Parte III

 

 

Capítulo 3

La palabra-talismán “diálogo”, y su papel fundamental para comprender los documentos oficiales emanados del ENEC

 

 

 

 

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“30 Giorni” reconoce:

presupuesto fundamental del ENEC es    

el diálogo con la Revolución

En 1986, la revista italiana “30 Giorni’', al comentar desde La Habana la realización del ENEC, reconoce que “el presupuesto fundamental del cual partió esa reunión de los católicos, fue el diálogo con la realidad de la Revolución, como ya se afirmaba claramente en el documento de trabajo que constituyó la base de todas las discusiones del encuentro”.1

Y agrega que “la Iglesia del diálogo, de la apertura, de la participación, de las puertas abiertas y de la mano extendida son los nuevos slogans”.

Cita al Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino —al que califica como el “hombre clave” en ese giro de la Iglesia cubana— quien afirmó que “no estamos aqui para condenar, pero sí para salvar”.2

Por su parte, Renzo Giacomelli —enviado de la revista italiana “Famiglia Cristiana”3— comenta que la palabra “diálogo” fue “la más usada durante dicha asamblea, y en los cinco años de preparación”.

Giacomelli cita al ingeniero agrónomo Dagoberto Valdés, uno de los seis presidentes del ENEC, quien explica que “diálogo quiere decir asumir la actitud que mejor corresponde a nuestra condición de seguidores de Cristo”.

“Por fidelidad a Cristo, dice Valdés, también nosotros debemos dar a los otros lo que tenemos, y recibir de ellos aquello de lo cual tenemos necesidad. El diálogo favorece este reciproco enriquecimiento”.

Después de las definiciones genéricas, el co-presidente del ENEC pasa al plano concreto, afirmando que también de la sociedad marxista-leninista él espera recibir su parte en ese “reciproco enriquecimiento”...

 

Un supuesto “diálogo de vida” que en realidad prepara el trasbordo ideológico hacia el comunismo

La revista “progresista” italiana "Il Regno”4 va todavía más lejos, al interpretar el sentido que los Obispos cubanos dan al “diálogo de vida” (?) con el régimen comunista: “El diálogo se sitúa en dos niveles. Por un lado, se trata de aprender a conocerse y a encontrarse, para focalizar un cierto número de problemas cotidianos. No se trata sólo de coexistir, sino de aprender a vivir y a trabajar juntos”.

Esta definición de “Il Regno” sintetiza con claridad las características requeridas para que se opere en los católicos el trasbordo ideológico inadvertido, o sea, la operadón de guerra psicológica revoludonaria que comienza por inducir a un cambio de actitud en relación al comunismo, y termina en la adhesión ideológica a éste. Dicha operación se basa en la manipulación de dos emociones opuestas —el miedo y la simpatía— mediante el empleo de “palabras-talismán” como “diálogo”, "coexistencia”, “reconciliadón”, etc. Este proceso fue magistralmente denundado en sus pormenores por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, en su famoso ensayo “Trasbordo Ideológico Inadvertido y Diálogo”,5 escrito en 1965. Con extraordinaria claridad, la obra describe las diversas etapas del trasbordo en sus víctimas, e indica la forma de impedir el éxito de esa estratagema comunista.6

“Il Regno” continúa: “Cuando los Obispos cubanos invitan a sus fieles a dialogar con los comunistas, dicen que se trata de un «diálogo de vida»”. ¿Cómo puede calificarse de “diálogo de vida” la abertura a un sistema que sólo engendra la esclerosis, la atrofia y el raquitismo en todas las manifestaciones de la vida social? A no ser que se trate de un diálogo para prolongar artificialmente la vida de ese sistema.

La revista cita después al Padre René David —profesor del Seminario San Carlos de La Habana y ardoroso “teólogo de la reconciliación” comuno-católica— quien interpreta el sentido profundo de ese singular “diálogo de vida”. El sacerdote cubano afirma que esto significa “abandonar las posiciones doctrinales, las actitudes de rechazo y de condena, para adoptar una posición pastoral de respeto en relación al otro”...7 “Abandonar las posiciones doctrinales” en relación a la secta comunista equivale aquí a una especie de suicidio religioso; lo cual es un ejemplo del misterioso proceso de “autodemolición” postconciliar, apuntado por Paulo VI.8

 

Monseñor Rodríguez renuncia a la apologética, sustituyéndola por un diálogo concesivo

