Parte II

 

 

Capítulo 4

1986

Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) abre decisiva

etapa convergencial

 

 

 

 

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Enero de 1986:

Ultimos preparativos para el ENEC

A fines de enero se realiza en Peñalver una reunión de las comisiones y sectores eclesiales más directamente involucrados en la próxima realización del ENEC, para ajustar los últimos detalles del publicitado encuentro.

 

Febrero de 1986:

Días antes del ENEC, se realiza en La Habana el 3er Congreso

del Partido Comunista de Cuba (PCC)

A comienzos de febrero, se efectúa en La Habana el 3er Congreso del PCC. No faltaron quienes quisieron ver, en el proyecto de resolución aprobado, signos de “mano extendida” en relación a los católicos, lo que a su vez ayudaría a intentar explicar —y hasta a justificar— la mano que pocos días después se extendería hacia el régimen desde el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC).

Massimo Cavallini, enviado del diario comunista “L’Unità”,1 observa que, en relación a los creyentes, en el seno del Congreso del PCC se habrían producido cambios “cualitativos”, más que “cuantitativos”; lo que lleva al lector a pensar en modificaciones en la substancia del problema. Y pone como ejemplo la substitución del término “ateísmo” por “educación científica y laica” en el proyecto de programa del partido.

Por su parte, la revista comunista “Cuba Internacional”2 comenta que “los pronunciamientos del III Congreso del PCC, favorables a una mejor comprensión del hecho religioso (sic)” habrían sido saludados por Mons. Carlos Manuel Céspedes —Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal y Vicario General de la arquidiócesis habanera— como una de las “coincidencias providenciales” que facilitarían la realización del Encuentro Eclesial que se aproximaba.

En realidad, por encima de la retórica propagandística siempre abierta a mostrar supuestas concesiones de Fidel —lo cual subliminalmente induce a justificar contrapartidas desde el campo católico—, analizando el propio texto oficial del Programa del Partido finalmente aprobado, se comprueba que el régimen nada cedió. En el libro “Programa del Partido Comunista de Cuba” —impreso por la Editora Política, de La Habana3— el ítem “La difusión entre las masas de la concepción científico-materialista del mundo”,4 habla por sí. El propio título bastaría para descartar la versión interesada del diario comunista romano. En efecto, ¿en qué se diferencia esa “concepción científico-materialista del mundo” del “ateísmo” que, según “L’Unità”, estaría siendo puesto de lado por el PCC? ¿Acaso lo primero no conduce necesariamente a lo segundo? ¿Qué lugar puede caber para Dios en la lógica interna de una “concepción científica-materialista”?

Sería útil conocer una explicación al respecto, por parte de los adláteres eclesiásticos de la colaboración comuno-católica, porque como es sabido, los comunistas esperan, ni más ni menos, eliminar por completo la religión. Juan Rosales, miembro del Comité Central del Partido Comunista Argentino, especialista internacional en asuntos religiosos y promotor de la convergencia comuno-católica en América Latina, lo reconoce en uno de sus más recientes libros:5 “Discípulos de Marx, fundándonos en la ciencia y en la experiencia histórica, consideramos que finalmente, cuando se realice la emancipación humana, y las condiciones reales de existencia presenten a los hombres unas relaciones transparentes y racionales entre sí y con respecto a la naturaleza (como se afirma en “El Capital”, tomo I, cap. 1) la religión se extingirá junto con sus raíces sociales y culturales, dejará de ser necesaria a seres libremente asociados, creadores conscientes de todos sus valores, dueños y señores de su destino terrenal y conquistadores de los «nuevos cielos y las nuevas tierras» de un universo sin límites”.

El texto arriba citado sirve para comprender el trasfondo de los cinco párrafos que el Programa del Partido Comunista de Cuba dedica al problema religioso, en el ya mencionado ítem “La difusión entre las masas de la concepción científico-materialista del mundo”. Con cada palabra pesada y medida, se va quitando con una mano lo que con la otra al parecer había sido otorgado. Así, como se ha visto, el Partido afirma el derecho a “practicar el culto religioso de su preferencia”, pero se advierte la “inadmisibilidad de que se utilice cualquier religión para combatir la Revolución y el socialismo”. Con lo cual se veta la prédica de la doctrina tradicional de la Iglesia.

En efecto, el socialismo niega la propiedad privada de los medios de producción, garantizada por la doctrina social de la Iglesia. De esa forma, como lo demostró lúcida y brillantemente el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, Catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo,6 si la jerarquía de la Iglesia dejara de enseñar la legitimidad de ese derecho, ella faltaría con su misión.

