Plinio Corrêa de Oliveira

 

La sociedad cristiana y orgánica

y la sociedad mecánica y pagana

 

 "Catolicismo" Nº 11, Noviembre de 1951

  Bookmark and Share

A D V E R T E N C I A

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.


Continuando a explorar los tesoros de doctrina encontrados en el discurso pontificio a los dirigentes del “Movimiento Universal para una Confederación Mundial” que hemos comentado en números anteriores (Ver “Catolicismo” Nº 8 de Agosto de 1951 y Nº 9 de Septiembre de 1951), y después de analizar los temas de este documento relativos a los errores de estructura de la sociedad moderna, nos corresponde investigar qué líneas generales debe tener la sociedad cristiana del futuro, según el pensamiento de Pío XII.

Hablando de la vida internacional, dijo el Pontífice:

“La Iglesia quiere la paz, y por eso se esfuerza en promover todo lo que en el marco del orden divino, natural y sobrenatural contribuye a asegurarla. Vuestro Movimiento, Señores, se empeña en lograr una organización política eficaz del mundo. Nada más acorde con la doctrina tradicional de la Iglesia, ni más adaptado a su enseñanza sobre la guerra legítima o ilegítima, especialmente en las circunstancias actuales. Es necesario, entonces, llegar a tal organización, aunque sólo sea para poner fin a una carrera armamentista en la que, ha decenas de años, los pueblos se han estado arruinando y agotando en pura pérdida”.

“Opinais que, para ser eficaz, la organización política mundial debe tener una forma federativa. Si con esto entendéis ella que debe liberarse del engranaje de un unitarismo mecánico, aún en este punto estáis de acuerdo con los principios de la vida social y política firmemente establecidos y sostenidos por la Iglesia. En efecto, ninguna organización del mundo será viable si no se armoniza con el conjunto de las relaciones naturales, con el orden normal y orgánico que rige las relaciones particulares de los hombres y de los diversos pueblos. Sin esto, cualquiera que sea su estructura, será imposible que se mantenga en pie y dure.

“Por eso estamos convencidos de que el primer cuidado debe consistir en establecer o restaurar sólidamente estos principios fundamentales en todos los campos: nacional y constitucional, económico y social, cultural y moral”.

Volviendo al campo político, dijo Pío XII:

“En todas partes, actualmente, la vida de las naciones se ve desagregada por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es un votante. Pero, como tal, es en realidad sólo una de las unidades cuyo total constituye una mayoría o una minoría, que el simple desplazamiento de algunas voces, si no de una, es suficiente para invertir. Desde el punto de vista de los partidos, el votante sólo cuenta por su poder electoral, por el concurso que su voto da; y de su papel en la familia y en la profesión no se considera”.

En cuanto a la vida económica y social, el Pontífice dice que:

“No existe una unidad orgánica natural entre los productores, ya que el utilitarismo cuantitativo, la mera consideración del beneficio es la única norma, que determina los lugares de producción y la distribución del trabajo, ya que es la ‘clase’ la que distribuye artificialmente a los hombres en la sociedad, y ya no la cooperación en la comunidad profesional.

En el campo cultural y moral, a su vez:

“La libertad individual, liberada de todas las ataduras, de todas las reglas, de todos los valores objetivos y sociales, no es en realidad más que una anarquía mortal, especialmente en la educación de la juventud”.

Y el Santo Padre concluye:

“Si, entonces, en el espíritu de federalismo, la futura organización política mundial no puede, bajo ningún pretexto, dejarse arrastrar al juego de un mecanismo unitario, no gozará de una autoridad efectiva salvo en la medida en que salvaguarde y favorezca por toda parte la vida propia de una sana comunidad humana, de una sociedad cuyos miembros contribuyan todos juntos por el bien de toda humanidad”.

Las agrifadas, por supuesto, son nuestras. Las hemos introducido en los textos para facilitar su estudio.

Organicidad y Mecanismo

En estos diversos temas, cada uno más importante que el otro, hay dos metáforas constantemente empleadas por el Pontífice, “organismo” y “mecanismo”. El “organismo” siempre corresponde a lo que es correcto, bueno, encomiable. El “mecanismo” corresponde a su vez a lo que es desviado, inadecuado, erróneo.

El conocimiento exacto de las directivas pontificias requiere que profundicemos en el análisis de estas metáforas.

Un organismo animal o humano y un mecanismo tienen entre si algo en común. Ambos son un conjunto de piezas diferentes, ordenadas una a la otra de tal manera que constituyen un todo único, y cada cual realiza una tarea que forma parte de una obra común.

