidos a Cuba,

para realizar congreso

Entre el 29 de enero y el 4 de febrero, se efectúa en La Habana la reunión anual del Centro Católico Hispano del Nordeste, organismo auspiciado por la Conferencia de Obispos de los Estados Unidos.3

Ya han sido relatadas anteriores reuniones auspiciadas o promovidas por este organismo episcopal en Boston y Nueva York. Ellas dejaron al desnudo su carácter instrumental pionero en la preparación psicológica del exilio católico cubano para aceptar, implícita o explícitamente, la política concesiva del Episcopado de la isla hacia el gobierno comunista. Que el Centro Católico del Nordeste haya dado el paso de efectuar su reunión anual en la propia capital cubana —evidentemente con el consentimiento del régimen— sin que esto despertase un verdadero clamor en el exilio, muestra que los frutos recogidos no han sido pequeños. Lo cual no puede dejar de preocupar a los católicos anticomunistas dentro y fuera de Cuba. Tanto más que la delegación estaba integrada por tres Obispos y sesenta y dos sacerdotes, religiosas y laicos, en su mayoría cubanos exiliados, como informa un cable de la agencia EFE desde La Habana.4

Junto al Encargado de Negocios de la Nunciatura, Monseñor Christophe Pierre, y al Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, recibió a la delegación el representante de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista, José Antonio Noriega.

Entre las “principales cuestiones” tratadas durante el congreso figuró la “situación del diálogo Iglesia-Gobierno”. La versión sobre la situación de los católicos en Cuba, dada por algunos portavoces del Encuentro a su regreso a los Estados Unidos, no podía ser más optimista, y favorable a los intereses del dictador. En efecto, se llegó a declarar que “el diálogo entre la Iglesia y el Estado ha progresado tanto en Cuba que la distensión es evidente y hace presagiar una situación de pleno derecho para la Iglesia en el futuro”.5 Margarita Roque, Directora de Asuntos Pastorales Hispanos de la Arquidiócesis de Washington, “reafirmó que existe en la isla una mayor apertura para los católicos, como un logro de los últimos dos años, y que se esperan avances más significativos para el próximo futuro”. Como se ve, estas versiones contrastan con la descripción que poco antes hiciera el Presidente de la Conferencia Episcopal alemana sobre la situación religiosa de la isla.

El mismo contraste aparece en el comunicado final del congreso, en el que se afirma que “los participantes reconocen que los avances logrados son el resultado de diversas concesiones del Estado”.6 Debe recordarse que Monseñor Lehmann había declarado a la prensa poco tiempo atrás que es la Iglesia cubana, y no precisamente el Estado comunista, la que “vive de permisos y concesiones”; que no es posible hablar de “cambios en el relacionamiento entre el régimen de Fidel Castro y la Iglesia Católica”; y que ciertas facilidades otorgadas por el régimen no pasan de “hechos aislados”.7

Lo concreto es que, en el seno del exilio cubano, continúa dando pasos decisivos un Caballo de Troya que tanto favorece los designios de la “política religiosa” del dictador, sean cuales hayan sido las intenciones de quienes endosaron el comunicado final de esta reunión anual del Centro Católico Hispano del Nordeste.

 

Febrero de 1989:

Según “The New York Times”,

“Castro calcula los beneficios

Joseph B. Treaster, especialista del periódico “The New York Times”8 en asuntos cubanos, confirma desde La Habana algo que varias noticias anteriormente citadas dejaban entrever: “El Sr. Castro, un ateo confeso, vería con buenos ojos una visita papal, aparentemente pensando que esa visita mejoraría su imagen en el resto de América Latina, donde él ha incrementado sus relaciones diplomáticas y comerciales después de un cuarto de siglo de aislamiento propiciado por los Estados Unidos”. “Se comenta que él piensa que la presencia del Papa lo ayudaría a persuadir a los Estados Unidos a considerar un acercamiento con Cuba y, tal vez, cesar el embargo comercial”, dice Troester. Y agrega que “bajo presión internacional para terminar con los abusos sobre derechos humanos, Castro se ha vuelto hacia la Iglesia Católica en los Estados Unidos”, no sólo “como un canal para liberar prisioneros políticos” sino también, según palabras de un alto funcionario cubano, como “una forma de comunicación entre el pueblo de Cuba y el de los Estados Unidos”.

Las ventajas que Castro está obteniendo —y otras que espera conseguir— enumeradas objetivamente por el periodista del "The New York Times”, corroboran todas las aprensiones manifestadas a lo largo de estas páginas.

Si los beneficios del comunismo son tan evidentes, ¿por qué ese “proceso” iniciado por Castro en 1971 continúa siendo alentado incluso por tan altas figuras eclesiásticas? Esto parece relacionarse con el gran enigma que constituye el misterioso proceso de “autodemolición” que vive la Iglesia9 y, también, el mundo contemporáneo.

 

Febrero de 1989:

Viaja nuevamente a La Habana

el Cardenal Law

“El Nuevo Herald” de Miami10 informa que en la noche del martes 28 de febrero llegó en nueva visita a La Habana el Arzobispo de Boston, Cardenal Bernard Law. La noticia agrega que el Cardenal “sostendrá importantes reuniones con dirigentes del Partido Comunista y con los Obispos católicos de la isla”, durante su permanencia de dos días, a título “estrictamente personal”. “El viaje del Cardenal de Boston, quien mantiene excelentes relaciones con la nueva administración norteamericana y el presidente George Bush, se realiza en momentos en que la jerarquía católica cubana estrecha sus relaciones con la Iglesia de Estados Unidos”, dice “El Nuevo Herald”.

También en esta oportunidad el Purpurado se entrevista con Fidel Castro, acompañado del Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino.11

 

Marzo de 1989:

Nuevo Embajador cubano

presenta cartas credenciales ante Juan Pablo II

El 3 de marzo por la mañana, Juan Pablo II recibe en su Biblioteca privada al nuevo Embajador de Cuba ante la Santa Sede, Fermín Rodríguez Paz.11

En su discurso de presentación de cartas credenciales, el Embajador cubano pronunció conceptos que merecen ser destacados.

En uno de los pasajes, pretende trazar una coincidencia entre "los esfuerzos y accionar del Vaticano, en especial de Su Santidad”, y los del gobierno comunista, “para que la humanidad alcance una paz duradera y sólida, se logre plena distensión en las relaciones internacionales”, “prevalezcan las condiciones de paz, independencia y desarrollo para todos los estados”, y “todos los hombres arriben a las ansiadas metas universales de bienestar, salud, seguridad y desarrollo integral”. Resulta sorprendente, por decir lo menos, que el representante cubano levante esa supuesta coincidencia de su gobierno con la Santa Sede en torno de la “paz”, cuando pocos meses antes, en discurso conmemorativo por 30 años de Revolución, el propio Castro jurara lealtad a los principios marxistas-leninistas, gritando “socialismo o muerte”, “marxismo o muerte”, en una demostración de “rigor ideológico” revolucionario, como lo calificaran agencias internacionales desde La Habana.13 La afirmación del Embajador sorprende todavía más si se considera que un teórico del régimen, Antonio Díaz Ruiz, había declarado en debate internacional que la “paz”, para el gobierno cubano, supone “el fortalecimiento de nuestras posiciones y el avance del movimiento revolucionario en nuestro continente”;14 que, en coherencia con ese principio, “miles de guerrilleros extranjeros son entrenados militarmente en Cuba”;15 que Cuba es “paso obligado de las armas para la subversión” en el Continente;16 que se considera a ese país como el más militarizado del mundo;17 que el régimen de La Habana “sigue ayudando a las guerrillas” en Colombia,18 e incentiva la guerra civil en El Salvador,19 con la colaboración de Rusia y la connivencia de la Internacional Socialista, como denunció valientemente el Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, Monseñor Romeo Tovar Astorga20...

Los esfuerzos de “paz” que el Embajador cubano proclama ante el Vaticano, no constituyen, desde ese punto de vista, sino una maniobra publicitaria, de índole diplomática.

Similar conclusión viene al espíritu, cuando Rodríguez Paz cita en su discurso ideas del propio Fidel Castro exhaltando el “internacionalismo” del régimen, y atribuyéndoles supuestas afinidades con el cristianismo: “Nosotros postulamos algo que lo suscribe también la doctrina cristiana; la hermandad entre todos los hombres, la solidaridad, el desinterés, la generosidad, a lo cual añadimos una educación elevada, una alta preparación técnica, una conciencia patriótica, una conciencia intemacionalista”.