El Programa del PCC también reconoce para creyentes y no creyentes “los mismos derechos y deberes”, pero recuerda “la obligatoriedad del cumplimiento de las leyes”. Ahora bien, muchas de esas leyes atentan frontalmente contra los Mandamientos de la Ley de Dios. Se proclama “la educación científica y la escuela laica”, pero se exige del Partido Comunista la difusión de la “concepción científico-materialista” del pensamiento y la sociedad. Se llama a evitar “cualquier práctica que pueda herir los sentimientos religiosos”, o tenga siquera un “matiz discriminatorio” hacia los creyentes... desde que éstos se propongan una participación “voluntaria” en la “edificación del socialismo”.

El Partido ofrece, por fin, “su apoyo a los sectores religiosos” ya no sólo de Cuba, sino de toda América Latina, siempre que luchen “por cambios en las obsoletas estructuras económicas y sociales”; esto es, que de uno u otro modo favorezcan revoluciones comunistas al gusto de Castro.7 El mismo Fidel que en los años 60 promovió la revolución en el continente utilizando la insurgencia armada, ahora se dispone a hacerlo valiéndose de un método mucho más eficaz: una “teología” subversiva...

Por lo demás, los párrafos analizados no hacen sino repetir, con otras palabras, los artículos de la Constitución cubana de 1976, a la que ya los Obispos de la isla —como se mostró en su oportunidad— habían llamado a adherir. Lejos se está, por tanto, de los cambios “cualitativos” que el corresponsal de “L’Unitá” se esforzó en mostrar, y de la “coincidencia providencial” que Monseñor de Céspedes quiso ver. Sin embargo, desde el punto de vista publicitario, el Congreso del PCC, con sus seudo-concesiones, abonó el terreno para que, una semana después, el Episcopado cubano diera un paso sustancial rumbo a la convergencia con el régimen, durante la realización del ENEC.

 

Febrero de 1986:

Se efectúa en La Habana el 1er Encuentro

Nacional Eclesial Cubano (ENEC)

Se pretende aquí trazar un panorama general del ENEC, y del contexto en que éste se realizó, principalmente en base a revistas especializadas italianas y cubanas, recurriendo complementariamente a diversas publicaciones de otros países. La documentación es sin duda abundante, lo que se explica por el hecho que hayan sido más de cien los periodistas acreditados al evento, aproximadamente la mitad de los cuales, extranjeros.8 Los aspectos propiamente doctrinales de los documentos emanados del ENEC, publicados de manera oficial en el libro “Encuentro Nacional Eclesial Cubano-Documento final e Instrucción pastoral de los Obispos de Cuba”,9 serán estudiados específicamente en la Parte III de este libro.

*   *   *

El Encuentro Nacional Eclesial Cubano, primer evento de esa naturaleza permitido por el gobierno comunista desde el comienzo de la Revolución, se inauguró con una Misa de Apertura en la mañana del lunes 17 de febrero de 1986, y se prolongó hasta el día 23 del mismo mes. Según informa el libro que transcribe el “Documento final” del Encuentro,10 participaron, además de los miembros de la Conferencia Episcopal cubana, 173 delegados de las siete diócesis del país, así como “varios invitados cubanos y extranjeros”.

El referido libro deja la incógnita sobre quiénes fueron esos “varios invitados cubanos”, la “participación” que les cupo en el evento, y si fue ella ininterrupta a lo largo de los siete días que duró. Es poco probable que se tratase de laicos o religiosos católicos cubanos, habida cuenta de que todas las diócesis estaban representadas por sus respectivos delegados. ¿Habrán sido entonces representantes de otras religiones? ¿O personeros ligados al gobierno comunista?11

Las sesiones de trabajo se desarrollaron en la Casa Sacerdotal “P. Félix Varela”, y contaron con la presencia del representante de S.S. Juan Pablo II, Cardenal Eduardo Pironio, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos. Monseñor Pironio fue portador de un mensaje papal.12

Entre los eclesiásticos extranjeros presentes se encontraban, junto al Pro-Nuncio en La Habana, Monseñor Giulio Einaudi, el entonces secretario general del CELAM y Obispo de Pereira, Colombia, Monseñor Darío Castrillón; el Obispo auxiliar de Quito y responsable de “Adveniat” para América Latina, Monseñor Emil Stehle; el Arzobispo de San Antonio, Texas, y representante de la Conferencia Episcopal norteamericana, Monseñor Patrick Flores; el Obispo de Panamá y representante de la Conferencia Episcopal Centroamericana, Monseñor Marcos Mc Grath; el Arzobispo de Santo Domingo y presidente de la Conferencia Episcopal de la República Dominicana, Monseñor Nicolás López; el Arzobispo de Sevilla, España, Monseñor Carlos Amigo Vallejo; el vicepresidente de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos, sacerdote brasileño João Edenio del Valle; y el rector del Seminario Regional de Miami, P. Felipe Estévez, de origen cubano.