A pesar de tantas analogías, las diversidades entre el organismo y el mecanismo son tan profundas que podrían llamarse casi de infinitas. Todos ellas resultan de la diferencia que va desde lo inerte, estático, muerto, a lo caliente, ágil, vivo:

I - Los órganos de un cuerpo actúan por un movimiento que proviene de la vida que está presente en ellos; el movimiento viene de las mismas profundidades de su ser. Las partes de una máquina son incapaces de moverse por sí mismas. Todo su movimiento viene de fuera. Propiamente no se mueven: son movidas.

II - Los órganos vivos tienen una capacidad no pequeña para adaptarse a nuevas condiciones de existencia y funcionamiento. Es una adaptación delicada, generalmente lenta, hecha a milímetros, pero muy exacta y duradera. La máquina es sólo como fue hecha, y por sí misma no se adapta a nada. Cuando alguien la adapta a algún otro propósito, puede hacerlo drásticamente, porque la materia es ciega, y no es necesario emplear contemplaciones para fundir un pedazo de metal, o para labrar el mármol.

III - Dotado de vida propia, el órgano tiene una cierta porción de independencia. Por lo tanto, ninguno de nosotros es libre de imponer a sus piernas o brazos el tamaño y la forma que desea. Lo que es postizo, artificial, mecánico, por el contrario, está absolutamente sujeto al hombre. Y por esta razón un lisiado puede imponer a su pierna de madera o de goma un color, un peso, una forma que le parezca más práctica o más estética.

IV - Puesto que la naturaleza es obra directa de Dios, y el mecanismo es más directamente obra del hombre, a pesar de que todo lo que es mecánico está mucho más sujeto a la ciencia, todo lo que es orgánico es mucho más perfecto. Así, para ejemplificar, no importa cuánto la ciencia perfeccione las piernas y brazos mecánicos y ha logrado maravillas en este sentido cualquier hombre preferirá a una de estas “maravillas” su pierna o brazo natural, aunque sean deficientes.

V - En la máquina, todas las partes obedecen a manera de esclavas, bajo el impulso de quien las conduce. Lo principal, entonces, es el papel de la voluntad de quien las conduce. Con una máquina, sólo hay un medio de dirección posible: la dictadura. Y cuando la máquina es reacia, sólo hay una solución: abrirla, desmantelarla y aplicar la tenaza y el martillo a lo que estuviera defectuoso. Un organismo vivo es mucho más libre, la mecánica siempre ha sido, es, siempre será más eficiente que la cirugía. En el organismo humano, el éxito de las actividades del cuerpo depende de la cooperación natural, viva, de cierto modo (nótese la restricción), libre, de cada parte.

Apliquemos ahora a las sociedades humanas los conceptos de “orgánico” y “mecánico”.

Describamos dos sociedades del pasado, una orgánica y otra mecánica.

Una sociedad, orgánica y cristiana

En un cierto sentido, la más viva de todas las sociedades es la familia. En efecto, aunque el Estado, al igual que otros grupos sociales inferiores, nace del orden natural mismo de las cosas, ninguna sociedad es tan imperativa y, por así decirlo, tan urgentemente creada por la naturaleza como la familia. Podemos concebir la sociedad humana viviendo embrionariamente en una estructura familiar, antes de la existencia del Estado. No podemos concebir el Estado viviendo antes que la familia, o sin ella.

Por otro lado, no hay sociedad a la que seamos tan naturalmente propensos. Todas las disposiciones de espíritu necesarias para el funcionamiento regular de la familia existen dentro de nosotros al menos de cierta manera de forma espontánea: respeto de los hijos por sus padres, comprensión, amor, ayuda mutua entre los miembros. Comparada con la familia, cualquier otra sociedad parece hirsuta, rígida, en cierto sentido artificial.

Buenas noticias en la familia - Theodore Gerard ( 1829-1895)

Uno de los rasgos característicos de la civilización cristiana edificada en Occidente después de la invasión de los Bárbaros fue hacer de la familia no sólo una institución de vida puramente doméstica y privada, como lo es hoy en día, sino la unidad propulsora de todas, o casi todas, las actividades políticas, sociales y profesionales.

Los bienes inmuebles eran a menudo más familiares que individuales. La casa, la tierra, el feudo se consideraban mucho más como patrimonio de la familia que del individuo. Lo mismo ocurría con la artesanía y el comercio, donde la tendencia a transmitir la profesión de padre a hijo se manifestó a lo largo de varias generaciones.

Si examinamos el campo de la ciencia y de las artes, también veremos con quanta frecuencia los miembros de una familia se dedican a la misma rama.

Tanto en la administración feudal, municipal y real; en las finanzas, la diplomacia, la guerra, en todos los campos por fin, notamos que la familia como tal era, en la medida de lo posible, la gran unidad de acción y propulsión. Los feudos, las corporaciones, las universidades, los municipios, no había nada que pudiera escapar a la penetración de la familia. Tanto es así que el Estado —un reino, por ejemplo— no era sino una familia de familias, gobernada por una familia: la familia real.