Acto seguido, Rodríguez Paz trae a colación otras ideas del dictador ai respecto, manifestadas durante su reciente visita a Caracas, en que “destacó los valores éticos y morales que mueven a miles de intemacionalistas cubanos a estar dispuestos a ofrendar sus vidas por otros pueblos, motivación que comparó con la Fé de los misioneros religiosos”.

¿Cuál es el verdadero sentido de esa “conciencia intemacionalista”, colocada por el Embajador en pie de igualdad con la fe de los misioneros católicos? Juan Valdés, Jefe del Departamento de América Latina, del Centro de Estudios de América, en La Habana, define así la esencia del “internacionalismo”:21 “Un componente esencial de la ideología de la Revolución, es el internacionalismo. No es apenas un valor ideológico, sino también un arma política, una capacidad de lucha de la Revolución”. Luego, equiparar este móvil revolucionario esencialmente anticristiano, con la tarea misionera de la Iglesia, delante del Sumo Pontífice, es irreverente e inadmisible no sólo en relación a su augusta persona, sino a una legión de santos y mártires que dieron su vida llevando la luz de Nuestro Señor Jesucristo a continentes y naciones.

Los fíeles católicos cubanos hubieran deseado leer en el discurso de respuesta de Juan Pablo II palabras que de algún modo indicasen el abismo intrasponible existente entre las concepciones del hombre y la sociedad propias a católicos y a comunistas.

El Pontífice se refiere a “la decidida voluntad de la Iglesia en Cuba a colaborar, dentro de su propia misión religiosa y moral, con las Autoridades y las diversas instituciones” de la Cuba castrista, “en favor de los valores superiores y de la prosperidad espiritual y material de la nación”.

Asi expresado, ello equivale a suponer que el gobierno comunista y ateo también trabaja en favor de la “prosperidad espiritual y material” del país, y que la Iglesia puede hacer causa común con el régimen revolucionario. A este respecto, Juan Pablo II se congratula “por el clima de diálogo y mejor entendimiento, que en los últimos años se está afianzando entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades civiles”. Y hace votos “para que los signos positivos que están surgiendo”, “se desarrollen y consoliden ulteriormente, en el necesario marco de libertad efectiva que demanda la Iglesia para cumplir su misión evangelizadora».

Ya ha sido analizado, a lo largo de esta Parte II, cuál es el “marco de libertad” que el régimen castrista está dispuesto a conceder a los católicos: aquel delimitado en la Constitución socialista, y explicitado por el dictador en “Fidel y la Religión”; o sea, la “libertad” para ser “sinceros revolucionarios”,21 y ayudar así a la propagación del comunismo. Lo cual es lo contrario de una concesión. También ya se vio cómo los Obispos cubanos proceden en el referido "diálogo”.

 

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Plinio Corrêa de Oliveira: la Iglesia no puede renunciar a la predicación de cualquier precepto del Decálogo

El Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, Catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, escribió en 1963 el libro “Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?”, donde se demuestra la “incompatibilidad total entre el comunismo y la doctrina católica”, y se plantean las condiciones de efectiva libertad para predicar esta última. Al año siguiente, el autor recibió carta laudatoria de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades, hoy Sagrada Congregación para la Educación Católica, en la cual se calificaba a la obra como un “eco fidelísimo de todos los Documentos del supremo Magisterio de la Iglesia”.

En el Capítulo VI, el Profesor Corrêa de Oliveira plantea la siguiente cuestión:

“Imaginemos que un Estado comunista diese a la Iglesia toda la libertad de predicar sobre la familia, pero no sobre la propiedad privada. ¿Qué habría de responderse?

“A primera vista, se diría que la misión de la Iglesia consiste esencialmente en promover el conocimiento y el amor de Dios, más que en preconizar o mantener un régimen político, social o económico. Y que las almas pueden conocer y amar a Dios sin necesidad de ser instruidas sobre el principio de propiedad privada.

“La Iglesia podría, pues, aceptar como un mal menor el compromiso de callar sobre el derecho de propiedad, para recibir en cambio la libertad de instruir y santificar las almas, hablándoles de Dios y del destino eterno del hombre, y administrándoles los Sacramentos. Este modo de ver la misión docente y santificadora» de la Iglesia choca con una objeción preliminar. Si algún gobierno terreno exigiese de la Iglesia, como condición para tener libertad, que renuncie a la predicación de cualquier precepto de la Ley, Ella no podrá aceptar esa libertad, la cual no sería sino un simulacro falaz.

“Afirmamos que esa «libertad» seria un simulacro falaz, pues la misión magisterial de la Iglesia tiene por objeto enseñar una doctrina que es un todo indivisible. O Ella es libre para cumplir el mandato de Jesucristo enseñando ese todo, o debe considerarse oprimida y perseguida. Si no se le reconociere esa libertad total, Ella deberá —conforme a su naturaleza militante— entrar en lucha con el opresor. La Iglesia no puede aceptar en su función docente un medio silencio, una media opresión, para obtener una media libertad. Seria una entera traición a su misión”.

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Juan Pablo II considera “alentador” el “diálogo respetuoso con la cultura y las realidades sociales, que ha impulsado el Encuentro Nacional Eclesial Cubano” efectuado en febrero de 1986. “Es de desear, agrega el Pontífice, que ello facilite una presencia más activa de los católicos en la vida pública contribuyendo a la gran tarea del bien común".

Las palabras del Pontífice causan perplejidad. En efecto, en un país como Cuba, en el cual toda la vida pública está controlada y dominada por la maquinaria comunista, ¿cómo podrá el católico participar en ella sin al mismo tiempo colaborar con el régimen y hacer concesiones a la ideología anticristiana oficial?

No hay duda que, en casos excepcionales, para salvaguardar el bien común —por ejemplo, en casos de epidemias, calamidades públicas, etc.— puede ser legitima y hasta necesaria la colaboración con autoridades ilegitimas. Juan Pablo II habla del bien común; y en el contexto en que lo hace, parece quedar subentendida una colaboración estable de los católicos con el régimen comunista cubano, en los campos más diversos, como forma de atender a ese bien común. Lo que presupone que dicho régimen trabajaría efectivamente con esa finalidad; y que los católicos, participando en la vida pública —o sea, colaborando con ese régimen— también contribuirían para el bien común.

Pero siendo el comunismo un sistema antinatural —que transfiere al Partido, al Estado, a cooperativas estatales, etc., iniciativas, derechos y libertades propias de los individuos, de las familias y de los cuerpos intermedios de la sociedad— ese sistema, y el régimen que él engendra, no pueden trabajar por el bien común. En lo que se refiere a Cuba en particular, la experiencia de estos 30 años mostró cómo el bien común fue y es continuamente hollado. Se trata de una “violación institucional” de todos los derechos, según la consagrada forma del distinguido jurista cubano en el exilio, Dr. Claudio Benedí Beruff.

En la isla-presidio se cercenaron sistemáticamente los valores del derecho natural; se acabó con la libertad y la prosperidad económica; y, peor aún, se creó una situación enteramente perjudicial para las almas. A la persecución a la Iglesia, en sí gravísima, se le suma un ambiente de ateísmo militante, donde las almas no encuentran aliento para la Fé y la práctica de las virtudes cristianas. En la Parte I del presente estudio, se abordó especialmente esta temática.

Por ello, como ya se afirmó, las palabras del Sucesor de Pedro causarán en el lector una perplejidad interrogativa; tanto más que, a continuación, afirma que “el católico cubano, ciudadano e hijo de Dios, no puede renunciar a participar en el desarrollo de la comunidad civil, ni quedar al margen del proyecto social". Pero ese “proyecto social" obedece a un sistema ideológico “intrínsecamente perverso”, como lo calificó Pío XI (Encíclica “Divini Redemptoris"); ha generado inevitablemente una miseria y una opresión que constituyen la “vergüenza de nuestro tiempo", según el Cardenal Ratzinger (Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fé); y “llevó hasta sus extremas consecuencias la rebelión del corazón humano contra el Divino Espíritu Santo", en palabras del propio Juan Pablo II (Encíclica “Dominum et Vivificantem"). Resulta difícil comprender cómo tal exhortación del Pontífice pueda no redundar en un estímulo a una colaboración de los católicos con el “proyecto social" castrista.