La simple enumeración de las figuras eclesiásticas visitantes, muestra la trascendencia no sólo nacional, sino internacional, que se quiso otorgar al Encuentro.13

 

Atenciones de Fidel hacia eclesiásticos extranjeros

Tanto el Cardenal Pironio cuanto el Arzobispo de Sevilla fueron recibidos en el Aeropuerto por Felipe Carneado, encargado de la Oficina para los Asuntos Religiosos del gobierno comunista. Este funcionario mantendrá posteriormente entrevistas con Monseñor Flores, Monseñor Mc Grath y Monseñor Estévez.14

Por su pane, Monseñor Pironio, acompañado del Pro-Nuncio Apostólico, será recibido en audienda por Fidel Castro día 22 de febrero, en la víspera de la clausura del ENEC. En la oportunidad, el dictador pondrá a disposidón del prelado vaticano un avión oficial para visitar las diócesis de la isla.15 Similares audiendas concederá Castro posteriormente, en forma separada, a Monseñor Castrillón y Monseñor Stehle.16

 

Una interpretación del ENEC, según “Cuba Internacional”

La revista castrista “Cuba Internacional”, en artículo sugestivamente titulado con un lema del propio ENEC —“Bienaventurados los que conocen los signos de los tiempos”— dedica cuatro páginas a cubrir el evento.17 Y da informaciones de trascendencia para comprender el alcance del ENEC dentro de ese proceso de convergencia comuno-católica en América Latina, que “viene gestándose” desde 1972, según confesara Fidel a Fray Betto.18

El artículo comenta que el ENEC “serviría para clarificar un poco el panorama”, porque “los católicos cubanos, al igual que otras muchas denominaciones cristianas en el país”, estaban “dispuestos a aceptar la posibilidad de colaboración con los marxistas, rechazando cualquier actitud de conflicto entre la Iglesia y el Estado”.19 “Cuba Internacional” agrega complacida que el ENEC “anticipó el deseo colectivo de encarnación, es decir, de inserdón verdadera en una sociedad como la nuestra que construye el socialismo”... La revista continúa diciendo que “a medida que se iban sucediendo las jornadas de discusión y análisis”, se evidenció una “intención común por dejar atrás” aquello que, en palabras textuales del entonces Presidente de la Conferenda Episcopal y Obispo de Camaguey, Monseñor Rodríguez Herrera, seria “una Iglesia abstracta, teórica, ideal, planetaria, de meras palabras arrugadas”.

Los “signos de los tiempos” estaban así delineados, según parámetros sugeridos por tan alto prelado, el mismo que en diciembre de 1985 agradeciera a los Padres Conciliares por no haber condenado al comunismo. Con el apoyo de sus hermanos en el Episcopado, valiéndose del prestigio dado por la presenda de numerosos eclesiásticos extranjeros, el Obispo de Camaguey empujaba al rebaño católico a insertarse en la estrategia de asimilación que el dictador cubano rumiara en sus conversaciones con Fray Betto. Lo supo evaluar la revista “Cuba Internacional” al constatar que la propia “jerarquía católica cubana exortó a sus feligreses a mostrar (...) un espíritu abierto y una voluntad decidida a crear nuevos espacios de comprensión”... en relación a la Revolución comunista.

 

“Coincidencias providenciales” según Monseñor de Céspedes

El director del Secretariado de la Conferencia Episcopal Cubana, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, no dudó en interpretar como “coincidencias providenciales” previas a la celebración del ENEC, los ya analizados pronunciamientos del reciente Congreso del PCC, supuestamente ‘‘favorables a una mejor comprensión del fenómeno religioso”; la reunión “cálida y positiva” de los Obispos con Castro el 12 de noviembre de 1985; y el propio lanzamiento de “Fidel y la Religión”.20 Doloroso y amargo “signo de los tiempos” resulta el hecho de que ese influyente eclesiástico cubano crea ver “coincidencias providenciales” en acontecimientos marcados por el fraude y la confusión.

 

“Documento de trabajo” del ENEC: del antagonismo a la coincidencia con objetivos revolucionarios

Durante las sesiones del ENEC, los participantes debatieron el extenso “documento de trabajo” cuya génesis ya ha sido narrada. La “reflexión eclesial” de la que nació dicho documento fue calificada por Monseñor Rodríguez nada menos que como “el acontecimiento eclesiástico más importante de este siglo”.21

Massimo Cavallini, enviado especial del diario comunista romano “L’Unitá”,22 había adelantado que “el tema central del Encuentro” sería “obviamente la participación de los católicos, en cuanto tales, en la vida política de una sociedad socialista”.