La predisposición a aceptar, entre los participantes del ENEC, ese diálogo a ultranza con los opresores del catolicismo cubano, no podía dejar de transparecer en los documentos emanados oficialmente del encuentro eclesial. Así, ya en el discurso inaugural del ENEC, pronunciado “en nombre de los Obispos cubanos”,9 el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Cubana y Obispo de Camagüey, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, manifestó entre otros conceptos: "Todavía pesa en la memoria el recuerdo costoso de épocas en que pretendimos combatir el error mediante la Inquisición, y no dio resultado. Después, mediante el «anathema sit», y no dio resultado. Luego, mediante el Indice, y no dio resultado. Después, mediante el Santo Oficio, y no dio resultado. Finalmente, mediante la apologética, y tampoco dio resultado”.10

Con un simple párrafo, en cinco breves frases, Monseñor Rodríguez parece descalificar, por inocuas, las murallas doctrinales erguidas por la Iglesia a lo largo de los siglos para defender la integridad del Depósito de la Fé, que le fuera confiado por el Divino Salvador, y en cuyas piedras están escritos los nombres de tantos santos, apóstoles, mártires y confesores.11 Es cierto que esas instituciones de la Iglesia por él mencionadas no lograron contener completamente el proceso revolucionario universal —iniciado en el siglo XVI con el Humanismo, el Renacimiento y la revolución protestante— del cual la expansión del comunismo es una tercera y más extremada fase histórica.12 Pero resulta evidente que fue gracias a ellas que la Iglesia alcanzó resonantes victorias, preservando en innúmeras ocasiones al rebaño de Cristo del virus revolucionario. Y si ese triunfo no fue completo, se debió justamente a que el espíritu militante, que es el sello distintivo de la Iglesia en la tierra (Lucas 12, 49-53), fue decayendo en muchas de las propias instituciones eclesiásticas que más debían ostentarlo.

Tiene fundamental importancia la referencia del Obispo de Camagüey a la renuncia a la apologética, pues ella implica descartar como inútil la construcción doctrinal grandiosa con que la Santa Iglesia defendió a sus fieles contra los propagadores de errores. En la propia Cuba, brilla el ejemplo luminoso de un San Antonio María Claret, cuyo ardor polémico contra los enemigos de la Fé y los errores de su tiempo, se manifestó en numerosas cartas pastorales, sermones y escritos.13

No se ve cómo conciliar el abandono de la apologética por parte de Monseñor Rodríguez con, por ejemplo, el procedimiento evangélico recomendado por el Apóstol San Pablo a uno de sus más fieles seguidores, el Obispo Timoteo, de combatir “el buen combate, conservando la Fé y la buena conciencia, la cual, rechazada por algunos, naufragaron ellos en la Fé" (1 Tim. 1, 18-19). El Apostól de los Gentiles, en la misma Epístola, advierte que “algunos apostatarán de la Fé, dando oídos a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, que con hipocresía propagan la mentira y tienen endurecida su conciencia’’(1 Tim. 4, 1-2). ¡Con cuánta mayor razón se hace necesario trabar el “buen combate” doctrinal preconizado por San Pablo, contra un régimen como el cubano —que se asienta sobre una doctrina “intrínsecamente perversa”— para evitar mayores apostasías en el rebaño! ¿Supondrá acaso Monseñor Rodríguez que el castrismo ya no merece ese estigma insofísmable lanzado contra el comunismo por Pío XI, en la inmortal Encíclica “Divini Redemptoris”?

 

Monseñor Rodríguez revive en Cuba la nefasta “politique de la main tendue” e ignora la prudencia

Continúa Monseñor Rodríguez: “Y si, como lo han intuído todas las Asambleas Diocesanas, nuestra Iglesia en Cuba quiere ser misionera y quiere ser signo de comunión, entonces la Iglesia cubana tiene que ser necesariamente la iglesia de la apertura, la iglesia del diálogo, la iglesia de la participación, la iglesia de la mano extendida y de las puertas abiertas, la iglesia del perdón, la iglesia de la diaconía. La iglesia que «lava los pies» como el Maestro (Jn. 13, 5), que «camina dos millas con el que le pide caminar una; que da el manto también al que le pide la túnica y que pone la mejilla izquierda al que le pega en la derecha» (Mt. 5, 39),14 es decir, la iglesia que sale en esta vida siempre con algo inesperado: la serenidad, la comprensión, el amor”.