 

Marzo de 1989:

Castro autoriza a la Iglesia cubana

a instalar imprenta propia

Una noticia enviada desde La Habana, divulgada ampliamente por la prensa internacional, informa que Fidel Castro autorizó a la Iglesia de Cuba a comprar una imprenta que le permita editar su material de divulgación, incluyendo libros. El dinero provendrá de una donación de la Conferencia Episcopal alemana.23

Monseñor Sean O’Malley, Obispo de las Islas Vírgenes (EE.UU.), declaró después de su reciente viaje a Cuba que la imprenta tendrá posibilidad de editar publicaciones “siempre que éstas sean específicamente religiosas, y no contengan ninguna clase de críticas al gobierno, algo que no es tolerado en absoluto".24

Si el material a ser editado va a reflejar la línea colaboracionista del Episcopado de ese país, no constituirá ningún motivo de preocupación para el régimen castrista. Por el contrario, lo favorecerá incluso en el plano internacional. En efecto, la edición de publicaciones eclesiásticas en el país reforzará en el exterior la ilusión de un “ablandamiento” del régimen.

Si el material impreso llegase a ser contrario en algún punto al régimen comunista —y por tanto inconstitucional— ¿cuánto tiempo sobreviviría dicha imprenta?

 

Marzo de 1989:

Visita de Juan Pablo II a Cuba,

deja de ser hipótesis...

El nuevo Pro-Nuncio Apostólico en La Habana, Monseñor Faustino Sainz Muñoz, informó que la visita de Juan Pablo II a Cuba “dejó de ser una mera hipótesis”, y que la “comunidad católica deberá prepararse adecuadamente para recibir al Pontífice”.25

¿En qué deberá consistir esa adecuada preparación? Según el propio Monseñor Sainz Muñoz declaró a la agencia italiana de noticias “Adista”,26 “la preparación debería consistir en dar un nuevo impulso a la vida eclesial interna y al deseo de servir más a la sociedad, en el actual momento de distensión y de superación de la confrontación que caracterizó a las relaciones Iglesia-Estado en los primeros años de la revolución castrista”.

En el plano temporal, el "nuevo impulso” sugerido por el Pro-Nuncio Apostólico no difiere sustancialmente de aquel de su antecesor, Monseñor Cesare Zacchi, cuando en 1966, después de preguntarse “por qué no ha de ser revolucionario un católico”, afirmaba que “el católico debe tratar de ser el ejemplo donde se encuentre, y debe también ser el primero en los llamados del gobierno que tiendan al bienestar del pueblo”.27

 

Abril de 1989:

Juan Pablo II acepta viajar a la isla-prisión

Al mes siguiente de haber recibido las cartas credenciales del nuevo Embajador cubano, Juan Pablo II acepta la invitación oficial de la Conferencia Episcopal Cubana para visitar la isla, según informan agencias internacionales.28 El convite de la CEC fue llevado por su presidente, el Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino, quien el día 22 se entrevistó con el Pontífice. Según informó Fernando Faure, primer secretario de la Embajada cubana ante el Vaticano, el Arzobispo fue también portador de un mensaje de Castro, cuyo contenido no trascendió.29

Días más tarde, en el avión que lo conducía al sur de Africa, Juan Pablo II confirmaba a los periodistas que estaba dispuesto a recibir a Gorbachev en el Vaticano, que “el camino está abierto” para su viaje a Cuba, pero “dejó claro, sin embargo, que difícilmente besará el suelo de Africa del Sur”, alegando “divergencia de principios”30 con el régimen imperante en este último país.

 

Abril de 1989:

100 personalidades del exilio cubano interpelan al Cardenal Arns, de Sao Paulo

Bajo el título “Eminencia, ¡Cuba también es una «vergüenza de nuestro tiempo»!”, cien personalidades representativas del exilio envían carta abierta al Cardenal Paulo Evaristo Arns, Arzobispo de Sao Paulo, expresándole su perplejidad y dolor ante los elogios del Purpurado al régimen comunista del tirano del Caribe.31 Entre los firmantes se encuentran los más altos directivos de la Junta Patriótica Cubana —la mayor coalición de entidades cubanas del exilio— los alcaldes de Miami y West Miami, representantes de la Fundación Cubano-Americana, dirigentes de entidades del laicado católico y culturales, periodistas, profesionales, profesores universitarios y empresarios de relieve.32

Después de enumerar aspectos de la dura realidad cubana, tan diferentes de las “señales del Reino de Dios” que al Cardenal Arns le pareció discernir en Cuba, los firmantes expresan, entre otros conceptos:

“Eminencia, no invalida nuestros argumentos el hecho de que las puertas de Cuba estén solícitamente abiertas para simpatizantes declarados del régimen castrista, como los religiosos brasileños Fray Betto y Fray Leonardo Boff; así como para ciertas altas personalidades, incluyendo Cardenales, cuyas posibilidades de informarse más allá de determinados límites no han sido dadas a conocer. Si durante sus visitas hubieran llegado al contacto directo con el pueblo, ciertamente habrían sido los primeros en lealmente declarar los resultados de esa investigación.

“El régimen cubano ha pasado de un primer período en que el misterio autoimpuesto y el escarnio internacional se daban simultáneamente, para una segunda fase en que la propaganda le está siendo favorable y se lo ayuda a salir de su aislamiento sin que, entretanto, ese misterio cese. En momentos en que Castro vocifera «socialismo o muerte» y «marxismo-leninismo o muerte», durante su discurso en Santiago de Cuba, por ocasión del aniversario de la Revolución (“Diario Las Américas", 4-1-89), las voces que se irguieron incesantemente desde las izquierdas contra los regímenes militares parecen olvidar ahora estas tres décadas de oprobio”.

 

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Destacado sacerdote cubano en el exilio analiza la “traición” del Cardenal Arns

El P. Enrique T. Rueda —conocido sacerdote cubano, quien tras haber pasado por las cárceles castristas logró abandonar la isla en 1961, radicándose en los Estados Unidos— escribió en la revista mensual “The Wanderer”33 un documentado artículo titulado “La traición del Cardenal Arns".

“Como cristiano y como sacerdote, afirma el P. Rueda, me duele profundamente cuando el Cardenal Arns ensalza en su carta a Castro por los «logros de la revolución». Sólo podía pensar en los amigos cuyos cuerpos quedaron atrás, jóvenes que murieron gritando «¡Viva Cristo Rey!» No me cabe duda que el Cardenal Arns con sus palabras se ha hecho parte responsable de la muerte de miles de jóvenes asesinados por Castro”.

En otro párrafo medular, el sacerdote cubano en el exilio comenta: “El escándalo que supone la defensa que hace Monseñor Arns de Castro es múltiple. El Cardenal continúa cubriendo de ridículo y oprobio a la Iglesia. En Cuba es descorazonador para los católicos comprobar el que un Obispo de la Iglesia se abrace con el hombre que les ha causado tanto dolor. Pero lo realmente escandaloso es que la Santa Sede no pueda o no quiera frenar al Cardenal Arns, causando grave daño a las almas de quienes no pueden separar a la Iglesia de la maldad que a veces causan sus ministros”.

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Mayo de 1989:

Obispos del exilio replican

públicamente al Cardenal Arns

Dieciocho días después de publicada la carta de las 100 personalidades del exilio a Monseñor Arns, se elevaba la autorizada voz de los tres Obispos cubanos del exilio, en carta abierta al Purpurado brasileño.34

Monseñor Eduardo Boza Masvidal, Obispo en Los Teques, Venezuela, Monseñor Agustín Román, Obispo auxiliar de Miami y Monseñor Enrique San Pedro SJ, Obispo auxiliar de Galveston-Houston, después de aclarar que habían enviado con anterioridad al Cardenal Arns dos cartas privadas —sin obtener respuesta— afirman, entre otros conceptos, que “Cuba padece desde hace 30 años una cruel y represiva dictadura militar en un estado policíaco que viola o suprime constante e institucionalmente los derechos fundamentales de la persona humana’’; que “mientras un número bastante reducido de jerarcas del gobierno disfrutan de todas las comodidades de la vida, el pueblo se ve reducido a nivel de sobrevivencia”, dependiendo de la mísera  “libreta de racionamiento’’; que “mientras un número reducidísimo” retiene “irreversiblemente todo el poder político y económico, del que abusa para su propio provecho y para perpetuarse en el poder’’, “la población en general es mantenida en una situación de sujeción total equivalente a una minoría de edad”; que, en fin, la “angustia” y el “dolor” del pueblo tiene un corolario en “la falta de libertad religiosa en Cuba que afecta especialmente a los católicos”, lo cual “se refleja trágicamente en las estadísticas religiosas”; todo lo anterior, mientras “los Obispos de Cuba, por su parte, han mantenido su acostumbrado silencio”.