El carácter colaboracionista del extenso “documento de trabajo” queda de manifiesto en algunos de sus párrafos más significativos: “La Iglesia pasó de la aceptación de la realidad de la revolución al no antagonismo con el proyecto socialista como tal, hasta la coincidencia de los objetivos fundamentales en orden a la promoción social: educación, salud pública, trabajo para todos, satisfacción en las necesidades de base”. El “Documento final” recogerá esta afirmación prácticamente sin modificaciones. En la Parte III, Capítulo 2, se analizará el grave alcance de esa “coincidencia”, probando cómo el gobierno comunista utiliza estos “objetivos fundamentales” como férreos instrumentos de dominio y control psico-ideológico de la población.

El “documento de trabajo” concede también que “el gobierno revolucionario ha dado signos de reconocer el valor y la permanencia de la Iglesia, la persistencia del hecho religioso en Cuba y su importancia en América Latina y el mundo”.23 Otros párrafos del "documento de trabajo” se refieren a “una Iglesia en diálogo franco y sereno, cuyas puertas queden abiertas a todos”, estando incluso “dispuesta al diálogo con las autoridades civiles”.24 Proponer “puertas abiertas” y “diálogo” con el régimen comunista y sus dirigentes, supondría que éste no tuviera una ideología incompatible con la doctrina de la Iglesia, que Fidel estuviese de buena fe, y no pretendiese transformar a los católicos de opositores en "compañeros de ruta" del comunismo. ¿Cómo es posible tanta ingenuidad?

Monseñor de Céspedes declaró que "la Iglesia Católica en Cuba, con suma libertad, ni en la temática del ENEC, ni en los debates, ni en las personas de sus delegados e invitados, ha tenido la más mínima presión por parte de las autoridades cubanas", las que habrían mostrado "un interés muy respetuoso con relación al Encuentro".

El interés por el ENEC que Monseñor de Céspedes atribuye al gobierno no extraña, una vez que el propio "documento de trabajo" debatido durante las sesiones convocaba a un "diálogo franco y constructivo" con el régimen. Y se reconocía que el "proyecto socialista de (...) la sociedad puede ser asumido por los cristianos sin contradicción alguna con su fe".25 Delante de esto, ¿cómo queda la incompatibilidad sustentada por la doctrina tradicional de la Iglesia, entre catolicismo y socialismo?

En la lógica del gobierno comunista, se comprende que éste no sólo no haya ejercido "la más mínima presión" sobre el ENEC, sino que —como lo reconoce la ya citada revista "Cuba Internacional"26 en su crónica del Encuentro— brindó “las mayores facilidades” a sus organizadores, llegando a “ofrecerles recursos materiales imprescindibles”.

 

Monseñor de Céspedes: “Civilización del Amor”... cristiano-marxista

Narra “Cuba Internacional” que el portavoz del ENEC, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, “en uno de sus diarios encuentros con la prensa nacional y extranjera” ocurridos durante el evento, expresó “lúcidamente la esencia de este cónclave trascendental como signo positivo de las actuales relaciones Iglesia-Estado”: “Si no creyéramos que los marxistas cubanos trabajan por los mismos objetivos que Pablo VI llamó la Civilización de la Verdad y del Amor, no podría haber diálogo franco y constructivo, ni colaboración”.

Si súbitamente el lector se viese frente a declaraciones similares de un prelado que le fuera desconocido, su primera reacción sería tal vez —por respeto a la dignidad eclesiástica— suponer que había entendido mal, o que sus palabras hubiesen sido tergiversadas. Pero en este caso, dada la participación activa de Monseñor de Céspedes en el proceso de capitulación que se viene describiendo, ¿puede caber alguna duda sobre la autenticidad de esa versión, o extrañeza sobre el contenido de la misma?

 

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Pío XI:

la colaboración de católicos con el comunismo

es inadmisible

Monseñor de Céspedes, al mostrarse tan dispuesto al "diálogo franco” y a la "colaboración” con los comunistas cubanos, parece olvidar la sabia advertencia de Pío XI, en su célebre Encíclica "Divini Redemptoris” (19-3-37), sobre las tácticas marxistas de mano extendida en relación a los católicos:

"Los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines, proyectos completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes acentúan su hipocresía hasta el punto de hacer creer que el comunismo en los países de mayor civilización y de fe más profunda adoptará una forma más mitigada, concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de conciencia. Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios.

"Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente malo, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo en terreno alguno los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error” ("Doctrina Pontificia-Documentos Políticos”, BAC, Madrid, 1958, p. 708).