Si se deja de lado la apologética —la defensa de la Religión verdadera con base en las conclusiones de la filosofía, los datos históricos, etc.— que proporciona las herramientas indispensables para un efectivo apostolado, ¿cuáles no serán los riesgos para los apóstoles de esa iglesia cubana que Monseñor Rodríguez desea “misionera”? ¿Acaso no es contradictorio el abandono de la apologética con ese llamado a la “misión”? ¿No pierde ésta, sin aquella, su sentido más profundo? La “apertura”, el “diálogo”, la “participación”, la “mano extendida” —que tantos estragos causaran en los medios católicos europeos, ya en la década del 30 18— y “las puertas abiertas”, en relación al régimen socio-político comunista que niega diametralmente los Mandamientos de la Ley de Dios, ¿no equivalen a desconocer las insistentes exhortaciones de Nuestro Señor Jesucristo para evitar las canduras ciegas y peligrosas? “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros cubiertos con pieles de ovejas, y por dentro son lobos rapaces”, advirtió el Divino Maestro (Mateo 7, 15 a 20). Y agregó: “Os envío como ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mateo 10, 16). Es desconcertante constatar que el Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana manda a sus ovejas a pastar entre los lobos, y omite manifestar cualquier prevención en relación a éstos. Más aún, se apresura a disipar las desconfianzas que puedan subsistir en su rebaño, en relación al comunismo.

 

Dirigente del Partido Comunista abre sus brazos a los católicos

El singular concepto de “misión” que aflora en el discurso de Monseñor Rodríguez —estampado en las primeras páginas del libro conteniendo el “Documento final” del ENEC, lo que confiere a sus palabras un carácter oficial— por cierto no pasó desapercibido para los artífices de la “política religiosa” de Castro. El lobo no podía dejar de recibir, con los brazos abiertos, este gesto de apertura del redil que gratuitamente hacía el Presidente de la Conferencia Episcopal.

Así, en declaraciones al enviado de “Il Sabato”,16 de Roma, José Felipe Carneado, “comunista ortodoxo de la primera hora”, funcionario encargado de la Oficina para los Asuntos Religiosos del régimen, y llamado el “obispo rojo” del Partido Comunista Cubano, definía su concepto de “diálogo” con los católicos. En los mismos días de la celebración del ENEC, Carneado reconoció que hacia “27 años que no conversábamos”. Y añadió: “Bien, le diré que el diálogo no es sólo conversaciones, es una tentativa de trabajar juntos. Las mejores palabras son los hechos. Si continúa este acercamiento con la Iglesia, que nosotros apreciamos mucho, se llegará a buenos resultados”.

¿Cuáles serían esos “buenos resultados” que el jerarca comunista desde ya pregustaba? Después de agregar que “con los creyentes hay muchas posibilidades de convergencia a nivel de objetivos políticos y sociales”, Carneado dejaba al descubierto una de sus más osadas aspiraciones: “Que un creyente milite en el Partido Comunista no es una herejía del punto de vista marxista”... Es decir, el “diálogo”, la “participación” y la "mano extendida” propiciadas por el Presidente de la Conferencia Episcopal, son vistos por el PC cubano como medios para transformar a los católicos en comunistas militantes. O sea, en cooperadores de la mayor herejía que la Iglesia haya jamás enfrentado.

Podría pensarse que esta osada meta —compartida y estimulada por Fray Betto, tal como se lee en “Fidel y la Religión”— hubiese causado revuelo y absoluta inconformidad en el Episcopado cubano. No consta que esto haya ocurrido. Como ya se ha visto, la política de “mano extendida” de otros prelados, y de la propia Nunciatura Apostólica, eran concordantes con el rumbo adoptado por Monseñor Rodríguez.

 

El “diálogo”, en el marco del “Documento final” y de la “Instrucción Pastoral”, Ueva a la aceptación del régimen comunista, y a colaborar con él

Tanto en el extenso “Documento final” del ENEC, cuanto en la “Instrucción Pastoral” de los Obispos que lo puso en vigor, las referencias al “diálogo” son incontables, constituyendo uno de los ejes de ambos textos. Sus redactores pusieron especial esmero en traer a colación documentos pontificios y textos conciliares recientes, frases de Doctores y Padres de la Iglesia, y hasta numerosos ejemplos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, para intentar justificar las aplicaciones concretas que los preclaros autores de dichos documentos hacen de la palabra '‘diálogo"; sobre todo en lo que se refiere a las relaciones entre los católicos y el régimen político y social marxista-leninista imperante.17

Examinado desde la perspectiva de la táctica comunista de trasbordo ideológico inadvertido,18 el contenido de los textos oficiales del ENEC resulta desolador. En efecto, la aplicación práctica de sus recomendaciones causará inevitablemente estragos entre aquellos católicos cubanos desprotegidos ante la ausencia de indispensables barreras ideológicas. Lo que equivale a una catástrofe pastoral. Véanse a continuación, a este respecto, algunos extractos del "Documento final".