La misiva de los tres prelados constituye sin duda un obstáculo considerable a las pretensiones del dictador de mejorar su imagen en las tres Américas, especialmente a través de su fraudulenta “política religiosa”.

 

Junio de 1989:

Plinio Corrêa de Oliveira:

«Cuba: por fin puedo hablar»

El Profesor Plinio Corrêa de Oliveira publica en la prensa brasileña el artículo “Cuba: por fin puedo hablar”, en el que después de constatar el “desconcierto general" causado en Brasil por la Carta del Cardenal Arns al tirano, y de calificar como “incomprensibles” los términos de la misma, transcribe el texto de la carta de los tres Obispos del exilio a dicho Purpurado.

El artículo fue inicialmente estampado en el “Jornal de Brasilia”,35 en la capital de Brasil, y luego reproducido por numerosos diarios brasileños y publicaciones del exterior.36

 

Mayo de 1989:

Encargado de asuntos religiosos del PC cubano viaja a Roma,

en decisivo impulso a visita de Juan Pablo II a Cuba

Un mes después que el Arzobispo de La Habana entregara a S.S. Juan Pablo II la invitación oficial de la Conferencia Episcopal Cubana para visitar la isla-prisión, llega a Roma José Felipe Carneado, Jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Una noticia de la agencia EFE informa que el funcionario comunista accedió así a una invitación del Cardenal Roger Etchegaray, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cursada durante la visita del Purpurado a La Habana en diciembre de 1988.37

La agenda de Carneado en Roma, desde los primeros días de su estadía, fue nutrida. En efecto, además de mantener conversaciones con el propio Monseñor Etchegaray, se entrevistó con el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Agostino Casaroli,38 encuentro al que se hicieron presentes el Sustituto de la Secretaría de Estado, Arzobispo Edward Cassidy, y el Arzobispo Angelo Sodano, Secretario para las relaciones con los Estados. Carneado también mantuvo reuniones con el Cardenal Eduardo Pironio, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos; con el Arzobispo Fiorenzo Angelini, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Operadores Sanitarios; con el Prepósito General de los Jesuítas, P. Peter Hans Kolvenbach; y con el Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallistas), Hno. John Calvin. El representante del régimen castrista no escondió su satisfacción por los resultados de esos encuentros, calificando de “extraordinariamente cordial y fraternal” la acogida a él brindada en medios vaticanos. Todo lo cual, agregó, contribuye a “afirmar el clima de buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano y refleja la voluntad de la Iglesia de continuar favoreciendo el desarrollo de este clima”.39

 

Juan Pablo II recibe a Carneado

El viernes 26, después de los importantes contactos desarrollados durante la semana, Carneado es recibido por el propio Pontífice, con quien sostuvo un encuentro privado durante 20 minutos. Al final de la entrevista, el representante comunista comentó: “Le entregué el mensaje de Fidel Castro que reitera la disposición del gobierno cubano de recibirlo en Cuba cuando él lo decida y coordinar el momento más propicio para llegar a Cuba”. Carneado añadió que Juan Pablo II “ha acogido con satisfacción la invitación y el saludo de Castro y me encargó le trasmitiera sus mejores deseos y saludos más afectuosos”. El alto funcionario comunista interpretó esos gestos como el “fiel reflejo de las reiteradas manifestaciones del Papa de su deseo de visitar Cuba, deseo que nos satisface y que ya el Cardenal Etchegaray explicó a Castro, y a los propios feligreses cubanos”.

Carneado definió el mensaje del dictador a Juan Pablo II como una “invitación implícita”, y comentó que su presentación fue coordinada “de modo que no hubiera mucha separación”40 con el convite oficial, que correspondió a la jerarquía católica cubana.

El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, resaltó también el “agrado” con que Juan Pablo II recibió esa “invitación implícita” de Castro, si bien que en la Embajada de Cuba ante la Santa Sede, se aclaró que “aún no se tiene constancia de la aceptación formal del Papa”.41

Por fin, el periodista Araújo Netto —corresponsal en Roma del periódico “Jornal do Brasil”— haciendo un balance, destacó que “la misión encabezada por Carneado obtuvo pleno éxito”.42

 

Monseñor Etchegaray señala singular “pecado” de Carneado

El emisario de Castro narra de la siguiente manera la génesis de su visita al Vaticano: “El pasado diciembre, el Cardenal Etchegaray viajó a Cuba, donde en seguida se familiarizó con el medio, y al hablar conmigo calificó de «pecado» el hecho de no haber venido aún a Roma, y ante Fidel reiteró su invitación; así nació mi primer viaje a Roma”.43

De ser verdaderas esas palabras del Cardenal Etchegaray sobre el “pecado” de Carneado, ellas causan asombro. En efecto, dado que Carneado se encarga desde 1961, por mandato del Partido Comunista, del control de la religión en Cuba,44 no es posible disociar su persona de la sistemática persecución religiosa movida desde entonces —especialmente contra los católicos— por el régimen castrista. Persecución que llegó a admitir cínicamente, en declaraciones a la revista “Cuba Internacional”,45 al reconocer que “a cierta altura fuertes medidas” fueron adoptadas contra creyentes acusados de actividades “contra-revolucionarias”. Persecución que negó en Roma, declarando no menos cínicamente que “no se debe atribuir al gobierno” comunista la causa del éxodo de religiosos durante los primeros años de la Revolución; y sosteniendo, contra la verdad histórica, que ellos abandonaron Cuba “sin que nadie los compulsara a ello”46...

En lo que dice respecto al presente y al futuro, Carneado advierte en el mencionado reportaje de "Cuba Internacional”, en tono claramente amenazador, que “no se permitirán ni tolerarán violaciones" a la ley comunista “en nombre de los principios religiosos”. Sin embargo, en Roma, el funcionario comunista trató de mostrarse conciliador, destacando con insistencia a la prensa “la posibilidad de colaboración” con diversas congregaciones religiosas, incluyendo la “reinstalación” de los Hermanos Lasallistas en la isla. Esa “colaboración” sin duda no implicará abrir mano de su poder de veto sobre el ingreso de religiosos que puedan incomodar al régimen. En efecto, meses antes había llegado a declarar: “No tenemos nada contra los religiosos extranjeros, pero no deseamos a aquellos que no comprenden nuestra realidad nacional. Hacemos un estudio muy serio de las candidaturas”.47

Todo lo anterior no obedece sino a la “sistemática aplicación” de una misma política llevada a cabo por el Partido Comunista cubano en relación a la Iglesia,48 política que, como lo reconoce este viejo militante —encargado de ejecutar esas directrices— ha rendido tantos dividendos al PC.

Frente a esos antecedentes, sorprende que la diplomacia vaticana no sólo haya aceptado su presencia en cuanto enviado de Castro, sino que le brindase una acogida “extraordinariamente cordial”, según manifestara el propio visitante.

 

Junio-Julio de 1989:

Se reencienden controversias sobre oportunidad de una visita papal a Cuba

La aceptación oficial de Juan Pablo II al convite de la Conferencia Episcopal Cubana para visitar la isla, se dará sólo algunos meses antes de que el viaje se produzca.49 Pero la sucesión de hechos arriba narrados, incluyendo la presencia en Roma del emisario de Castro, no deja margen de dudas sobre las intenciones del Sumo Pontífice al respecto.

Ahora bien, cualquier viaje papal involucra una serie de aspectos diplomáticos, los cuales, por su naturaleza, corresponden a materias eminentemente opinables. Y, en cuanto tales, ni de lejos comprometen la infalibilidad pontificia. Tratándose de Cuba, país que desde hace 30 años gime bajo una implacable dictadura marxista, y que cuenta con cerca de un millón de ciudadanos desterrados, no era de extrañar que aflorasen opiniones diversas, e incluso contradictorias, en torno de la oportunidad de esa gira en la presente coyuntura internacional.

En la práctica, opiniones al respecto ya habían sido dadas a conocer desde mucho antes. Entre ellas, fueron varias y autorizadas las voces que se levantaron para ponderar cuánto favorecería publicitariamente al tirano tal visita, pudiendo servirle incluso para consolidar su régimen despótico. Esas declaraciones, así como elementos concluyentes que muestran los mecanismos de control y manipulación de la población al alcance del tirano, durante una eventual visita papal, han sido consignadas a lo largo de las páginas precedentes; por lo cual no es del caso volver a reiterarlas.