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Enviado papal: cristianos y marxistas juntos en el mismo camino

Se reservará para la Parte III de este libro el estudio de los principales aspectos doctrinales tanto del trascendente discurso inicial de Monseñor Rodríguez, cuanto del texto oficial del “Documento final” y de la “Instrucción pastoral” del Episcopado en pleno que lo puso en vigor. Para cerrar esta rápida visión de conjunto de los aspectos globales del desarrollo del ENEC, se cree oportuno transcribir extractos de una noticia venida desde La Habana, recién finalizado el evento ecesial: “El enviado del Papa Juan Pablo II a la reunión, Cardenal Eduardo Pironio, afirmó que esa «celebración histórica» (el ENEC) marcó un «momento nuevo en el que cristianos y marxistas reconocen la posibilidad de marchar juntos en el mismo camino que busca la justicia y la libertad»”.27

Un mes después, Monseñor Pironio publicaría un artículo altamente elogioso sobre el ENEC, esta vez en el propio “L’Osservatore Romano”,28 órgano oficioso de la Santa Sede: “El ENEC ha sido un acontecimiento salvífico, un verdadero Pentecostés para la Iglesia cubana,29 un don del Señor para todo el continente. Lo que se ha celebrado en Cuba ha significado algo de nuevo —una verdadera gracia de Dios— para toda América Latina”. Agrega que para realizar el ENEC “ha sido necesario asumir con realismo y coraje la situación concreta de una sociedad marxista-leninista”, pues “la Iglesia no podía limitarse a condenar, a permanecer cerrada sobre sí misma”. El enviado papal concluye manifestando que “la Iglesia debía pasar a una pastoral de misión”, pretendiendo con ello justificar “la necesidad de la encarnación y del diálogo” con esa sociedad marxista-leninista.

El aval del alto prelado al ENEC no podía ser más entusiasta, casi se diría eufórico. Sus palabras hablan por sí solas, tal el choque que produce ver refrendado, por un Cardenal de la Santa Iglesia y Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el viraje de la Iglesia en Cuba rumbo a una inédita colaboración católico-comunista. El “coraje” que Monseñor Pironio invoca desde las páginas de “L’Osservatore Romano” lejos está de ser un llamado a resistir con la fuerza de la Fe católica —hasta el martirio, si fuera preciso— a un régimen que el Magisterio Pontificio calificó de “intrínsecamente perverso”,30 sino exactamente lo contrario.

 

¿“Gracia de Dios” para América Latina?

Llama la atención la insistencia del purpurado al referirse a la importancia del evento no sólo para Cuba, sino para toda América Latina. Es difícil hacer hoy abstracción de la delicada situación político-social que atraviesan tantos países de nuestro continente, con la presencia de corrientes de izquierda que trabajan para la implantación, en esas naciones, de regímenes de inspiración socialo-comunista. De consumarse esas trágicas eventualidades, no faltarán voceros de la “izquierda católica” que interpretarán entonces las palabras de Monseñor Pironio como un llamado a los católicos a cruzar los brazos ante el comunismo que avanza, y resignarse tener el “coraje”, según sus exactas palabras— a una encarnación” y un "diálogo’’ comuno-católico según los padrones cubanos.

No puede dejar de mencionarse que Monseñor Pironio fue portador de un mensaje de Juan Pablo II a los participantes del ENEC, en el cual el Pontífice afirmaba haber "examinado con atención” el "documento de trabajo”, y esperaba que éste tuviese “una nueva profundización y un merecido reconocimiento” durante las sesiones del ENEC."

 

Dos pesos y dos medidas del Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos

Pocos meses después, un Encuentro eclesial realizado en Chile, también con la participación activa del Cardenal Pironio, agregará otros motivos de desconcierto en relación a la línea de conducta del Purpurado argentino.32

Entre el 14 y el 17 de agosto, se efectuó en la localidad chilena de Punta de Tralca el II Encuentro Nacional de Laicos, organizado por el Departamento de Laicos del Episcopado andino.33 Asistieron al congreso, además del Cardenal Pironio, el Cardenal Primado chileno Monseñor Raúl Silva Henríquez; Monseñor Jorge Hourton, Obispo auxiliar de Santiago de Chile, y Femando Ariztía Ruiz, Obispo de Copiapó —los tres conocidos por sus posiciones de izquierda34— junto a trescientos delegados de todo Chile. La revista “Solidaridad”35 comenta que el Cardenal Pironio “tuvo una activa participación” en el encuentro eclesial. Al finalizar el evento, los participantes emitieron un “documento final”, en uno de cuyos incisos se señala: “No podemos callar ni podemos seguir aceptando que en nombre de una pretendida defensa de la civilización cristiana, en Chile se atente contra la vida, se someta a la inseguridad personal y social y se oprima a todo un pueblo. A la luz del Evangelio, decimos: este Régimen no es cristiano ni legítimo”.36