En el ítem "Los Católicos cubanos y el Estado Socialista", después de alegar respaldo en "el magisterio de la Iglesia", que "nos propone el diálogo como cauce de solución a los problemas que concepciones diversas del mundo y del hombre, pueden plantear", el texto sostiene: "La Iglesia en Cuba, en la persona de sus Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos más comprometidos, ha tratado de encontrar los caminos que lleven a una situación de diálogo entre católicos y marxistas. Para esto la Iglesia, en su predicación y orientaciones pastorales, ha insistido en el papel del cristiano en la sociedad, exhortando a los creyentes a dar lo mejor de sí mismos en bien de la colectividad, queriendo así servir mejor a la sociedad y propiciar un diálogo constructivo".19

 

"Actitud dialogal" impulsada por el ENEC favorece intereses del régimen castrista

En la búsqueda de esos "caminos", ¿habrán examinado los Pastores cubanos las reales intenciones de la contraparte comunista? Este examen, ¿tuvo en cuenta la "prudencia requerida", aconsejada por la Constitución Gaudium et Spes, por ellos citada más arriba?

Ya se han mostrado numerosas declaraciones y textos de líderes comunistas cubanos, que dejan claro que ellos nada han cambiado en sus convicciones y objetivos. Su premisa es intransigente: si los católicos de la isla-prisión quieren “dialogar" con ellos, serán bienvenidos, siempre que estén dispuestos a integrarse a la Revolución.20 De manera que el inciso del "Documento final" arriba citado satisface plenamente los deseos del gobierno, al exhortar al rebaño a "dar lo mejor de sí mismos" para afianzar la sociedad socialista y, de esa forma, "propiciar” el acercamiento católico-marxista.

Continúa el "Documento final": “La actitud de diálogo y su ejercicio se distinguen también de sus resultados, que pueden ser buenos, parciales o nulos, pero que no condicionan ni la actitud dialogal ni el ejercicio del mismo, que los cristianos deben procurar siempre, independientemente del éxito alcanzado; y esto por fidelidad al Evangelio. Más que una opción, el diálogo es un estilo, una forma de ser inherente a la Iglesia, una exigencia de su ministerio de evangelización, de reconciliación y de servicio a la sociedad".21

Afirmar de esa forma que la práctica del diálogo no depende de sus resultados concretos, y que seria una exigencia del Evangelio, es muy grave. Pues sugiere que la única manera de evangelización posible se daría por medio de conversaciones amistosas. Interpretación ésta que excluye un elemento esencial de la Iglesia que es la práctica y la defensa de la verdad, inherente al ejercicio del magisterio eclesiástico. Por otro lado, queda sobreentendido que la Iglesia no poseería la verdad infalible, recibida de su Divino Fundador, sino que caminaría en su búsqueda —a través del diálogo— con la ayuda inclusive de marxistas. Lo cual conduce al más completo relativismo doctrinario y moral.

Cabe considerar también que, en el orden práctico, hacer del diálogo un fin en sí mismo, supone que las dos partes o, al menos, una de ellas, haga concesiones sistemáticas a la otra, para impedir que se rompan las conversaciones. Y las concesiones serán hechas por la parte más interesada en el diálogo... o la más débil. Condiciones ambas que se verifican en Cuba por parte del Episcopado.22

Por fin, los autores del documento del ENEC parecen establecer el diálogo como siendo una postura habitual de los católicos. Resaltan, como ya se vio, que éste constituye "una forma de ser inherente a la Iglesia", y el lector tiene la impresión de que la Iglesia sólo concibe frente al comunismo esa "actitud dialogal". Se omite cualquier referencia a que esa no es la única postura recomendada por la Iglesia, en toda circunstancia. Así, por ejemplo, la posición doctrinal polémica y hasta beligerante de los católicos no sólo es legítima en sí misma, sino que en determinadas ocasiones constituye un grave error no adoptarla.23

La "actitud dialogal" con el lobo rojo debe mantenerse, a pesar de todo. Lo que vale, es la actitud de "servicio” que acaba consolidando al régimen marxista-leninista.