Pero con la sucesión de hechos que acaban de ser narrados, esos debates tomaron una nueva intensidad. Ellos giran, principalmente, sobre dos aspectos. En primer lugar, se plantea si el régimen castrista ha cedido lo suficiente en materia de libertad religiosa, permitiendo la práctica y la propagación de la Fé católica en todas sus dimensiones, sin trabas, compromisos o condiciones de cualquier especie; con lo cual la gira papal podría efectuarse con provecho para los fieles. En segundo término, se debate sobre cuál de las partes —la católica o la comunista— se vería sustancialmente favorecida con esa visita.

 

Ambigüedad en torno de las condiciones para una visita papal, favorece a Castro

El diario “El Nuevo Herald”,50 de Miami, había resaltado con perspicacia en enero de 1989 que, tanto en medios eclesiásticos cuanto gubernamentales cubanos, “oficialmente se acuñó la frase «deben darse las condiciones para el viaje»”. Sin embargo, agregaba el periódico, éstas “no se enumeraron de forma pública”.

Ambigüedad que en este caso favorece al propio régimen, pues ha dado margen a que eclesiásticos colaboracionistas como el secretario de la Conferencia Episcopal Cubana, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes se hayan adelantado a afirmar que “tanto la Iglesia como el Estado han llegado a la conclusión de que se han cumplido las condiciones necesarias” para la visita, faltando según el prelado sólo algunos “ajustes prácticos”.51 En esos mismos días, el Arzobispo de Friburgo, Monseñor Oskar Saier —quien visitara Cuba a fines de noviembre de 1988, integrando una delegación de la Conferencia Episcopal alemana— había efectuado declaraciones al diario “Deutsche Tagepost” sobre sus impresiones de viaje. El prelado, si bien se mostró favorable a la realización del viaje papal, estuvo lejos de afirmar que las ambiguas “condiciones necesarias” mencionadas por Monseñor de Céspedes se habían dado. Monseñor Saier fue terminante al declarar que, según sus observaciones, los laicos católicos activos “sufren como antes”. Y agregó: “Espero que el régimen atenúe las presiones sobre los ciudadanos, especialmente sobre los católicos, por causa de la visita. Es necesario tener condiciones precisas, garantías precisas. Si Castro hace cuestión de esa visita, es preciso poner como condición que la Iglesia pueda desarrollarse y que los cristianos puedan practicar su Fé sin discriminaciones u obstáculos”.52 Nótese de pasada la referencia de Monseñor Saier a que Castro “hace cuestión” del viaje papal. Ello significaría, en otras palabras, que el dictador tiene especial empeño en la misma, pudiendo interpretarse incluso como una necesidad política, tal como se desprenden de las propias declaraciones de Carneado, que se reproducen a continuación.

 

Funcionario castrista se apresura a declarar que condiciones para visita de Juan Pablo II a la isla están dadas

Desde Roma, después de efectuados sus diversos contactos en el Vaticano, José Felipe Carneado, emisario de Castro, se apresuró a señalar que las condiciones para el viaje de Juan Pablo II “están dadas”. Y la única prueba que aporta es la deducción de que si no fuese así, “no habría habido invitación implícita” del gobierno comunista para que el Pontífice visitase el país. El funcionario castrista concluyó diciendo que el viaje de Juan Pablo II, por otro lado, “ayudaría a consolidar la cohesión interna de todos los cubanos, creyentes y no creyentes”.53 Palabras que, dentro de la lógica marxista-leninista del Jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del régimen cubano, significan un reconocimiento público de los dividendos que Castro espera obtener con la visita papal: aumentar la “cohesión” de católicos y no católicos, para apuntalar a la Revolución.

 

Valladares: “El único beneficiado sería Castro”

El ex-preso político cubano Armando Valladares, hoy Embajador del gobierno norteamericano ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, adelanta una posición contraria al viaje de Juan Pablo II en las actuales circunstancias, al tiempo que enjuicia la actitud concesiva del Episcopado cubano en relación al régimen: “El único beneficiado sería Castro. Él precisa aparecer cerca del Papa para mejorar su imagen ante el mundo. Principalmente, delante de los católicos. Pero Cuba no es Polonia. Los católicos cubanos son una pequeña minoría, por causa del comportamiento de los Obispos”. Valladares se lamenta amargamente: “La gran mayoría del pueblo cubano era católica antes de la revolución marxista. Hoy no lo es más, porque la actitud de la Iglesia católica, colaborando con el régimen, apartó a los fieles. Ellos veían en los Obispos aliados de Castro. La Iglesia nunca elevó su voz para denunciar las torturas, la falta de libertad y las ejecuciones de los católicos”.54

Enrique Baloyra, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Miami, opina que “la visita del Papa representa cierta legitimidad para Castro”, pues permite al gobierno comunista ofrecer “una muestra de estabilidad”.55 Por su parte, la revista española “Ecclesia56, órgano oficioso de la Conferencia Episcopal Española, si bien espera que la visita papal dé nuevo empuje al silencioso catolicismo cubano”, reconoce cuánto ésta favorecerá al tirano: “Ni qué decir tiene que la anunciada visita de Juan Pablo II a la isla va a comportar un buen baño de prestigio para el comandante Fidel”.

En junio, los Obispos y sacerdotes cubanos en el exilio, al finalizar su XV Asamblea anual realizada en Puerto Rico, manifestaron en una declaración que si bien participan “de la alegría de los fieles y pueblo de Cuba ante la expectativa de una posible visita del Papa”, les preocupan, "no obstante, las intenciones manipuladoras del régimen cubano en función de obtener de dicha visita un respaldo moral”.57

 

Revista “Proyecto”: “Una visita peligrosa”

La conocida revista “Proyecto", de Miami,58 editada por la “Latin Builders Association”, publicó un articulo manifestando reticencias ante la oportunidad de la visita papal a Cuba, en la actual coyuntura. Con la firma de su colaborador, Daniel Pérez, en el artículo “Una visita peligrosa” se expresa, entre otros conceptos:

“Ahora la prensa recoge la confirmación de que el Papa visitará a Cuba próximamente. Está muy reciente la carta del Cardenal Arns. Es un hecho aislado pero no ayuda a la Iglesia Católica porque enajena a muchos de acercarse a la misma. La religión debe ser universal y separada del Estado pero el momento no es propicio para la visita, porque más que una visita a sus feligreses parece un acercamiento a la tiranía. Este Papa es un Pontífice valiente, audaz; siglos atrás hubiese sido combativo como Julio II, pero su visita ahora a Cuba puede ser peligrosa. Un Papa estrechando la mano de Fidel Castro, es una señal confusa y divisionista.59 El momento histórico no es feliz para ese menester. Ya tuvimos un Nuncio que fue a cortar caña con Fidel Castro en los años sesenta, después las loas del Cardenal Arns y ahora la visita Papal. ¿A donde va el Vaticano? (...) ¿Es que no percibe que una actitud equívoca no ayuda a su feligresía, y lejos de ser catequizante va a quebrar en muchos el delicado vínculo con la Iglesia que tantos han luchado por establecer? El Papa es el Vicario de Cristo, es la autoridad máxima de la Iglesia. ¿Cómo debe interpretarse su visita? (...)”

“Antes de visitar a Cuba comunista, de Roma debe venir un inequívoco mensaje de repudio a la tiranía. De otra forma el Papa estará obligado a un fuerte mensaje de cara al propio Fidel Castro porque en ello le va su prestigio, y el de la Iglesia Católica como defensora de la equidad entre los hombres (...)”.

 

Secretario General del CELAM opina sobre relaciones Iglesia-régimen cubano

En La Habana, el Obispo auxiliar de Tegucigalpa, Honduras, y Secretario General del CELAM, Monseñor Oscar Andrés Rodríguez Madariaga, efectuó declaraciones al "Resumen Semanal Granma”,60 después de participar en una reunión regional de dicho organismo eclesial latinoamericano. En ellas, el alto prelado hondureño manifestó optimismo sobre el acercamiento Iglesia-régimen cubano, al parecer sin considerar cuánto ese proceso ha beneficiado al dictador y su régimen: “Nosotros vemos que a medida que va pasando el tiempo el diálogo es más fácil, hay una gran cantidad de realizaciones que tal vez en otro tiempo no se pudieran hacer y esto nos llena de esperanza”.