"...la familia penetró en todas las partes del organismo social..."

Día de Mercado - Theodore Gerard ( 1829-1895)

Con las reservas con que se deben emplear imágenes como ésta, se puede decir que la familia penetró en todas las partes del organismo social, como las arterias penetran e irrigan todos los miembros del cuerpo humano. Y así la familia comunicaba un qué de especialmente vivo, plástico, orgánico, a todas las instituciones políticas, sociales, económicas, etc.

Teniendo en cuenta la estructura y la vida de estas instituciones, tales como corporaciones, universidades, municipalidades, impresiona su “naturalidad”.

Las líneas típicas de estas diversas especies de organismos no fueron preestablecidas por algún teórico académico e imaginativo. Por el contrario, nacieron gradualmente de un ajuste diario a las necesidades y problemas de cada instante. Por esta razón, había algo profundamente real en ellos, a un tiempo vivo y ágil, estable y sólido.

¿Y el Estado? También era algo mucho menos hirsuto, impersonal y lleno de aristas de lo que fue después de 1789. A través del entrelazamiento del sistema feudal, un Rey —encarnación del estado— podía poseer feudos en territorio extranjero. Así, las soberanías se enmarañaban unas en las otras, las naciones se interpenetraban y, especialmente en ciertas zonas fronterizas, era difícil establecer claramente cuándo comenzaba un país y terminaba el otro. Algo de complejo como los tejidos de un cuerpo, y no simple como las líneas de un esquema mecánico.

Fueros de Aragón - Códice Vidal Mayor - 1247

Aquí se representa la compraventa de una casa. En la imagen aparece comprador con el contrato y dinero y fiador tomado de la mano así como la mujer con los niños que debe prestar el consentimiento.

Si consideramos las relaciones entre el todo y las partes, el Estado y los órganos sociales de que se constituía la nación, la impresión de organicidad vital se acentúa aún más: cada órgano es un pequeño todo, como si fuera un reino en punto pequeño o incluso minúsculo, dotado dentro de su esfera de ciertas funciones gubernamentales, legislativas, ejecutivas o judiciales. Así, en la familia, el Padre era un verdadero Rey en miniatura, por el poder que ejercía sobre su esposa e hijos. El axioma era característico: El Padre es el Rey de los hijos, y el Rey es el Padre de los padres. En algunas familias, incluso las leyes de sucesión eran peculiares y diversas de las que se aplicaban a todas las demás.

También en los feudos, el Señor era una miniatura del Rey, legislador, gobernador y juez dentro de su órbita.

Procesión con la caja de reliquias de San Marcel, del gremio de los orfebres de Paris durante el reinado de Luis XIII (Le moyen äge et la renaissance…Vol III-1848- Paul Lacroix y Ferdinand Séré)

En cuanto a las corporaciones [de oficio], ellas también ejercían funciones “laborales” —para utilizar la palabra moderna— que hoy en día suelen estar adscritas a los órganos legislativos, ejecutivos o judiciales del Estado.

El Rey —simplificando mucho las cosas, por supuesto— sólo tenía la función suplementaria de hacer lo que estos diversos cuerpos no podían realizar por sí mismos, es decir, proteger los intereses comunes y supremos que iban más allá del alcance propio de todos los cuerpos, la manutención de un justo equilibrio entre ellos, y asegurando que en el recóndito de ninguno de ellos se ofendieran los principios fundamentales de la moral y de la civilización cristiana.

Tomado en su conjunto este cuadro muy resumido, se ve lo cuanto es orgánico. Cada elemento celular tiene funciones totalmente peculiares. Cada uno tiene, para el ejercicio de sus funciones, atribuciones que le tocan por derecho propio, y se mueve por una energía que actúa de adentro hacia afuera, y no de afuera hacia adentro. El buen progreso del conjunto depende mucho más del buen progreso de cada parte que de la mera acción del organismo central.

Una sociedad anorgánica

¿Cómo sería un orden de cosas anorgánico?

Sería el que se pareciese con una máquina, es decir, en que todos los miembros recibiesen el impulso de un único agente externo y central; en que la obediencia de cada parte fuese absolutamente pacífica e impersonal; en que la forma y la tarea de cada parte, y del conjunto, fuese susceptible de cualquier reforma que se juzgue conveniente según las concepciones teóricas de los técnicos.

"en que todos los miembros recibiesen el impulso de un único agente externo y central"

[Henri Cartier-Bresson - Agricultural show, Moscow, USSR, 1954]

¿Cómo se lograría esto? Por el socialismo absoluto. De hecho, para el estado socialista, la familia y los grupos sociales no existen. El no concibe otro medio de acción que la oficina estatal, naturalmente esclavizada, obedeciendo al impulso que viene de la dirección central, moviéndose exclusivamente según este impulso, y organizada a la manera de una inmensa red metálica que abarca al país, y a través de cuyos filamentos la dirección central hace circular corrientes eléctricas como y cuando le place.