 

El documento del ENEC elogia a laicos católicos que actúan como “compañeros de ruta" del comunismo

El documento prosigue: "Los laicos cristianos que han sabido mantener esta actitud dialogante, han desempeñado un importante papel en crear un nuevo clima en las relaciones de los creyentes con todo el pueblo y con las autoridades del país".24

Sin duda, el texto se refiere aqui a un sector de católicos "progresistas" que, desde el primer momento de la Revolución —alentados ciertamente por la actitud del Encargado de la Nunciatura durante ese período, Monseñor Cesare Zacchi— mantuvieron esa "actitud dialogal" con el régimen aún en los momentos más sangrientos de la persecución religiosa. Laicos que continuaron "su asidua actitud de servido a la sociedad"25... comunista; "cristianos fieles" (sic) que "se sintieron capaces de esbozar las respuestas que exige la nueva cultura que se va abriendo paso aquí".26

Recuérdese que en 1966, el Encargado de la Nunciatura Apostólica en La Habana había sugerido que el católico cubano podía "ser revolucionario", y debía también "ser el primero en los llamados del gobierno que tiendan al bienestar del pueblo".27 El "Documento final" del ENEC no hace otra cosa, en los párrafos recién citados, sino avanzar en el sendero, rumbo a un peligroso desenlace, abierto ya entonces por el diplomático vaticano. El “importante papel" que el texto atribuye a los laicos “dialogantes”, tiene en el lenguaje leninista un nombre: "compañeros de ruta".

El 20 de octubre de 1977, Fidel Castro, hablando en Jamaica ante representantes de grupos cristianos —por lo tanto, poco más de un año después que los Obispos cubanos llamaran a aceptar la Constitución comunista— afirmaba:

"En la Constitución establecida se garantizó, de manera muy concreta y expresa la libertad de culto, la libertad de conciencia religiosa.(...)

"Creo que la única solución será el socialismo a nivel mundial. Como creo que esos cambios se tienen que producir, yo les decía a los representantes de la Iglesia: hay que trabajar juntos para que, cuando la idea política triunfe, la idea religiosa no esté apartada, no aparezca como enemiga de los cambios. No existen contradicciones entre los propósitos de la religión y los propósitos del socialismo".28

Si la "actitud dialogal" de esos laicos ensalzados por el ENEC se hubiera inspirado también en los citados consejos de Castro, ella difícilmente habría sido diferente.

Los párrafos comentados del "Documento final" referentes al diálogo, son suficientemente reveladores sobre la posición de la Iglesia cubana en la materia; lo cual permitirá pasar a analizar otros aspectos no menos graves de los textos oficiales emanados del ENEC.

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Plinio Corrêa de Oliveira:

“Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?”

El deber apologético de la Iglesia frente al castro-comunismo

Ha sido destacado en más de una oportunidad el carácter fundamentalmente descriptivo de este libro. Los comentarios que aparecen a lo largo del mismo, tienen por finalidad principal hacer fácilmente inteligible para el lector la trama de los acontecimientos narrados. Dicha trama es analizada teniendo como criterio de juicio la doctrina tradicional e inmutable de la Iglesia; más específicamente, el Magisterio pontificio acerca de los errores del socialismo y del comunismo, condenados ininterruptamente por la Cátedra de Pedro desde hace más de un siglo, hasta nuestros días.29

En lo que concierne a los problemas doctrinales suscitados por las maniobras de aproximación comunista-católica en los países marxistas, el instrumento fundamental de anális ha sido la obra “Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?”, escrita en 1963 por el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira. Con treinta y cuatro ediciones en nueve idiomas, habiendo repercutido ampliamente detrás de la Cortina de Hierro, y recibido carta laudatoria de una importante Congregación romana —no sólo hacia su contenido, sino también hacia su “egregio autor, merecidamente célebre pela sua ciéncia filosófica, histórica e sociológica”— este ensayo se ha tornado indispensable en el estudio del problema de la coexistencia católico-comunista en el siglo XX.30 Su actualidad crece a medida que la temática abordada se va colocando en el centro de los acontecimientos internacionales, porque coloca una barrera doctrinal intrasponible en relación a quienes intentan justificar un acuerdo de la Iglesia con los regímenes comunistas, que importe en abandonar la prédica de los principios católicos que se oponen al comunismo.

Los partidarios eclesiásticos de ese acuerdo han conseguido avanzar en el terreno de los hechos, en varias partes del mundo, recurriendo a argumentos doctrinales que, con el debido respeto, en nada nos parecen convincentes; y, como en el caso del Episcopado cubano, han llegado incluso a una coincidencia en aspectos de la propia meta comunista.

Ello otorga a la argumentación de esta obra de Plinio Corrêa de Oliveira un carácter al mismo tiempo orientador, doctrinal y práctico, para los católicos que a justo título desconfían y resisten a entendimientos con los regímenes marxistas, aún con aquellos que recurren a osadas maniobras de guerra psicológica revolucionaria, revistiéndose con apariencias “liberalizantes”.