Monseñor Rodríguez manifiesta a continuación su “alegría” porque “ya un número mayor de sacerdotes podrá venir a Cuba”. Pero cabe recordar aquí el virtual derecho de veto que el régimen comunista estableció sobre el ingreso de sacerdotes a la isla, por medio de Felipe Carneado, Jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba: “Nosotros no tenemos nada contra los sacerdotes extranjeros, pero no aceptamos a aquellos que no comprenden nuestra realidad nacional. Hacemos un estudio muy serio de los candidatos”.61

 

Carta Pastoral de Obispos cubanos sobre visita de Juan Pablo II a la Isla-prisión

Durante las Misas celebradas el 29 de junio en la isla, se da a conocer una Carta Pastoral conjunta de los Obispos de Cuba respecto del viaje de Juan Pablo II. En ella, los prelados afirman que “hasta ahora” no se habían dado las “condiciones oportunas” para esa visita. Pero que debido a los “esfuerzos aunados” de las autoridades eclesiásticas y el régimen comunista, “se hace posible para un futuro próximo la presencia del Santo Padre” en Cuba.

Los Obispos llaman a los fieles a prepararse para ese acontecimiento trascendente, poniendo “mayor empeño que nunca en vivir el espíritu del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC)”.62 La recomendación episcopal resulta lamentable, si se tiene en cuenta que dicho evento abrió una etapa de convergencia comuno-católica sin precedentes no sólo en la isla, sino en todo el continente americano.63

 

Julio de 1989:

Monseñor de Céspedes defiende

militancia católica

en el Partido Comunista de Cuba

En la primera semana de julio, el “Resumen Semanal Granma”,64 órgano del PCC, publica una extensa entrevista a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, actual Vicario General de la Arquidiócesis de La Habana y, desde 1970, Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal Cubana.

Entre otros conceptos que chocan frontalmente con el Magisterio tradicional de la Iglesia en relación al comunismo, y favorecen al régimen castrista, Monseñor de Céspedes afirma que la militancia católica en el Partido Comunista de Cuba debería ser una “opción libre”. Y agrega: “El Partido debería aceptar que un católico que crea que el socialismo es el régimen más justo para una sociedad humana, pueda participar a plenitud en la vida política del país sin contradicciones con su religión”. Las declaraciones de Monseñor de Céspedes son efectuadas como si no existiese “una diferencia tan grande” entre la “perversa dogmática” del socialismo y la purísima doctrina de Jesucristo, “que no la hay ni puede mayor”, según inmortal expresión de León XIII.65

Es fácil comprender la perplejidad y confusión que esas palabras hayan causado en los fieles católicos de la isla, en momentos en que se anuncia como cercana una visita papal.

No es la primera vez que el Vicario General de la Arquidiócesis de La Habana reivindica para los católicos tan absurdo “derecho”, cuyo ejercicio implica, en la realidad, una renuncia a principios inmutables de la doctrina social católica.66 Lo que se desea constatar aquí es la ininterrumpida actitud colaboracionista con el régimen de dicho sacerdote, lo cual no ha sido obstáculo para que siga ocupando, desde hace dos décadas, tan altos cargos en la Iglesia cubana.

 

Septiembre de 1989:

Denuncian objetivo estratégico de “política religiosa” castrista

El boletín SELAT (Servicios Latinoamericanos) señala que “el paulatino cambio en la estrategia de Fidel Castro frente a la Iglesia Católica” obedecería a la “necesidad de salir del aislamiento que experimenta su régimen”. Para ello, agrega la publicación, Castro “está intentando un diálogo directo con la institución de mayor prestigio internacional y de menor peligrosidad a escala interna”, tratando de “recuperar perfil ante los países latinoamericanos, donde la Iglesia cuenta con un gran apoyo popular”. Esta denuncia deja en evidencia, una vez más, las “nada santas intenciones del líder cubano de extender la influencia de Cuba en la región, usando como medio para alcanzar este fin a la controvertida teología marxista de la liberación”.67

El día 28 de septiembre, el Dr. Claudio Benedí Beruff, distinguida personalidad del exilio cubano, denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, reunida en Washington, que "la llamada apertura religiosa del régimen comunista de Cuba sólo alcanza los niveles necesarios para la propaganda política del régimen”.68

 

Septiembre de 1989:

Obispos mejicanos visitan la isla-presidio e

incentivan acercamiento comuno-católico

Obedeciendo a una invitación de la Conferencia Episcopal Cubana, llega a la isla una delegación de Obispos mejicanos, encabezada por Monseñor Adolfo Suárez, Arzobispo de Monterrey y Presidente de la Conferencia Episcopal Mejicana (CEM).

Durante su permanencia en Cuba, Monseñor Suárez declaró al “Resumen Semanal Granma”69 que, según los Obispos cubanos, “en los últimos tiempos, a través del diálogo, se van tornando más cordiales las relaciones entre la Iglesia y el Estado”. Dicho prelado, al parecer sin considerar los fraudulentos propósitos de la “política religiosa” de Castro, agregó que deseaba todavía “un diálogo de más comprensión, más efectivo, más permanente, entre la Iglesia y el Estado cubanos”.

Resultan no menos sorprendentes las declaraciones de otro miembro de la comitiva, Monseñor Manuel Pérez Gil, Obispo de Tlalnepantla y Secretario de la CEM, quien dijo haber percibido “una alegría inmensa” en los desdichados habitantes de la isla-presidio. Palabras muy similares a aquellas atribuidas por agencias internacionales, en 1974, a Monseñor Agostino Casaroli —entonces Secretario del Consejo para los Asuntos Públicos del Vaticano— después de su viaje a Cuba, que fueran consignadas y comentadas debidamente en la Parte II, Capítulo 1, de este libro.

 

Octubre de 1989:

Castro satisfecho con próxima visita

de Juan Pablo II

El 23 de octubre, por ocasión del 11° aniversario del Pontificado de S.S. Juan Pablo II, se efectuó una recepción en la Nunciatura Apostólica en La Habana. A ella compareció Fidel Castro, quien mantuvo un diálogo de cuatro horas con el Pro-Nuncio Apostólico, Monseñor Faustino Sainz Muñoz, el Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Ortega, el Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, y el Obispo de Pinar del Río, Monseñor José Siro González Bacallao.

En la oportunidad, en declaraciones a la agencia del régimen cubano “Prensa Latina”, Castro manifestó que “la visita del Papa a Cuba será un acontecimiento muy agradable”, y que el Pontífice “tendrá aquí la mejor acogida”. Por su parte, el Arzobispo de La Habana, Monseñor Ortega, situó el encuentro con el dictador en el marco del “proceso de mejoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado que tiene lugar en Cuba". Según “Prensa Latina”, Monseñor Ortega agregó que se sentía “muy satisfecho con el diálogo”, al igual que el Pro-Nuncio Sainz Muñoz.70

 

Noviembre de 1989:

¿Contramarchas en el proceso de acercamiento

Episcopado-régimen castrista?

En noviembre, la Radio Progreso, de La Habana, entrevista a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, una de las figuras eclesiásticas cubanas más comprometidas con el régimen castrista. Según Pablo Alfonso, del diario “El Nuevo Herald” de Miami, es la primera vez, en el último cuarto de siglo, que una radio cubana de alcance nacional trasmite palabras de un sacerdote católico.

Monseñor de Céspedes se refirió a conflictos ocurridos entre la jerarquía de la Iglesia y la Revolución, desde 1959. En forma contemporizadora, señaló que a su entender las mayores dificultades habían sido superadas. Pero agregó que “no todos esos problemas están resueltos”, y que ello se debe a “incomprensiones de parte y parte por falta de comunicación”.71

Nótese de pasada que Monseñor de Céspedes atribuye esos “problemas” no precisamente a una incompatibilidad intrasponible entre catolicismo y marxismo —como lo señala la doctrina tradicional de la Iglesia— sino a una mera “falta de comunicación”. Sin embargo, lo que importa destacar aquí es la constatación de que nuevamente han aflorado dificultades y trabas en el proceso de acercamiento católico-marxista en la isla-prisión.

El lector que haya acompañado la cronología de esta Parte II, podrá recordar varios momentos en que se produjeron situaciones de esta índole. Por ejemplo, en los primeros meses de 1987, a un año de la realización del ENEC —en que los Obispos tanto habían cedido ante el castrismo— el Arzobispo de La Habana constataba que las relaciones Iglesia-Estado atravesaban un período “crucial”, y que continuaban las “discriminaciones” aún para los católicos dispuestos a colaborar con el régimen. Otra manifestación palpable de esas contramarchas se dio en noviembre de 1988, cuando durante una Homilía en la Catedral de La Habana Monseñor de Céspedes criticó el “monolitismo socio-político” imperante en la isla.

