Parte I

 

 

Capitulo 3

Mecanismos psicológicos y políticos acentúan terror y asfixia espiritual de católicos cubanos

 

 

 

 

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A la existencia en Cuba de una situación de “violencia institucionalizada”, a través del sistema jurídico y legal, debe sumarse una serie de poderosos mecanismos de presión social que llegan a controlar incluso la vida privada de cada habitante.

La aplicación de esos mecanismos de coacción por medio del terror, formando un todo con los medios de propaganda, permiten afirmar que el régimen comunista cubano está lejos de mostrarse menos totalitario que el régimen nazista. Como se recordará, este último demostró una pavorosa eficacia en obnubilar las mentes, a través de resortes psico-políticos, predisponiéndolas a aceptar convicciones inherentes a la ideología dominante.

El Dr. Vladimir Ramírez, psicólogo cubano en el exilio, no duda en afirmar que “Fidel Castro ha estructurado una enorme máquina de represión, la cual, en relación con la dimensión del país, es la mayor del mundo”.1 Y el General cubano Rafael del Pino, quien huyera de la isla junto con su familia en mayo de 1987, asegura que “el estado policíaco imperante en Cuba no sólo ha cercenado todas las libertades públicas y los derechos de los ciudadanos, sino que ha llegado a apoderarse de la vida y de la conciencia de todos sus súbditos, interviniendo incluso en las esferas más íntimas de los sentimientos humanos”; que esa “tragedia supera al horror de la hipotética Oceanía de George Orwell”; y que “un miedo terrible invade hoy a todos los cubanos”.2

 

Hasta los niños son dominados por una “disciplina del terror”

En estudio efectuado sobre el comportamiento de alrededor de 15.000 niños refugiados cubanos —que se encontraban entre las 120.000 personas que huyeron de Cuba por el puente del Mariel, en 1980— una investigadora constató que también “ellos estaban acostumbrados a la disciplina del terror”.3

¿Cómo consigue el régimen cubano poner en práctica y mantener esa “disciplina del terror” percibida como por ósmosis hasta por los niños? “En la Cuba revolucionaria, explica el sociólogo cubano-americano Benigno Aguirre, la vida política se caracteriza por la movilización de las multitudes, sistema dirigido por el Partido Comunista cubano y por las organizaciones de masas, que requiere la constante, directa e inducida participación de los ciudadanos en los programas organizados por el gobierno”.4

 

Comité de Defensa de la Revolución, “engendro diabólico”

En la base de esa pirámide de terror, dominada por el Partido Comunista, se encuentran los tristemente célebres Comités de Defensa de la Revolución (CDRs). A ellos se hará referencia a modo de ejemplo, por ser los más característicos desde el punto de vista del control de las actitudes y conductas de los cubanos en el propio ambiente donde viven.5

Los CDRs fueron instituidos por el régimen castrista en 1960, utilizando como pretexto la inminencia de una invasión norteamericana. Desde un comienzo se perfilaron como grupos de vigilancia de barrios, asumiendo un papel de control de las “actitudes sociales”, y denuncia de elementos considerados como “contra-revolucionarios”.6

Con el correr de los años, en las grandes ciudades los CDRs se fueron extendiendo prácticamente a cada cuadra e, inclusive, a muchos edificios de apartamentos,7 profundizando su papel como “ubicuo mecanismo de socialización revolucionaria”.8 Para ampliar el control de la población, se ejerció una fuerte presión sobre los cubanos con el propósito de integrarlos masivamente a los CDRs. Así, en 1983 éstos ya agrupaban a cinco millones de cubanos, la mitad de la población total de la isla. Y en agosto de 1986, Castro anunciaba que el número de cederistas había ascendido a seis millones y medio.