Resulta especialmente oportuno transcribir párrafos del libro donde el autor explica, de modo conciso y luminoso, las razones psicológicas y morales que imponen a la Iglesia el deber y la especial necesidad de ejercer su acción apologética sobre los fieles católicos que viven en regímenes comunistas. Se escogen estos pasajes recordando la increíble afirmación del Obispo de Camagüey, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera —que en 1986 ocupara el cargo de Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana— de virtual renuncia a la apologética porque ésta no habría dado resultado.31

"El orden temporal, dice Plinio Corrêa de Oliveira en la introducción del Capítulo VI, ejerce una acción formadora —o deformadora— profunda sobre el alma de los pueblos y de los individuos. La Iglesia no puede, entonces, aceptar una libertad que implique callar sobre los errores del régimen comunista, creando en el pueblo la impresión de que Ella no los condena".

Más adelante, en el mismo Capítulo, agrega:

"No hay formación cristiana adecuada que prescinda de la apologética. Resulta particularmente importante resaltarlo, teniendo en cuenta que la mayoría de los hombres tiende a aceptar como normal el régimen político y social en el que nace y vive, y que el régimen ejerce, por este título, una profunda influencia formativa sobre las almas.

"Para medir en toda su extensión el poder de esa acción formativa, examinémosla en su razón de ser y en su modo de operar.

"Todo régimen político, económico y social se basa, en último análisis, en una metafísica y en una moral. Las instituciones, las leyes, la cultura y las costumbres que lo integran, o con él son correlativas, reflejan en la práctica los principios de esa metafísica y de esa moral.

"Por el propio hecho de existir, por el natural prestigio del Poder Público, bien como por la enorme fuerza del ambiente y del hábito, el régimen induce a la población a aceptar como buenas, normales y hasta indiscutibles, la cultura y el orden temporal vigentes, que son consecuencia de los principios metafísicos y morales dominantes. Y, al aceptar todo esto, el espíritu público acaba por ir más lejos, dejándose penetrar como por osmosis, por esos mismos principios, habitualmente percebidos de modo confuso, subconsciente, pero muy vivo, por la mayor parte de las personas.

"El orden temporal ejerce, pues, una acción formadora o deformadora profunda, sobre el alma de los pueblos y de los individuos.

"Hay épocas en que el orden temporal se basa en principios contradictorios, que conviven en razón de un tal o cual escepticismo con colores casi siempre pragmatista. En general, ese escepticismo pragmático pasa de ahí hacia la mentalidad de las multitudes.

"Hay otras épocas, en que los principios metafísicos y morales que sirven de alma al orden temporal son coherentes y monolíticos, en la verdad y en el bien, como en la Europa del siglo XIII, o en el error y en el mal, como en la Rusia o en la China de nuestros días. Entonces, esos principios pueden marcar a fondo los pueblos que viven en una sociedad temporal por ellos inspirada.

"Vivir en un orden de cosas así, coherente en el error y en el mal ya es de sí una tremenda invitación a la apostasía.

"En el Estado comunista, oficialmente filosófico y sectario, esta impregnación doctrinaria en la masa es hecha con intransigencia, amplitud y método, y completada por un adoctrinamiento explícito incansablemente repetido a todo propósito.

"A lo largo de toda la Historia no hay ejemplo de presión más completa en su contenido doctrinal, más sutil y polimórfica en sus métodos, más brutal en sus horas de acción violenta, que la ejercida por los regímenes comunistas sobre los pueblos que están bajo su yugo.

"En un Estado así totalmente anticristiano, no hay medio de evitar esta influencia sino instruyendo a los fieles sobre lo que él tiene de ruin.

"Frente a tal adversario, más aún que frente a cualquier otro, la Iglesia no puede, pues, aceptar una libertad que implique renunciar sincera y efectivamente al ejercicio, franco y eficiente, de su función apologética".32

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Notas:

1) Artículo “Una Pueblita all’insegna del dialogo”, marzo de 1986, p. 29.

2) op. cit. ídem, ibíd., p. 30.

3) N° 13, marzo de 1986.

4) junio de 1986, p. 172.

5) El libro cuenta con seis ediciones en español, cinco en portugués, una en alemán y una en italiano. Fue transcrito además en seis diarios y revistas de Argentina, Brasil, Chile y España, totalizando 134.300 ejemplares.