Asi, con el mismo aval cardenalicio, en Cuba un encuentro eclesial empujaba a los católicos a colaborar con el comunismo en el poder; y en Chile, un congreso católico hacía el juego a los intereses de la izquierda, preparando condiciones para la desestabilización del país impulsada por el marxismo.37

Tanto el gesto de dos pesos y dos medidas del Cardenal Pironio, cuanto los resultados de ambos eventos edesiales, significan un golpe a la resistencia psicológica y doctrinal anticomunista en América Latina, lo cual ayuda objetivamente a la consolidación interna del castro-comunismo, y alienta su expansión en el Continente.

 

Secretario General del CELAM: Iglesia cubana, deseosa de diálogo

El Obispo de Pereira, Colombia, Monseñor Darío Castrillón Hoyos —en la ocasión secretario general, y hoy presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)— presente a las sesiones del ENEC, hizo también un balance altamente positivo de dicho encuentro. Si bien sus palabras reflejaron un tono levemente más mesurado que las de Monseñor Pironio, contribuyeron de similar modo tanto para dar un aval a la convergencía comuno-católica allí impulsada, cuanto para derribar en los católicos latinoamericanos las barreras ideológicas y psicológicas en relación al castro-comunismo.

En editorial del Boletín del CELAM, el Obispo de Pereira afirma entre otros conceptos que “el ENEC ha abierto un nuevo capítulo en la vida de esta Iglesia” que “se manifiesta deseosa de un diálogo que le permita ser la compañera de la historia de su nación, alegre de sus hechos positivos (...). Si el nuevo diálogo, en el cual es imposible no ver claras esperanzas, significa la desobstrucción del ateísmo oficial y un tratamiento de carácter igualitario para los ciudadanos creyentes, entonces se abre un capítulo nuevo en la vida de Cuba”.38

Siendo que en el mismo editorial Monseñor Castrillón reconoce que la práctica religiosa católica cubana ha caído a la pavorosa cifra de un 0,08 por ciento, cuesta creer —para decir lo menos— que se pueda entablar un “diálogo” marcado por “claras esperanzas”, precisamente con aquellos que fueron los promotores activos del casi total exterminio de la catolicidad en Cuba. ¿En qué hechos concretos, entonces, basa Monseñor Castrillón sus “esperanzas”? Es difícil suponer que a esta altura el prelado colombiano ignore la estrategia trazada por el comunismo para avasallar a los católicos de la isla-presidio, contenida tanto en “Fidel y la Religión” cuanto en el Programa del III Congreso del Partido Comunista, realizado inmediatamente antes del ENEC. Tal como se ha analizado exhaustivamente en páginas anteriores, en ambos textos surge claramente el significado que Castro da a la supuesta “desobstrucción del ateísmo oficial” y al “tratamiento igualitario” para los creyentes, en que Monseñor Castrillón pone sus esperanzas. ¿Se puede justificar que un eclesiástico de tan alta proyección latinoamericana haya efectuado declaraciones de esa envergadura, ignorando esas dos piezas maestras de la "política religiosa” del dictador caribeño? ¿O acaso en su encuentro con Castro, éste le habrá dado pruebas fehacientes de una rectificación de esa política de fraude en relación a los católicos cubanos? Queda aquí consignado, respetuosamente, nuestro anhelo de que Monseñor Castrillón pueda explicar su posición al respecto, por el bien de la Iglesia no sólo en Cuba, sino en toda Latinoamérica.

 

Mayo de 1986:

Episcopado cubano promulga “Documento final” del ENEC

Luego de terminado el ENEC, la Conferencia Episcopal había nombrado una Comisión de Redacción para elaborar un “Documento final” que recogiese “el resultado del Encuentro”.39 Este documento tuvo como base el “documento de trabajo” preparado para el evento, “enriquecido y modificado en algunas de sus partes”, de acuerdo a “los propósitos manifestados, de cara al futuro”, “en el contexto concreto” del sistema comunista.40

En el mes de mayo, los Obispos cubanos promulgan el “Documento final”, al tiempo que dan a conocer una “Instrucción Pastoral” al respecto,41 documentos que merecerán comentarios en la Parte III de este libro.

 

Junio de 1986:

Obispos cubanos son recibidos por Juan Pablo II

El diario “Ya” de Madrid,42 en noticia titulada “Roma estudia la posición de los Obispos cubanos ante Fidel”, informa que el presidente de la Conferencia Episcopal Cubana, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, y al Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Pedro Meurice Estiu, fueron recibidos en audiencia por Juan Pablo II, quien “les invitó a compartir su mesa para dialogar sobre las nuevas perspectivas de la Iglesia cubana, tras su reciente encuentro nacional”.