Los miembros de los CDRs son agrupados en “frentes”, encargados de tareas como la “vigilancia”, el “trabajo ideológico”, el trabajo “voluntario” (sic) y hasta la “recreación”. Debe considerarse que el perímetro de influencia de cada CDR es deliberadamente pequeño, para que sus líderes puedan conocer de cerca y controlar a cada uno de los habitantes bajo su jurisdicción.10 Ese control es tan estricto que incluye, como se acaba de ver, hasta el tiempo libre de la persona.

Dada la vinculación directa de los dirigentes de cada CDR no sólo con el Partido Comunista, sino también con el Ministerio del Interior, la Policía Nacional, la Confederación de Trabajadores de Cuba, la Federación de Mujeres de Cuba, y otros Ministerios y organizaciones del Estado, el ciudadano común se encuentra absolutamente a merced de los dirigentes cederistas para efectuar el más mínimo trámite de su vida diaria. Son éstos quienes expiden certificados atestiguando la “correcta orientación revolucionaria” de los vecinos, indispensables para efectuar innumerables trámites en el ámbito laboral, administrativo y educacional. Sin esos certificados, por ejemplo, los jóvenes ven bloqueada cualquier posibilidad de acceso a la Universidad.

Recíprocamente, la policía encuentra en los líderes de cada CDR la fuente de información para chequear la vida de cada individuo, sus visitas y contactos sospechosos, sus actividades actuales, su “participación en programas revolucionarios” y el nivel de su “moral revolucionaria”11... Lo anterior explica que Ricardo Boffill —disidente del régimen cubano, quien consiguió abandonar Cuba en 1988— calificara a los CDRs de “engendro diabólico”.11

Debe dejarse constancia desde ahora que el “Documento final” del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) —objeto de análisis en la Parte III de este trabajo— omite cualquier referencia explícita a este instrumento de persecución político-psicológico-religiosa. Sin embargo, cree necesario dedicar, por ejemplo, un ítem a los “Aportes de la sociedad socialista a la vivencia de la fe cristiana”13...

 

La crueldad y la delación, requisitos para escalar posiciones...

El economista chileno Luis Larraín, quien visitara La Habana en 1987 para asistir a un Congreso organizado por las Naciones Unidas, narró en sus crónicas de viaje varias conversaciones con jóvenes cubanos, uno de los cuales le dijo: “Acá, para ser rico, tienes que traicionar tu conciencia. Tienes que convertirte en delator, ¿entiendes? Lo haces a costa de tus hermanos. Mientras más cruel eres, más eficiente. Así vas escalando posiciones, hasta convertirte en alguien poderoso. (...) Pero todo eso lo construyes sobre la base de la desgracia de tus hermanos. Yo no estoy dispuesto a hacerlo. Por eso me quiero ir”. Ese joven concluyó diciendo que al régimen “debes entregarle tu voluntad, tu conciencia, tu moral, y convertirte en una pieza más de la vigilancia revolucionaria. Así llegas a ser un privilegiado, sin otro mérito que ser más cruel que tus hermanos, más desalmado, más revolucionario”.14

 

Mecanismos de psicología social para moldear el “comportamiento colectivo”

Además de los ya descritos instrumentos de coacción por medio del terror, la dictadura cubana echa mano de otros recursos psico-políticos para el control social. El sociólogo cubano en el exilio Benigno Aguirre, especialista en el estudio del comportamiento colectivo y la psicología social, afirma que “la esperanza del movimiento revolucionario es que las prácticas de manipulación social creen eventualmente el nuevo hombre socialista”.15 Y enumera “tres formas en que la naturaleza coercitiva de las instituciones revolucionarias estructuradoras del comportamiento colectivo se manifiesta con más fuerza”:16 concentraciones políticas, actos de “solidaridad” con la política exterior del régimen, y el ceremonial de recepción de importantes invitados extranjeros.