6) “Trasbordo Ideológico Inadvertido y Diálogo” distingue —basado en la sana filosofía y en la doctrina tradicional de la Iglesia— los sentidos racionales legítimos de la palabra diálogo, de aquellos puramente emocionales, cuya manipulación es hoy en día el motor de la aproximación comuno-católica. Merecería un estudio aparte el análisis de toda la “política religiosa” de Fidel Castro a la luz de esta táctica; estudio que por cierto sería revelador, pero que trasciende los objetivos del presente trabajo. De hecho, cuando a lo largo de estas páginas se analiza críticamente la actitud del Episcopado cubano en relación al régimen comunista, y se censura la utilización del “diálogo” en un sentido adulterado, se emplean los instrumentos de análisis contenidos en el referido ensayo.

7) “Il Regno”, junio de 1986, p. 172.

8) Alocución de Paulo VI al Seminario Lombardo, 7-12-68.

9) “ENEC”, p. 7.

10) “ENEC”, p. 11.

11) A este respecto, se recomienda la lectura del libro “España: anestesiada sin percibirlo, amordazada sin quererlo, extraviada sin saberlo”, Capitulo “Los héroes de nuestra Historia en la picota”, donde se analiza y refuta, con abundante documentación historiográfica, la “leyenda negra” creada en tomo de la Inquisición. Institución ésta a la que pertenecieron Santo Domingo de Ouzmán, San Pedro de Castronuevo, San Pedro de Arbués y el mismo San Pío V, antes de ser Papa (TFP-Covadonga, Editorial Femando III el Santo, Madrid, 1988).

12) cfr. Plinio Corrêa de Oliveira, “Revolución y Contra-Revolución”, Editora Vera Cruz, São Paulo, 2a edición, 1982.

13) cfr. Rdo. P. Mariano Aguilar, "Vida admirable del siervo de Dios P. Antonio María Claret”, Capítulo "De las cartas pastorales y de otros escritos que publicó en Cuba el P. Claret (1852-1855)”, tomo 1, Establecimiento Tipográfico San Francisco de Sales, Madrid, 1894.

14) Estas alusiones a palabras de Nuestro Señor, como justificativas de la "apertura” al régimen casuista, no podían ser más infelices. El Divino Maestro recomendó que los Apóstoles se lavasen los pies entre sí, “uno al otro” (S. Juan 13, 15), y no que lo hicieran con los adversarios de la Iglesia. Asimismo, su consejo evangélico de mansedumbre —poner la mejilla izquierda al que nos pega en la derecha— se refiere a la actitud del católico ante las afrentas personales, pero nunca a la conducta frente a los que sistemáticamente niegan la verdad y el bien. Ante éstos, el silencio se transforma en pusilanimidad. El deber de los Pastores de la Iglesia es alertar al rebaño, con la energía con que San Pablo alertaba contra los judaizantes: "Guardaos de esos perros, guardaos de esos malos obreros, guardaos de esos mutilados” (Fil. 3,2). Más aún, es imitar la fuerza con que Nuestro Señor apostrofó a las ciudades impenitentes de Corozain y Cafamaum (S. Mateo 11, 20 a 25): a la “generación  perversa” que lo rechazó (S. Mateo 12, 45 y 17, 16); a los mercaderes del Templo (S. Mateo 21,12-13 y S. Juan 2, 13 a 16); a los "escribas y fariseos hipócritas” (S. Mateo 23, 13); a los incrédulos y a los mentirosos, "hijos      del demonio” (S. Juan 8,44), etc. Ejemplo del Salvador que se manifestó hasta en el momento en que “entregó su espíritu”, y castigos terribles se abatieron sobre la ciudad deicida (S. Mateo 27, 50-55).

15) La expresión “política de la mano extendida” fue acuñada el 17 de abril de 1936 por el líder comunista francés Maurice Thorez, cuando anunció por una radio parisiense: "Nosotros, los ateos, estamos extendiendo nuestra mano y ofreciendo nuestra amistad a Vds., católicos, sean trabajadores, empleados, artesanos o campesinos, porque Vds. son nuestros hermanos, y tenemos una cantidad de intereses comunes” ("World Marxist Review”, vol. 30, N° 2, febrero de 1987, p. 67).

Sobre los efectos altamente nocivos de esta maniobra comunista en los medios católicos, véase el penetrante análisis del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira contenido en su libro "La Iglesia ante la escalada de la amenaza comunista. Llamado a los Obispos silenciosos”, Editora Vera Cruz, São Paulo, Brasil, 3ª ed., marzo de 1977, pp. 38 a 47. Es importante señalar que contra esta maniobra se manifestaron Pío XI y Pío XII, como lo documenta en el mencionado libro el Profesor Corrêa de Oliveira.