Por otro lado, todo esto es rígido: un teorizador concibe a priori una serie de piezas de este organismo. Un decreto, o una ley, lo convierte en realidad. Y debe existir tal como lo dicte el decreto o la ley, siempre que otro decreto u otra ley no disponga lo contrario. Nada más rígido, sí, pero nada más reformable. Basta con que nazca una nueva ley, para que el mecanismo se transforme en otro totalmente diferente, sin rastro o vestigio de lo que fue en su momento. Como el metal que, una vez fundido, acepta un nuevo molde y no conserva ningún rastro de su forma anterior.

El estado contemporáneo

En gran medida, las democracias modernas participan en los vicios del estado socialista. Su gran fuerza motriz es la voluntad de la mayoría meramente numérica de la población. Expresada esta voluntad en las urnas se constituye un Parlamento soberano, que puede hacer todo, incluso reformar la Constitución. O sea, la mitad más uno puede entonces decretar lo que quiera: todo es legal si se hace por vía parlamentaria. La familia puede ser disuelta, la propiedad privada erosionada por toda clase de sofismas o incluso abolida, la Religión destronada por su separación del Estado, o tal vez proscrita: todo será honesto, coherente, recto, si ese es el deseo de la mayoría. Fue en nombre de esta mayoría, consultada en sucesivos plebiscitos sobre cuyo enigma la Historia no ha dicho aún la última palabra, que Hitler redujo Alemania a una “senzala” (N.C.: hogar de los esclavos en el Brasil colonial).

El Poder Legislativo, el Ejecutivo, el Judicial, pertenece exclusiva y enteramente al Estado, en los regímenes originados de la Revolución. Y frente a este Estado que todo puede, los grupos e individuos no son órganos, sino piezas de maquinaria.

Es necesario no saber leer, para no ver que es exactamente en este aspecto del estado actual que cae la censura del Papa Pío XII.

Cómo llegar a la organicidad

¿Qué hacer, entonces? Lo que hicieron nuestros mayores, en los albores de la actual civilización. Comprendieron que, dentro del curso del Decálogo, y observados los derechos de la Iglesia, asunto en que toda intransigencia y severidad es poca, es necesario permitir que la sociedad camine gradualmente por sí misma, libre del férreo guante de la dictadura del Estado, ya sea parlamentaria o del jefe de Estado. Es necesario permitir que la familia regrese una vez más a la plenitud de acción e influencia que antaño alcanzó; que los grupos profesionales, sociales y otros, intermediarios entre el individuo y el Estado, sean libres de ejercer, por derecho propio y según sus propias modalidades, las actividades necesarias para el cumplimiento de sus deberes; que el Estado, respetando en todo caso estas autonomías, conceda a cada región el derecho de organizarse según su estructura social y económica, su naturaleza, sus tradiciones; que finalmente el poder soberano, dentro de su órbita suprema y propia, sea honrado, vigoroso, eficiente.

Respetando estos principios, ¿a qué término final llegaríamos? ¿Volveríamos a la Edad Media? ¿O nos moveríamos hacia un nuevo y absolutamente impredecible futuro?

Ambas preguntas deberían ser respondidas afirmativamente. La naturaleza humana tiene sus constantes, que son invariables para todos los tiempos y todos los lugares. Los principios básicos de la civilización cristiana también son inmutables. Así, con seguridad, este nuevo orden de cosas, esta nueva civilización cristiana será profundamente similar, o más bien, idéntica a la antigua en sus características esenciales. Y será, unida a Dios, en el siglo XXI la misma que en el siglo XIII. Pero, por otro lado, las condiciones técnicas y materiales de la vida se han transformado profundamente, y nada sería más anorgánico que abstraerse de estas modificaciones. En este sentido, es necesario no hacer muchos planes. Los fundadores de la civilización cristiana en la Alta Edad Media no tenían en mente el siglo XIII tal como existía. Simplemente tenían la intención genérica de hacer un mundo católico. Para ello, cada generación resolvía los problemas que estaban a su alcance con profundidad de visión y sentido católico. Y por lo demás, no se perdían en conjeturas.

Hagamos con ellos. En términos generales, todo el marco ya es conocido por la Historia y por el magisterio de la Iglesia. En cuanto a los detalles, caminemos paso a paso sin planes meramente teóricos, elaborados en un gabinete: “sufficit diei malitia sua” (“Cada día tiene suficientes problemas propios”).


N.C.: Esta serie concluye con el artículo "La estructura supranacional en el magisterio de Pío XII", publicado en el Nº 12 de "Catolicismo" y que puede leerse aquí.

[Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator]

Negritas de autoria de este sitio.