En este último, al igual que en las “coreografías de concentraciones políticas”,17 el papel de los CDRs es relevante. En cada cuadra de las ciudades donde estas coreografías se producirán, los miembros del CDR hacen un levantamiento sobre el número de vecinos que asistirá. Quienes no presenten razones previas convincentes para la no comparecencia, recibirán fuertes presiones. En general, éstos prefieren ceder, para acumular lo que Aguirre denomina “capital moral” ante los cabecillas del CDR. El CDR zonal se encarga de combinar los medios de transporte.11

Los lugares, a lo largo de los 24 kilómetros que separan el Aeropuerto de La Habana de las residencias oficiales para huéspedes, son prefijados de antemano. Aguirre comenta que el visitante podrá tener una agradable impresión al ver un público que lo saluda a su paso, colmando todo el trayecto. “Aparentemente, agrega, los huéspedes son bienvenidos por una masa de individuos sin conexión entre ellos”,19 reunida espontáneamente, pero que en realidad forman parte de un grupo donde todos se conocen, y su presencia —o ausencia— resulta notoria para los monitores. Resulta obvio que durante la “coreografía” de recepción de invitados extranjeros, cualquier conducta de los forzados asistentes que resulte anormal para los padrones comunistas, pesará desfavorablemente en sus vidas cotidianas. Baste recordar las disposiciones del Código Penal sobre el “estado peligroso”, en que hasta la “conducta” de las personas puede encuadrarse dentro del mismo, con lo cual pueden ser castigados por ley.

 

La “coreografía” de recepción de invitados extranjeros en acción

Un ejemplo en el que la “coreografía” de la recepción funcionó como un reloj, se dio con ocasión de la llegada de Gorbachev a La Habana, en abril de 1989. Las agencias internacionales calcularon en 500.000 el número de personas que cubrió el trayecto entre el aeropuerto internacional José Martí y el Palacio de la Revolución, lo cual representa un tercio de la actual población de La Habana. Según informó el “Jornal do Brasil”,20 “la recepción fue cuidadosamente preparada por el gobierno cubano”, que transportó a la multitud en miles de vehículos.

 

En la eventualidad de una visita de Juan Pablo II, el régimen puede utilizar mecanismos psico-políticos para manipular a la población

Por lo anterior, es fácil medir los recursos de que podrá echar mano el régimen cubano, para mantener bajo control a su antojo a la población, salvando al mismo tiempo las apariencias, en la eventualidad de una visita de Juan Pablo II a la isla-prisión.

 

Notas:

1) “Castro’s Cuba: Socio-Economic Conditions”, “American Review”, Institute for American Studies, Rand Afrikaans University, edición especial, 1989, p. 15.

2) “Cuba: la estructura del terror”, "El Nuevo He raid”, 16-2-89.

3) Testimonio de la profesora Yolanda Blanco, en Helga Silva, “The children of Mariel-Cuban refugee children in South Honda schools”, CANF, Washington, 1985, p. 38.

4) “The Conventionalization of Collective Behavior in Cuba”, en “Cuban Communism”, Transaction Books, New Brunswick, 1987, 6a. edición, p. 316.

5) Véase al respecto el penetrante estudio del analista político norteamericano Arch Puddington, “The eyes and ears of the Revolution”, Freedom House, Washington, 1990.

6) John Hoyt Williams, “Harper’s Magazine”, agosto de 1988.

7) Luis Larraín, “Cinco días en La Habana”, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1987, p. 48.

8) Benigno Aguirre, p. 319.

9) “Harper’s Magazine”, agosto de 1988.

10) Benigno Aguirre, p. 320.

11) Benigno Aguirre, p. 320.

12) “Diario Las Américas”, 8-10-89, p. 9-A.

13) “ENEC”, N°s 427 a 432, pp. 124-125.

14) “Cinco días en La Habana”, p. 61.

15) Benigno Aguirre, p. 337.

16) Benigno Aguirre, p. 322.

17) Expresión utilizada por el propio Aguirre, p. 322.

18) Benigno Aguirre, p. 323.

19) Benigno Aguirre, p. 331.

20) 3-4-89.

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