La noticia agrega que la “misión principal” de los Obispos era “entregar al Papa las conclusiones del ENEC”, y pondera que aún cuando el Cardenal Pironio “ya había informado ampliamente a la Santa Sede sobre los resultados y perspectivas abiertas” por el Encuentro, “el Episcopado de Cuba quería dar a conocer directamente su valoración del hecho”.

Se informa por fin que los dos Obispos mantendrían otros contactos con “los más inmediatos colaboradores del Santo Padre y exponentes de la Curia romana”.

El artículo de “Ya” no da ninguna versión sobre lo conversado por el Pontífice con los dos Obispos, ni tampoco levanta cualquier hipótesis sobre la posición adoptada por Juan Pablo II. En todo caso, el hecho de invitar a los prelados a compartir su mesa, posteriormente a la audiencia, fue interpretado indeleblemente por el público como un gesto de particular deferencia hacia los Obispos, y de interés en la situación eclesiástica cubana.

Como ya se mencionó, en el mensaje papal llevado al ENEC por el Cardenal Pironio, el Pontífice informó que había examinado “con atención” el “documento de trabajo”. Y agregó esperanzosamente que esos aportes esperaban recibir durante las jomadas del ENEC “una nueva profundización y un merecido reconocimiento”.45

Al hablar en su mensaje de “nueva profundización” y “merecido reconocimiento”, el Pontífice manifestaba una simpatía, al menos genérica, por ese “documento de trabajo”; y quedaba implícitamente abierto a un “documento final” que caminase en esa dirección.

Es preciso señalar que en el texto de la carta de S.S., publicado en el libro “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, nada hace suponer que el Pontífice haya atraído la atención de los altos prelados cubanos para el riesgo de ser aprovechados, por la estrategia comunista, como “compañeros de ruta” de la dictadura fidelcastrista.

*   *   *

No es difícil suponer el desconcierto que la larga secuencia de hechos ocurridos en la isla-cárcel, que vienen siendo consignados en estas páginas, esté causando en los fieles católicos cubanos que allí viven y sufren. En efecto, desde hace tres décadas el régimen de Castro los somete diariamente a una implacable persecución religiosa, valiéndose de un sistema policial y penal desalmado. Sin embargo, los católicos de la isla oyen palabras y contemplan actitudes que parecen presuponer la existencia, en la Cuba de hoy, de una situación diversa de aquella que ellos tienen cotidianamente ante sus ojos.

 

Julio de 1986:

Declaración de encuentro internacional

de sacerdotes cubanos exiliados respalda a Obispos de la isla

En los primeros días de julio se realizó en Miami el XXII Encuentro Internacional de Sacerdotes cubanos en el exilio, según informa el semanario “La Voz Católica”,44 publicación oficial de la Arquidiócesis de esa ciudad. La noticia no consigna el número de sacerdotes presentes, llegados de varios Estados norteamericanos, de Venezuela y Puerto Rico.

Al final del encuentro, se emitió una declaración en la que se expresaba, entre otros conceptos: “Nos identificamos con la Iglesia de Cuba y sus Pastores, y expresamos nuestro regocijo ante el resurgimiento del espíritu misionero que se ha experimentado, especialmente con ocasión del Encuentro Nacional Eclesial Cubano”. El comunicado manifiesta alegría por el hecho de que, “en medio de la falta de libertad que caracteriza la vida en Cuba”, la Iglesia pudo “realizar una reflexión pastoral”, que “llegó a obtener la ratificación del Episcopado cubano en pleno”.

El texto, tal como fue publicado por “La Voz”, sólo contiene al final la fecha de emisión, 9 de julio; pero no es seguido por ninguna firma. Dado que el mismo contiene un poco feliz respaldo a los Obispos de la isla, y una inequívoca referencia favorable a la “reflexión pastoral” que dio lugar al ENEC y a su “Documento final”, interesaría saber si fue puesto a votación de los participantes y cuál habrá sido el resultado; o si se delegó su redacción a una comisión. En este último caso, sería importante conocer quiénes asumieron la responsabilidad por la declaración.

 

Agosto de 1986:

“L’Osservatore Romano” publica

“Instrucción Pastoral” de Obispos de Cuba

A comienzos de mes, el órgano oficioso del Vaticano, “L’Osservatore Romano”,45 edita en la íntegra el texto de la “Instrucción Pastoral” de los Obispos de Cuba, lanzada con ocasión de la promulgación del Documento Final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Algunos aspectos de esta Instrucción Pastoral serán analizados en la Parte III de este estudio.

Notas:

1) Roma, 16-2-86.