16) 7-3-86.

17) Véase, a modo de ejemplo, en el "Documento final”, los ítems "Los Católicos cubanos y el Estado Socialista” y "Naturaleza y alcance de este Diálogo”, Primera Parte, "Marco Histórico”, Nos. 150 a 177, pp. 58 a 61; y el ítem "Diálogo: exigencia evangélica y actitud coherente de la Iglesia ante la misión evangelizadora para la edificación de la Civilización del Amor”, Segunda Parte, “Fundamentos bíblicos, teológicos y magisteriales”, N° 309 a 330, pp. 96 a 99. La “Instrucción Pastoral”, por su lado, le dedica una Parte, titulada “Evangelización y Diálogo”, Nos. 79 a 88, pp. 246 a 249.

18) Ya se ha consignado que los análisis al respecto efectuados en estas páginas, se basan en el magistral ensayo “Trasbordo Ideológico Inadvertido y Diálogo”, del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, donde se señalan las consecuencias nefastas para los católicos, con gravísimo peligro para la fe, que resultan de entablar un relacionamiento de carácter irénico con los personeros de una ideología anticristiana como lo es el comunismo. El pivote de esa maniobra es justamente el empleo del término “diálogo” en un sentido adulterado, de palabra-talismán.

19) “ENEC”, “Documento final”, N° 158, pp. 58-59.

20) Entre esos textos, han sido destacados párrafos de “Fidel y la Religión” que, con un millón trescientos mil ejemplares difundidos en la isla, hace prácticamente imposible su desconocimiento por parte de los Obispos cubanos.

21) “ENEC”, “Documento final", N° 160, p. 59.

22) Una vez más se remite al lector a la obra indispensable del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, “Trasbordo ideológico inadvertido y Diálogo”, que analiza la maniobra comunista de diálogo irénico en todos sus matices.

23) A este respecto, se remite al lector a comentarios incluidos en este mismo Capítulo, bajo los subtítulos “Monseñor Rodríguez renuncia a la apologética, sustituyéndola por un diálogo concesivo”, y “Monseñor Rodríguez revive en Cuba la nefasta 'politique de la main tendue' e ignora la prudencia”, en que se mencionan ejemplos memorables de actitud polémica en la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

24) N° 162, p. 59.

25) N° 161, p. 59.

26) Circular de los Obispos de Cuba, 1976, Comunidad y Evangelización, 8, citada en el “Documento final”, N° 161, p. 59.

27) Revista mejicana “Sucesos”, 17-9-66.

28) Revista “Bohemia”, La Habana, 18-11-77, en Yolanda Portuondo, “Guillermo Sardiñas, el sacerdote comandante”, pp. 224-225.

29) Ya el 9 de noviembre de 1846, Pío IX advertía en la Encíclica “Qui Pluribus”:

“Conocéis también, Venerables Hermanos, otra clase de errores y engaños monstruosos, con los cuales los hijos de este siglo atacan a la religión cristiana, y a la autoridad divina de la Iglesia con sus leyes, y se esfuerzan en pisotear los derechos del poder sagrado y del civil.

“Tal la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana" (en Jean Ousset, “Marxismo Leninismo”, Editorial Iction, Buenos Aires, 1963, p. 221.

30) Ver a este respecto el artículo “Histórico de un ensayo”, incluido en la 10a. edición brasileña de la obra, Editora Vera Cruz, 1974, pp. 5 a 10. La carta laudatoria del Vaticano —proveniente de la entonces Sagrada Congregación de los Seminarios y Universidades, firmada por el Cardenal Giuseppe Pizzardo y refrendada por el entonces Monseñor y posteriormente Cardenal Dino Staffa, respectivamente Prefecto y Secretario de ese Dicasterio— se refiere al “denso opúsculo” como siendo “un eco fidelísimo de todos los Documentos del supremo Magisterio de la Iglesia, inclusive las luminosas Encíclicas 'Mater et Magistra' y ‘Ecclesiam Suam’ de Paulo VI”.

31) “ENEC”, Discurso inaugural, p. 11.

32) Plinio Corrêa de Oliveira, “Acordo com o regime comunista: para a Igreja, ¿esperança ou autodemolição?”, Capítulo VI. El título original de este libro era “La libertad de la Iglesia en el Estado comunista - La Iglesia, el Decálogo y el derecho de propiedad”. Para tornar más evidente la tesis tratada en la obra, el autor juzgó conveniente cambiar su título. Es la única modificación hecha en el trabajo, cuyo texto permanece absolutamente idéntico al de las ediciones anteriores.

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