Lamentablemente, en los casos mencionados, tal como se analizó en su oportunidad, las críticas eclesiásticas no fueron dirigidas a los errores socio-económicos intrínsecos al sistema socialista, sino a manifestaciones de “monolitismo” que dificultan la inserción de aquellos católicos dispuestos a colaborar con dicho sistema.

 

Diciembre de 1989:

Mensaje de Navidad de los Obispos:

¿rectificación de rumbos?

Los conceptos expresados en párrafos anteriores se aplican en buena medida a una Carta Pastoral conjunta de los Obispos de Cuba, dada a conocer a fines de 1989,72 y sirven para considerarla en sus justos términos. Ello se toma especialmente necesario, pues diversos medios de prensa del exterior interpretaron el documento episcopal como siendo una crítica frontal contra el sistema comunista existente en la isla.73

La objetividad de esa interpretación del documento episcopal no se ve corroborada después de una lectura atenta del mismo, en el que no se encuentran señales de una efectiva rectificación de rumbos de los Obispos. La Pastoral es mucho menos incisiva de lo que insinuaron las versiones de prensa arriba aludidas. En varios pasajes no sólo se aceptan una vez más, implícita o explícitamente, las reglas de juego del régimen socialista vigente en la Cuba de hoy, sino que incluso se reconocen varios de sus supuestos logros.

Por ejemplo, ante el desolador panorama social, económico y, especialmente, religioso que se observa en Cuba después de tres décadas de dictadura marxista,74 los Obispos sólo parecen vislumbrar “dificultades”. Y se admite que ellas serían “siempre susceptibles de crítica y mejoramiento” dentro del actual sistema, sin la eliminación de las “causas estructurales” que las originaron.75 Más adelante, los Obispos manifiestan que es necesario “constatar lo alcanzado”, rindiendo tributo al supuesto “desarrollo social alcanzado hasta hoy”;76 y parecen ver en la espantosa deformación de la juventud llevada a cabo por el régimen castrista, un “gran sacrificio” que el sistema cubano habría efectuado para “capacitar” a los jóvenes en diversos campos, como los “intelectuales” y “culturales”.77

Noticias de prensa publicadas en el exterior otorgaron destaque a la objeción de los prelados al “colectivismo asfixiante” en cuanto “proyecto desfasado”. Y la presentaron fuera de su contexto, como si constituyera el eje en torno del cual gira la Pastoral, cuando en realidad esa expresión está inserida junto con muchas otras consideraciones de orden diverso. Ella constituye una crítica muy débil si se considera que los Obispos no cuestionan las bases del sistema, ni declaran indispensable la eliminación de todo “colectivismo”, que ha sido el causante de la miseria espiritual y material en que yace el pueblo cubano. Si el régimen concediese la “mayor y mejor participación” que se solicita en el marco del propio sistema, podría entenderse que para los prelados la nota "asfixiante” quedaría superada. En este sentido, es sintomático que hagan silencio absoluto sobre la necesidad de restablecer el derecho de propiedad, tan radicalmente abolido del régimen socio-económico cubano.78

Así, en aspectos medulares, esta Carta Pastoral permanece en solución de continuidad con la línea adoptada por el Episcopado cubano durante largos años, consignada con abundante documentación en este estudio. Cuánto resultaría confortante, en especial para los infelices católicos de la isla que se niegan a aceptar una colaboración con el comunismo, percibir síntomas inequívocos de que la actuación de los Obispos camina hacia una efectiva rectificación de rumbos. Para que tal se diese, sería necesario que ella incluyese no sólo una retractación pública de los trágicos errores cometidos con su política de “mano extendida” hacia el castrismo, sino un inequívoco repudio de la sociedad comunista en cuanto “intrínsecamente perversa”79 y en cuanto “trágica utopía” “condenada al fracaso”.80 Con ese gesto, sin duda se escribiría una de las páginas más bellas de la Historia de la Iglesia en el continente, al tiempo que sería asestado un golpe doctrinal sin precedentes contra la secta roja, no sólo en Cuba, sino en el mundo latinoamericano.

Dos meses después de lanzada esta Carta Pastoral, el Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana y Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino, insistirá en la peregrina tesis de que un joven podría ser al mismo tiempo católico y militante de la Juventud Comunista. Y se quejará de las dificultades hasta hoy encontradas por la parte católica, para efectivar esa nefasta integración.81 Parecía estar explicitado así el sentido que para el alto prelado tiene el reclamo de “mayores niveles de participación” efectuado por el Episcopado de la isla en la Pastoral conjunta arriba comentada.82

De todos modos, nuevas noticias sobre dificultades en el proceso de acercamiento jerarquía de la Iglesia-régimen castrista se darán a conocer en los primeros meses de 1990.

 

Notas:

1) N° 1, artículo “Los Obispos alemanes en la isla de Castro”, p. 34.

2) A través de estas constataciones de Monseñor Schwarz, queda de manifiesto una vez más la mala fe de Castro cuando en “Fidel y la Religión” se ufana de que el enfrentamiento con la Iglesia “no se tradujo jamás, sin embargo, en el cierre de una sola Iglesia en nuestro país” (“Los cristianos latinoamericanos", p. 251) y de que en Cuba “nunca habíamos tenido en la mente la idea de acabar con la religión” (“Los cristianos latinoamericanos”, p. 250). Iglesias abiertas... pero en ruinas y casi vacías. Monseñor Schwartz constata que “en algunos puntos del país la asistencia a Misa es de apenas un 1 por ciento”. Si Castro, como alega, nunca tuvo la intención de terminar con la religión católica, ¿quién, entonces, será el responsable directo por ese estado de postración?

3) Programa del Encuentro distribuido por la Conferencia Episcopal Cubana.

4) Entre otros miembros de la comitiva, se destacaban Monseñor René Valero, Obispo auxiliar de Brooklyn y Director de la Comisión de la Conferencia de Obispos de los Estados Unidos para los asuntos de la Iglesia en Latinoamérica; Monseñor Sean O’Malley, Obispo de Islas Vírgenes (EEUU), y Monseñor Octavio Cisneros, Director del Apostolado Hispano en la Diócesis de Brooklyn y miembro del Centro Católico del Nordeste (“Diario Las Américas”, 31-1-89, y “The Tablet”, 18-2-89).

5) “El Pregonero”, Washington, 9-2-89.

6) op. cit., ídem, ibíd.

7) “30 Giorni” N° 1, enero de 1989, p. 34.

8) 12-2-89, subtítulo “Castro sees benefits”.

9) cfr. Paulo VI, Alocución al Seminario Lombardo, 7-12-68.

10) 2-3-89.

11) “ABC”, Madrid, 7-5-89.

12) “L’Osservatore Romano”, 4-3-89, pp. 1 y 4.

13) “Jornal do Brasil”, 3-1-89.

14) Antonio Diaz Ruiz, “América Latina: nueva mentalidad, nuevas possibilidades - Debate internacional”, “Problemas de la Paz y del Socialismo - Revista Internacional" publicacion “teórica e informativa de los Partidos Comunistas y Obreros”, São Paulo, Vol. 7, N° 2, abril-junio de 1988, p. 177.

15) “La Voz Libre”, Los Angeles, 21-10-88; información basada en la prensa cubana, sobre la puesta en marcha del “Sistema de Educación Patriótico-Militar e Intemacionalista” en la Isla de Pinos, donde reciben instrucción “24.000 becados de más de 80 países del Tercer Mundo”, como lo reconoce el propio Castro (Fidel Castro, “Cuba y los derechos humanos”, Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1988, p. 58).

16) “ABC” de Madrid, 27-1-89, p. 27.

17) “Harper’s Magazine”, agosto de 1988.

18) Declaraciones del Canciller de Guatemala, Alfonso Cabrera, cable de Agencia EFE, “Diario Las Américas”, 6-11-88; y artículo “La guerrilla sigue activa bajo el impulso de Castro”, “ABC”, Madrid, 16-2-90.

19) Special Brief, Council for Inter American Security, Washington, diciembre de 1989.

20) “30 Giorni”, enero de 1990.

21) Seminario Internacional 70 Años de Experiencia Socialista, actas recogidas en el libro “1917-1987: Socialismo em debate”, Instituto Cajamar, São Paulo, 1988, p. 129.