2) N° 200, julio de 1986, p. 35.

3) Editado por la “Redacción Política Actual” en 1986.

4) p. 187.

5) Juan Rosales, “Cristo y/o Marx — Religión y Revolución”, 3ª edición actualizada, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1988, p. 252, subtítulo “Cristo y Marx andan juntos...”

6) “Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?”, Editora Vera Cruz, São Paulo, 10ª edición, 1974.

7) “Programa del Partido Comunista de Cuba”, capítulo VII, “Fundamentos y direcciones principales del trabajo ideológico”, p. 187.

8) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 22.

9) Primera edición, Tipografía Don Bosco, Roma 1987, 266 pp.

10) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano-Documento final e Instrucción pastoral de los Obispos de Cuba”, pp. 21 y 22.

11) La duda queda pendiente, y su dilucidación tiene enorme importancia. Es de imaginar el efecto psicológico sobre los delegados —aún cuando de antemano estuviesen preparados para todas las concesiones— si los tales “invitados” hubiesen tenido una vinculación aún indirecta con el Partido Comunista... En todo caso, el mismo libro, varios párrafos más adelante, relatará tres “momentos” que “favorecieron cordiales encuentros con las autoridades del país y personalidades de la cultura cubana”, uno de los cuales fue la recepción en la Nunciatura Apostólica (“Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 22). A esta recepción asistirán el Vicepresidente de Cuba, Carlos Rafael Rodríguez, El Ministro de Relaciones Exteriores, Isidoro Malmierca, y Felipe Carneado, encargado de la Oficina de Asuntos Religiosos del régimen. Otro alto funcionario del gobierno, el Viceministro de Asuntos Exteriores, encargado de las relaciones con los Estados Unidos, Ricardo Alarcón, concurrirá a la sesión de clausura del ENEC (“El País”, de Montevideo, 22-2-86 e “Il Regno”, 6-86).

12) "Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 22.

13) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86; “II Regno”, 6-86; “La Documentation Catholique”, 7-86; y “Chile Misionero”, 4-86.

14) “Il Regno”, 6-86

15) “Avvenire”, 27-2-86, e “Il Regno”, 6-86.

16) “Famiglia Cristiana”, N° 13, 3-86.

17) N° 200, julio de 1986, pp. 34 a 37.

18) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, p. 253.

19) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86.

20) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86, p.35.

21) “Famiglia Cristiana”, N° 4, 1-86.

22) 16-2-86.

23) “30 Giorni”, 1-86.

24) “La Documentation Catholique”, 7-86.

25) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86.

26) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86, p. 37.

27) “Jornal do Brasil”, 24-2-86.

28) 22-3-86.

29) Pocos meses antes, el dominico brasileño Fray Betto había afirmado, al poco tiempo de constatar los '‘nuevos vientos” que “soplan en esa Iglesia cubana”, que “la Iglesia de Cuba vive ahora un nuevo Pentecostés” (“Fidel y la Religión”, p. 70). Es indudable que Fray Betto se refería, fundamentalmente, al proceso de “reflexión eclesial” preparatorio del ENEC. La valoración coincidente merece ser destacada.

30) S.S. Pío XI, Encíclica “Divini Redemptoris”, del 19-3-1937; “Colección de Encíclicas y Documentos Pontificios”, Acción Católica Española, Madrid, 1955, p. 455.

31) “L’Osservatore Romano”, 19-2-86.

32) En 1986, Chile estaba gobernado por un régimen que, independientemente de la posición que se tuviera en relación a él, había accedido al poder 13 años antes por la presión anticomunista de la población, que ya no toleraba el régimen marxista de Allende.

33) Revista “Servicio”, N° 107, de la Conferencia Episcopal Chilena, 1986.

34) cfr. “La Iglesia del Silencio en Chile — La TFP proclama la verdad entera”, Santiago de Chile, 1976.

35) N° 230, Santiago de Chile, 1986.

36) Revista “Análisis”, N° 155, Santiago de Chile, 26-8-86.

37) Esa posición de Monseñor Pironio en Chile parece haber estado relacionada, entre otros motivos, con aspectos dictatoriales del régimen de Pinochet, que hasta ese momento duraba 13 años. Pero resulta difícil comprender cómo al Purpurado no parece haberle causado desagrado la dictadura guerrillera castrista, que al momento de su visita a la isla cumplía 26 años de ignominia.

38) “La Documentation Catholique”, 7-86.

39) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 22.

40) op. cit. ídem, ibíd., p. 23.

41) op. cit. ídem, ibíd., pp. VII, 223 y 227.

42) 124-86.

43) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 5.

44) Vol. XXXIII, N° 14, 18-7-86.

45) 2-8-86

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