22) Item " ¿Es la religión el opio del pueblo?”, p. 301.

23) “The Tablet”, 18-2-89, “Folha de S. Paulo”, 7-3-89, “O Estado de S. Paulo”, 7-3-89, y “Ya”, Madrid, 8-3-89.

24) “The Tablet”, 18-2-89.

25) “O Globo”, 16-3-89.

26) 4, 5 y 6 de mayo de 1989.

27) “Sucesos”, Méjico, 17-9-66.

28) “O Estado de S. Paulo”, 23-4-89.

29) “The Miami Herald”, 30-5-89.

30) “O Estado de S. Paulo”, 29-4-89.

31) “Diario Las Américas”, 23-4-89; revista “Proyecto”, Miami, Año XV, N°s 4 y 5, 1989; revista “Tradición, Familia, Propiedad”, Santiago de Chile, abril-mayo de 1989; boletín “Diálogo Directo de Cubanos Desterrados”, Miami, mayo de 1989; “Covadonga Informa”, Madrid, mayo de 1989; “Corrispondenza romana”, 17-5-89; “Cristianitá”, Italia, junio de 1989; “Le Figaro”, Paris, 30-6-89; “Latin American Links-News of the Catholic Church in Latin America” (ediciones en inglés y francés), Paris, julio-agosto de 1989; “Documentos , Arquidiócesis de Medellín, Colombia, octubre de 1989.

32) Se consignan aquí los nombres de Manuel Alzugaray, Claudio F. Benedí, Luis F. Botifol, Victor H. de Yurre, Sergio F. de Paz, Julio Estorino, Antonio Jorge, Roberto Martin Pérez, Raúl Martínez, Rafael A. Peñalver, Mariví Prado, Ramón V. Rasco, Pedro Reboredo, Tomás Regalado, Ariel Remos, José Ignacio Rivero, Xavier Suárez, Luis Sabines, Manuel Antonio de Varona y Andrés Vargas Gómez.

33) N° 16, 20 de abril de 1989. Artículo reproducido por la revista española ''Iglesia-Mundo”, N° 388, 2a quincena de junio de 1989, de cuya versión se extraen los párrafos siguientes.

34) “Diario Las Américas”, 11-5-89, “Le Figaro”, Paris, 30-6-89; “Latin American Links-News of the Catholic Church in Latin America”, Paris (ediciones en inglés y francés), julio-agosto de 1989; “Documentos”, Arquidiócesis de Medellín, octubre de 1989; “O Estado de S. Paulo”, Brasil, 10, 14 y 26 (editorial)-12-89; “Jornal da Tarde”, São Paulo, Brasil, 15 y 27 (editorial)-12-89; “Pregunte y Responderemos”, boletín del Monasterio Benedictino de Rio de Janeiro, diciembre de 1989.

35) 16-6-89.

36) “TFP-Standpunkt”, N° 4, Frankfurt, 1989; “O Progresso, Dourados”, y “A Tribuna”, São Carlos, Brasil, 23-6-89; "Edição do Brasil”, Belo Horizonte, Brasil, 25-6-89; “O Momento”, João Pessoa, Brasil, 29-6-89; boletín “Diálogo Directo de Cubanos Desterrados”, Miami, junio de 1989; “TFP Newsletter”, N° 35, Africa del Sur, 1989; “Tradición, Familia, Propiedad”, Santiago de Chile, junio-julio de 1989; “Catolicismo”, Brasil, julio de 1989; semanario “Disculpe”, Montevideo, 19-7-89; “TFP Newsletter”, Canadá, septiembre de 1989; “TFP Informa”, Bogotá, noviembre-diciembre de 1989.

37) “El Nuevo Herald”, Miami, 28-5-89.

38) Carneado manifestó a la prensa que ya conocía a Monseñor Casaroli, de la época en que éste visitara Cuba, en 1974, ocasión en la que -según el funcionario comunista- surgió entre ambos una “relación cordial” (“El Nuevo Herald”, 28-5-89).

39) “El Nuevo Herald”, 28-5-89 y “Adista”, 19, 20 y 21-6-89.

40) “El Nuevo Herald”, 28-5-89.

41) “Diario Las Américas”, 31-5-89.

42) “Jornal do Brasil”, 1-6-89.

43) “El Nuevo Herald”, 28-5-89.

44) “Cuba Internacional”, edición en inglés, septiembre de 1988, p. 12.

45) Edición en inglés,  septiembre de 1988.

46) “El Nuevo Herald”, 28-5-89.

47) “Chrétiens de l’Est”, N° 57,1er tr. 1988, supl. N° 15.

48) “Cuba Internacional”, edición en inglés, septiembre de 1988, p. 13.

49) “Diario Las Américas”, 31-5-89.

50) 21-1-89.

51) op. cit., idem, ibid.

52) “30 Giorni”, N° 6, junio de 1989.

53) “El Nuevo Herald”, 28-5-89.

54) “30 Giorni”, N° 6, junio de 1989.

55) “El Nuevo Herald”, 12-3-89.

56)  N° 2.428, 17-6-89.

57) “Diario Las Américas”, 2-7-89.

58) Año XV, N°s 4 y 5, p. 30.

59) Contra este argumento del articulista podría levantarse la objeción de que Juan Pablo II viajó a Chile en 1987, estando ese país bajo el gobierno del General Pinochet. Entonces, así como el Pontífice visitó un país gobernado por alguien calificado como dictador de derecha, recíprocamente, podría ir a Cuba, gobernada por un dictador de izquierda. La eventual objeción es fútil, porque se basa apenas en rótulos de superficie. Al poner equivocadamente en pie de igualdad a ambos regímenes, ella pretende hacer abstracción del hecho que la dictadura castrista es una trágica realización práctica del comunismo, calificado por S.S. Pío XI como “intrínsecamente perverso” en su célebre Encíclica “Divini Redemptoris”.

60) La Habana, 18-6-89.

61) “Chrétiens de l’Est”, N° 57, 1er tr. 1988, suplemento N° 15.

62) “Unión”, año XX, N° 96, Edición Internacional, Caracas, 8-9-89, y Boletín “Celam”, N° 230, septiembre de 1989.

63) cfr. Parte II, Capítulo 4, y Parte III, Capítulos 2 a 9.

64) Edición internacional, 9-7-89, p. 4.

65) Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, BAC, Documentos Políticos, pp. 65-66.

66) cfr. Parte III, Capítulo 5, “Pleitear la militancia católica en el Partido Comunista y la «teología de la reconciliación»: trágicos frutos «encarnacionistas» del proceso convergencial de los prelados cubanos”.

67) cfr. “Palabra”, Madrid, septiembre de 1989.

68) Informe de la Junta Patriótica Cubana, Washington, septiembre de 1989.

69) 1-10-89.

70) “Resumen Semanal Granma”, Edición Internacional, 5-11-89, p. 9; “El Nuevo Herald”, 30-11-89.

71) “El Nuevo Herald”, Miami, 30-11-89.

72) “Mensaje de Navidad-1989”, Conferencia Episcopal Cubana, 4 pp.

73) Véase, por ejemplo, el artículo “Los Obispos cubanos, contra el «colectivismo asfixiante»", de la agencia EFE, desde La Habana; “ABC”, Madrid, 30-12-89. Este tipo de versiones no deja de favorecer, aún indirectamente, al Episcopado cubano, tan desprestigiado a los ojos de incontables fieles cubanos en la isla y en el exilio, por su política colaboracionista. Y podrá servir para dar una impresión de distanciamiento de los Obispos en relación a un régimen que no logra esconder síntomas de precariedad en el plano internacional.

74) cfr. Parte I de este estudio.

75) N° 6, p. 2.

76) N° 12, p. 3

77) N° 13, p. 3. Debe tenerse en cuenta que el artículo 38 de la Constitución cubana establece que el Estado “fundamenta su política educacional y cultural en la concepción (...) establecida y desarrollada por el marxismo-leninismo’’ y tiene como objetivo “promover la formación comunista de las nuevas generaciones’’ (incisos a y c).

78) N° 12, p. 3.

79) cfr. Pío XI, Encíclica “Divini Redemptoris”.

80) cfr. Juan Pablo II, alocución al llegar a Checoeslovaquia, “Folha de S. Paulo’’, 22-4-90.

81) “El Diario-La Prensa”, N. York, 23-2-90.

82) N° 12, p. 3.

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